¿Volvieron, de verdad? Porque sólo se quedaron en el intento. Fíjense en WAHLBERG, el zonbi |
Poco que ver con la primera parte,
provocativa e irreverente, donde presentaba el problema familiar de unos
personajes arraigados en una zona de confort estupefaciente y cómo se resistían
a madurar pues comprendían que estaban, de manera instintiva, al borde de una
situación irreversible.
A grandes rasgos, seguimos en esa zona de
confort drogadicta (parece ser el único motivo para realizar una secuela, a priori),
que incluye a algún secundario. Continuamos en ese canto mórbido a la adicción
que prefiere ignorar qué terribles efectos producen las drogas. Porque aunque
los realizadores en algún momento afirmen que, no, no, tíos, en serio; sabemos qué
dramáticas son y cómo destruyen vidas, no sólo las de los yonquis, sino de
quienes les conocen o rodean, y sólo rodamos una peli en la cual exageramos las
cosas, pero, te aseguro, comprendemos lo profundo del problema, no. Mienten.
Ensalzan el consumo de drogas, transmiten la impresión de que ir fumao por la
vida es la vida, y todos los que no sean
así son unos fracasados atontaos sin wevos de existencias grises y tolais perdidos que os den, amén, in saecula saeculorum.
Cierto es que incluyen un sutil guiño al
efecto dañino de las drogas. Mas, tan suave, que parece un cómico choque de
coches accidental con efecto mínimo-nimio. El mensaje sigue siendo: colócate.
Pasa de las normas. Son para pringaos lamebotas.
El peluche procaz y su esposa; en serio. Para que digan que sobre fetichismos está todo escrito. Oh, aquí empiezan la avalancha de problemas que componen la trama del film |
El peluche borde que te partía la caja en
la primera parte tiene todavía varias caídas que te inducen alguna risa… suave.
Carecen sus ocurrencias de la espontánea fuerza original del metraje del
fantástico rompedor que suponía la anterior entrega, no obstante. MARK WAHLBERG
semeja un zombi. Por la cara. En la primera, era ese drogata adolescente de más
de treinta tacos que arrostraba la difícil decisión de crecer, comprometiéndose
con su novia y dando el complicado paso del matrimonio.
La unión fracasó; se divorció; se deprimió.
Sigue en esa onda. Pasa por el metraje a empujones. Un poco sugiere el que:
tengo un contrato, así que haré lo justo y aprobado para no complicarme la vida
con temas legales y cobrar el cheque. Puede decir el tío luego lo que quiera. Empero
un atento vistazo a su actuación le desdecirá rotundamente.
Los problemas legales llevan a TED a contratar a una novata. Sus migrañas son el pretexto para defender el consumo de estupefacientes. Oye, debíamos elegir. Ganó el alcohol |
Ted
2 va, de verdad, de compromiso
social con las minorías. Es una parábola sobre la exclusión/aceptación de
aquellas personas que, por una causa u otra, son aparte de la mayoría. Aunque, dicho en plan bestia, o sea, en plan
Ted: va de maricones. Y cómo debemos aceptarlos con normalidad en la Sociedad.
Los irreverentes autores han querido mostrar un cariz humano/comprometido
haciendo esta película que “denuncia” cosas, sospecho que por alguna velada presión
(como sufriera KEVIN SMITH con JAY Y BOB
EL SILENCIOSO CONTRAATACAN) del poderoso e influyente lobby homoX.
Manifiestan el desarraigo, discriminación, borderías,
empleos inferiores, o de categoría menor a la que en verdad correspondería por
méritos, por ser distinto a la
mayoría. Todo ese baldón que recae sobre colectivos determinados (o sea, el
homoX; los demás, hasta el feroz feminista, son pretexto). El cómo hacen la
‘denuncia’ la centran en la lucha de Ted por ser considerado humano.
Emocionalmente puede tener todos los aprobados; por biología, ni uno, se ponga
como se ponga.
Una especie de ardid DISNEY al final permite a Ted obtener la humanidad. Bienvenido al colectivo, compadre |
Esto abre, no obstante, la polémica sobre
si, demostrando aquello que consideramos nos hace humanos, las Inteligencias
Artificiales serán incluidas. o no, en el catálogo de la Humanidad. Pero esa polémica
será en otra reseña. La verdad es que, Ted
2, va de chistes, contados; observaciones graciosas, con cuentagotas. ¿Lo
importante? ¡Os apoyamos, amig@s!, y lo demostramos sacrificando un conspicuo
hito del gamberrismo fílmico a vuestro Moloch multicolor. Triste. Temo vivamos
otro modo de mccarthysmo.