Rompiendo moldes y el hielo; acercando a Occidente un modo desmesurado de entender la acción desde Oriente. Un acabado más refinado de esta moda podemos encontrarlo en THE LAST MAN STANDING |
Me produjo dos efectos esta película la
primera vez que la vi. Uno: tanto desbocado tiroteo me puso dolor de cabeza. Dos
(un poco más vergonzante): ¡no podía diferenciar al ‘bueno’ del ‘malo’! ¡Ambos
me parecían iguales! O sea: chinos.
A riesgo de errar, creo JOHN WOO desembarcó
en nuestras viejas costas de Occidente con esta cinta rebosante de acción
protagonizada por su actor fetiche, CHOW YUN-FAT, quien al parecer ha tenido
desigual suerte en Hollywood. Talento posee el hombre. Estuvo en peligro de
quedar encasquillado como infalible pistolero prodigio. Intentó remediarlo diversificándose
en la comedia o el drama, hasta el pirateo, pero...
La llegada de Woo y sus filmes de tiroteos
inagotables sucede en un “momento crítico” para Occidente; se abren paso
QUENTIN TARANTINO y ROBERT RODRIGUEZ en las pantallas de plata. Traen aires, si
no nuevos, sí provocadores al espectáculo. Occidente siente renovada
fascinación por el manga y el Lejano Oriente;
recuerda/recupera las películas de BRUCE LEE y similares. FU-MANCHÚ sigue
siendo, empero, cómico estereotipo difuso. En Asia, JACKIE CHAN aparte, tienen
cosas interesantes que ofrecernos. Y con su cine pretenden tendernos otro lazo con
el cual estrangularnos, ahogando nuestra economía, más que para anudar fértiles
relaciones culturales. China se perfila el titán del siglo XXI, la nueva
Norteamérica. Trágico va a sernos, en serio.
Esta pobre chica ciega acabará por arruinar la reputación implacable del sicario protagonista, volviéndolo noble |
Mas este cine de Hong Kong, de interminables
tiroteos, se enmarca en una modalidad conocida como la del “bandido heroico”. Las
mafias asiáticas tienen invertido mucho dinero en el negocio (como la Mafia “de
aquí”) y tratan de presentarse ante el público como una amalgama de sujetos que
oscilan entre el despiadado canalla vil (que acaba pagándolas todas juntas) hasta
el respetable bandido desprendido, de buen corazón, que se ennoblece (y, de
paso, “al oficio”) cometiendo sacrificios usualmente reservados al cowboy del sombrero blanco y las
nobles/castas actitudes. Esos mafiosos así se ven.
Como una suerte de BUMPY JOHNSON o AL
CAPONE durante las Pascuas… risueños y generosos, pagando las cenas de
Nochebuena de su bolsillo a los pobres… según traman meterte un picahielos por
un ojo después de Navidad.
JOHN WOO, con esta postura que se ha vuelto icónica en el cine de tiros de Occidente, irrumpe a lo grande en nuestros paladares visuales con este filme |
The
Killer, adaptación sui generis de la novela REQUIEM POR LOS QUE VAN A MORIR, ejemplifica
esa “cosmética” mafiosa. Veámoslo: un sicario, crack de su profesión, durante
un encargo hiere a una inocente y esto lo mortifica. Descubre tiene sus remordimientos,
y la mala conciencia le corroe de manera dolorosa, implacable. Su réplica es un
policía hastiado de las limitaciones de su profesión, asqueado de ver cómo malean
la ley para que los malos eludan su castigo. Empieza a tomarse la justicia por
su mano. Colisionan ambos, se alían, combaten al Hombre Malo de Verdad de la
trama. Un dramático acto final heroico salva al pistolero, interpretado por
Yun-Fat, justificando por tanto la leyenda urbana del mafioso asiático de nobles
intenciones.
Y, de paso, nos presenta a CHOW YUN-FAT, quien se llevó una década pegando tiros casi sin descanso. Hollywood ha sido una experiencia indiferente para este actor |
Como otras tantas cosas que hacen en Asia, The Killer copia GRUPO SALVAJE. Pero mientras que el formidable western crepuscular de SAM PECKINPAH trata
la violencia de una forma estética, elegante, aunque sin olvidar su terrible
impacto, Woo la desmadra. Impregnándola de sadismo, la exacerba para así
superar al clásico estadounidense, estimando que el extremo es la mejor
solución al planteamiento que tiene in
mente. En Peckinpah, la violencia es la pavorosa consecuencia de actos
humanos horribles. Para Woo es una reacción emocional con factura de cómic sin
más consecuencias, éticas o morales, que encuentra un público.
Pudo impactarnos al principio, sí, ajá.
Pero los años han situado “su” cine circense en su correcto lugar, menguándole esas
‘virtudes’ otorgadas por entusiasmados críticos que hoy andarán ¡aclamando!
otro bibelot “cultural” ora por capricho, ora porque conviene. O sea: cine
feminista.