Portada cósmica para aventuras que rebosan intimidades poco cósmicas |
Quiero empezar esta reseña efectuando una
apreciación personal. Cuando, en 2012, decidí aparcar momentáneamente mi
actividad literaria para recuperar la gráfica, en dique seco desde 2002 (esa
década se hizo notar; menos mal que, por fin, las últimas escamas de ese
anquilosamiento están desapareciendo), retomando mi personaje de TERHLI
TERANAMI (la hoy mucho más afortunada BIANCA BLAZE), me preocupaba que sus
andanzas fuesen tildadas de copia de las del conocido personaje, casi icónico
(si no lo es ya), de ALFOSO Azpiri.
Recientes lecturas de Lorna me han permitido respirar tranquilo.
Salvo por el reclamo de la silueta sexy, son diametralmente opuestas. En todo. Hasta
entonces, conocía la gran reputación del personaje y visto diversas
provocativas imágenes. Pero, leer sus tebeos, no. Que no se parezcan: ¡mejor
para mí! No podrán acusarme de plagiar a Lorna,
emular los pasos de Azpiri por esa compleja galaxia erótica donde suceden los
avatares de la rubia de expresión casi inmutable. (No puedo, por otra parte,
hacer más grande este comentario sin realizar la comparación entre ambas.
Espero se entienda.)
Bárbaros en canoas barbáricas en pos de un bárbaro botín. Esto, el arranque |
Mi neumática Bianca, aunque proceda de un
mundo remoto y las haya tenido en varios planetas, desarrolla su acción en el
ucrosteampunk Sacro Imperio Católico
Hispánico de 1805DC y contra las majaderías del presuntuoso EMPERADOR
CATACUMBA. ¡Magnífico! Y, cuando vuelva al espacio, no será por donde transita Lorna. Palabra.
Sombras
Perdidas, debo
reconocer, es inferior obra de Azpiri. Tiene planchas donde el sexy/cautivador
dibujo no consigue situarse al nivel del de LEVIATÁN
o ARK, donde asombran muy
conseguidas páginas y una definición escultural de Lorna, o la chica de turno con la que íntimamente congenia. Azpiri prioriza,
en Sombras Perdidas, esa estela: la
hiperactividad sexual de Lorna. Empero, en las historietas citadas enreda con
habilidad esta sobreactividad con la trama, permitiendo pensar que lo erótico
es otro agraciado complemento, no el auténtico fin.
Acaba haciéndose cargoso ese cruce entre YODA y UKKO de la viñeta tres |
En Sombras
Perdidas no ocurre eso. Leemos historieta agotada, llevada a empujones,
tirando de CONAN y todo su entorno
para sostenerse. Refieren de ciertos artefactos letales diseminados por unos
planetas. Configuramos, entonces, una gymkana
para recuperarlos por distintas esferas, con sus más/menos sexuales. Todo el
relato se agota en ese mundo híbrido de la Era Hyborea con resabios futuristas
de BARBARELLA, lo que nos faltaba, y
secundarios planos, manidos, mínimos-nimios.
Resulta desagradable resaltar estos defectos
a un autor y un personaje tan de mi agrado. Mas los hechos son un hecho, y éste
es que el ¡aclamado! Azpiri no ha estado a su
altura. Sombas Perdidas parece
compromiso apresurado donde lo fió todo a la leyenda (erótica) urbana de Lorna y la querencia por el personaje. La
idea parecía: Es un Lorna. Lo
comprarán. Fijo. ¿A qué esforzarse? Vamos allá.
Regalos para la vista nos dona el autor, cosa de agradecer |
Esa… desidia me induce hacer esta pequeña
digresión, quizás un tanto peregrina. Hay historias que se soportan en que, al
ser de género, ya vale todo. Las novelas de JOHN NORMAN sobre GOR, pese a ir de
erotismo sadomaso, tienen sin embargo el poder de disimulártelo con parecer un
refrito de las proezas de JOHN CARTER en Barsoom. Norman se dice: Aquí:
sumisión, látigos, cadenas por un tubo. Pero: diciendo que es una aventura en
un fantástico planeta exótico/retrógrado, suavizando los elementos escabrosos,
etc., consigo lectores. Ergo: ¡venta$! Astuta técnica. Profesional.
Azpiri, en Sombras Perdidas, ha jugado al erotismo por el erotismo. Sin dar
más. Ha confiado en esa fidelidad al personaje para vendernos la moto (lo ha
conseguido), pero de un profesional de su talla esperas MÁS. Más actitud Norman, por ejemplo. Maestro,
usted ha fallado esta vez. Espero sea una rara
avis en su dilatada y laureada carrera.