Una de sus portadas. Talmente: una historia de la frontera |
La historieta europea, en su conjunto, es
tan grande y magnífica como la oriunda del otro lado del Negro Atlántico. Posee
singularidades y carácter propio, como identificativas manchas del leopardo, aunque
también defectos que no conviene ignorar u ocultar; el pecado no estaría en la
crítica constructiva, sino en callar esas deficiencias pues se perpetúan. Todos
(autores, lectores) salimos perdiendo.
Y uno de sus defectos es que no saber terminar
sus historias. Construyen una fantabulosa ensoñación gráfica llena de
interesantes perspectivas. No obstante, a la hora de rematar, defraudan. En
eso, los norteamericanos llevan ventaja. Consiguen el Big Bang que los europeos
diluyen en anodinos finales tipo: «¿Y esto
es todo?»
También lastra al cómic europeo el que, no
sé por qué causa, éste se considera sólo la producción franco-belga. Todo
cuanto no proceda de allá, no es TBO europeo. Parece un rasgo… xenófobo… de la
idiosincrasia local, que hace excelsior!
cuanto sus paisanos produzcan. 2000AD
no es europeo; MORTADELO Y FILEMÓN,
tampoco. ¿Por?
Nuestro hombre y héroe. Quiere hacer eso que retan los anuncios de la TV: ser distinto, único, diferente. Acabará ansiando su antigua y supina vida vulgar |
Empero aquí estamos, ante una producción ilustrada
nada mínima-nimia aparecida en talleres franceses aunque sus autores bien que
se expresan en nuestra lengua materna, con un sólido acabado y una imaginativa
narración que ayuda mucho a defender nuestra calidad, comparar al alza entre lo
que producimos “aquí” y en Marvel o DC.
Barreiro y Giménez diseñan una historia que
va de que, parafraseando a OSCAR WILDE, se sufren dos momentos trágicos en la
vida: cuando se desea algo y luego se obtiene. Ciudad relata cómo un currante anodino, harto de la cotidianeidad
que siente le oprime con cadenas invisibles, atrapado en una relación moribunda,
sin futuro, una noche emprende el que será el viaje más estremecedor y
adrenalítico de su vida.
Lo hace sin proponérselo; paseando, inmerso
en sus cuitas, de pronto nota que el dédalo sombrío de calles por las cuales
camina son desconocidas. Algo ha cambiado. De modo sutil. No hay forma, encima,
de retornar a lo familiar, lo seguro. Todo lo que ahora cuenta es avanzar,
Avanzar, AVANZAR, en ese interminable viaje (el del héroe, por ende) donde un
error puede costar la vida.
Pedía estimulantes cambios y, fíjate,
obtiene un aluvión de aventuras aterradoras por la alta dosis de devastación
que conllevan. Está bien ver tiroteos en la TV o el cine. Vivirlos… amigo,
¡vaya experiencia pavorosa!
El vasto escenario, interminable. Sin aparente fin ni horizonte |
A este héroe lo acompaña una prostituta que
se encontró en su misma situación: un día, las calles se volvieron distintas,
enemigas. Lleva más tiempo en la Ciudad, que descubren semeja un titánico ente
con extraña inteligencia caótica, lleno de recovecos y singulares sujetos
variopintos, más náufragos del asfalto y el ladrillo, que como pueden
sobreviven o combaten a la Ciudad y sus muchos, cambiantes y escarpados
relieves.
Ciudad ofrece una salida a quienes parezcan
merecerla. Nuestros esforzados héroes consiguen ese premio. Pero, en el último
momento (aquí es donde el final flaquea), descubren que hasta esa salida puede tratarse
de otro giro macabro de la Ciudad, que acaso estuviera alimentándose de las
emociones y vivencias de sus ocupantes raptados en otras urbes, a los que brinda
crueles formas de perecer o hacer leyenda… urbana.
Enriquece esta novela gráfica
de Giménez y Barreiro la Historia de la Historieta. El dibujo en particular, de
un maestro reputado que vuelca en el B/N de estas planchas todo su considerable
talento. Es toda una Historia de la Frontera, en efecto, eso de que tu vida normal
sufre un cambio radical y peligroso que lleva hasta donde no se pensaba llegar.
Esa permutación pone a prueba. Interesa poseerla, deleitarse con el tesoro de
sus viñetas.