viernes, 2 de marzo de 2018

EL EMPERADOR DEL NORTE — UN HOMBRE Y SU TREN

Supongo que, de haber un remake,
tendría ahora un adecuado sesgo
feminista, para estar en lo
políticamente correcto

Con decidido aire de western, ROBERT ALDRICH filma una epopeya sobre el más recalcitrante individualismo. Mientras DOC SAVAGE iniciaba sus ficticias aventuras corrigiendo entuertos en un planeta que asistía al ascenso del III Reich, y LA SOMBRA no podía, pese a su poder hipnótico, capturar a JOHN DILLINGER, una legión de seres-sombra, los vagabundos, los modernos homeless, atravesaba la piel de Norteamérica, en plena Gran Depresión, empleando las venas de sus rieles para desplazarse.

Sin embargo, un poderoso anticuerpo procuraba impedirlo: el guarda del tren. En este caso, el vigoroso y corpulento SHACK, interpretado por un rotundo ERNEST BORGNINE a quien un no menos fornido LEE MARVIN da réplica en un auténtico duelo de interpretaciones que hacen este filme todavía más memorable.

KEITH CARRADINE acompaña a la pareja protagonista. Caracteriza a un oportunista despiadado sin escrúpulos que no vacila en apoderarse de las hazañas o ideas ajenas para darse un conspicuo lustre inmerecido. Es perro que ladra muy fuerte, pues se sabe vacuo, cobarde, manipulador, aunque el vagabundo tenaz que Marvin interpreta le ve talento para ser el Emperador del Norte, la clase definitiva del trotamundos “ferroviario”.

Nadie monta en su tren de estrangis. El precio a pagar lo
empuña decidido. Es más que celo profesional. Obsesión
Empero la película va del individualismo; sí, ajá. Porque aunque Shack sea empleado del ferrocarril, gobierna su tren como reino de su exclusiva propiedad. Es algo superior al exceso de celo. No duda en matar a quien lo invada sin billete. No lo estima un asesinato, sino castigo proporcional al allanamiento. Aun siendo asalariado, doblega a la compañía cuando le disputa su predio. Se muestra otro individualista feroz, como A Nº 1 (Marvin), quien tiene un concepto propio de la libertad y la categoría moral del sujeto.

Lo predica a su ambicioso aprendiz, quien sin parar manifiesta actitud predadora más que de alumno aplicado. Asimila las lecciones pero de forma mínima-nimia, superficial. Descubre qué truco le permite avanzar, lo emplea, aunque es incapaz de comprender el funcionamiento del mecanismo. Sorprendido en la falsía, recurre a su arma predilecta: la bravuconada. Eriza sus fanfarronadas, promete palizas, retrocede amilanado cuando A Nº 1 avanza para emplear los puños.

Hasta que este forastero llega a su reino dispuesto a ponerlo
patas arriba; demostrarle que es un dios de hojalata
A éste lo que de verdad importa es ganar la apuesta que se transforma en una contienda mortal. Mientras que para él es tanto una cuestión de conservar, aun acrecentar, su ya legendaria reputación entre los vagabundos (Sociedad marginal con elaborados rituales y leyes que pretende sacar pecho frente a la Sociedad convencional, capaz de aplastarles en cualquier momento no obstante), también pretende dar esa lección de humildad que Shack va mereciendo. Para Shack es cosa de mantener incólume su dominio sobre rieles. El dinero tampoco le importa. Prefiere imponer su poderoso individualismo al del retador vagabundo. Obstinaciones confrontadas que terminan colisionando al final de la cinta, curiosamente, en la plataforma al final del convoy.

Semeja alegoría de que han abandonado sus propias normas para disputar insensatos en tierra de nadie, fuera de todos los acuerdos creados o pactados, suelo que recibe su sangre brotada de golpes con cadenas o hachas. A Nº 1 arroja al fin a su contrincante del terreno; no lo mata, pues le basta con saber que ha superado al terror que tiene acobardado al mundo-vagabundo, y cuando la noticia se extienda, será la ruina de Shack, quien aun así promete resistir, pidiendo revancha.

Y lo llevan al extremo, más allá de a la "primera sangre"
A Nº 1 se desprende de Carradine al admitir cómo es, pese a su deseo de verle virtudes. Sólo codicia; nada de corazón. Lo exilia también del mundo-vagabundo, donde no tiene sitio. Espero no piensen hacer un remake de esta película; porque, como viene “siendo norma”, reemplazarán las buenas actuaciones por SFX apabullantes, choques de trenes y muertes viscerales innecesarias. Ah, y alguna vagabunda marimacho. No nos falte.