viernes, 8 de junio de 2018

CIUDAD (BARREIRO & GIMÉNEZ) — UNA HISTORIA DE LA FRONTERA

Una de sus portadas. Talmente: una historia
de la frontera

La historieta europea, en su conjunto, es tan grande y magnífica como la oriunda del otro lado del Negro Atlántico. Posee singularidades y carácter propio, como identificativas manchas del leopardo, aunque también defectos que no conviene ignorar u ocultar; el pecado no estaría en la crítica constructiva, sino en callar esas deficiencias pues se perpetúan. Todos (autores, lectores) salimos perdiendo.

Y uno de sus defectos es que no saber terminar sus historias. Construyen una fantabulosa ensoñación gráfica llena de interesantes perspectivas. No obstante, a la hora de rematar, defraudan. En eso, los norteamericanos llevan ventaja. Consiguen el Big Bang que los europeos diluyen en anodinos finales tipo: «¿Y esto es todo?»

También lastra al cómic europeo el que, no sé por qué causa, éste se considera sólo la producción franco-belga. Todo cuanto no proceda de allá, no es TBO europeo. Parece un rasgo… xenófobo… de la idiosincrasia local, que hace excelsior! cuanto sus paisanos produzcan. 2000AD no es europeo; MORTADELO Y FILEMÓN, tampoco. ¿Por?

Nuestro hombre y héroe. Quiere hacer
eso que retan los anuncios de la TV: ser
distinto, único, diferente. Acabará
ansiando su antigua y supina vida vulgar
 
Empero aquí estamos, ante una producción ilustrada nada mínima-nimia aparecida en talleres franceses aunque sus autores bien que se expresan en nuestra lengua materna, con un sólido acabado y una imaginativa narración que ayuda mucho a defender nuestra calidad, comparar al alza entre lo que producimos “aquí” y en Marvel o DC.

Barreiro y Giménez diseñan una historia que va de que, parafraseando a OSCAR WILDE, se sufren dos momentos trágicos en la vida: cuando se desea algo y luego se obtiene. Ciudad relata cómo un currante anodino, harto de la cotidianeidad que siente le oprime con cadenas invisibles, atrapado en una relación moribunda, sin futuro, una noche emprende el que será el viaje más estremecedor y adrenalítico de su vida.

Lo hace sin proponérselo; paseando, inmerso en sus cuitas, de pronto nota que el dédalo sombrío de calles por las cuales camina son desconocidas. Algo ha cambiado. De modo sutil. No hay forma, encima, de retornar a lo familiar, lo seguro. Todo lo que ahora cuenta es avanzar, Avanzar, AVANZAR, en ese interminable viaje (el del héroe, por ende) donde un error puede costar la vida.

Pedía estimulantes cambios y, fíjate, obtiene un aluvión de aventuras aterradoras por la alta dosis de devastación que conllevan. Está bien ver tiroteos en la TV o el cine. Vivirlos… amigo, ¡vaya experiencia pavorosa!

El vasto escenario, interminable. Sin
aparente fin ni horizonte
A este héroe lo acompaña una prostituta que se encontró en su misma situación: un día, las calles se volvieron distintas, enemigas. Lleva más tiempo en la Ciudad, que descubren semeja un titánico ente con extraña inteligencia caótica, lleno de recovecos y singulares sujetos variopintos, más náufragos del asfalto y el ladrillo, que como pueden sobreviven o combaten a la Ciudad y sus muchos, cambiantes y escarpados relieves.

Ciudad ofrece una salida a quienes parezcan merecerla. Nuestros esforzados héroes consiguen ese premio. Pero, en el último momento (aquí es donde el final flaquea), descubren que hasta esa salida puede tratarse de otro giro macabro de la Ciudad, que acaso estuviera alimentándose de las emociones y vivencias de sus ocupantes raptados en otras urbes, a los que brinda crueles formas de perecer o hacer leyenda… urbana.
Enriquece esta novela gráfica de Giménez y Barreiro la Historia de la Historieta. El dibujo en particular, de un maestro reputado que vuelca en el B/N de estas planchas todo su considerable talento. Es toda una Historia de la Frontera, en efecto, eso de que tu vida normal sufre un cambio radical y peligroso que lleva hasta donde no se pensaba llegar. Esa permutación pone a prueba. Interesa poseerla, deleitarse con el tesoro de sus viñetas.