viernes, 15 de junio de 2018

DARK CITY — LOS TÍTERES Y SUS AMOS

Argenteo afiche con sutil evocación a
METRÓPOLIS. DARK CITY es más de
tensión que de acción; aunque la contiene

ALEX PROYAS fue uno de esos directores de nueva hornada de Década 90 que tanto prometía. Lo siguiente que ha hecho (acaso se salve SEÑALES DEL FUTURO) ha demostrado que se ha diluido. Nos conmocionó con la adaptación del miniserial gráfico THE CROW gracias a la combinación de maquetas urbanas claustrofóbicas empapadas de lluvia casi constante, una versión americanohongkonesa de dinámicos tiroteos y ese TOP DOLLAR que daba un contrapunto cínico e iconoclasta al torturado difunto héroe.

Empero, se nos fue. Mientras SAM RAIMI se ha mantenido en su constante casi siempre, dejando huella nítida de su artesanía al rodar escenas, Proyas ha ido amalgamándose hasta mezclarse con ese río de insípidos directores de dramones de sobremesa que obliga a preguntar: ¿Qué ha pasado, Alex? Entiendo no quisieras pasarte toda la vida en el sombrío set urbano de maquetas y un toque de SFX. El mismo autor llega a provocarse para saber hasta dónde puede llegar su talento, variar, mostrarse versátil. Sin embargo, procura no olvidar sus orígenes. Como Raimi. Tú… te has difuminado.

Una mutación incontrolada e inesperada que tiene poder
quasidivino. Pero parte del tiempo vive atormentado al
ignorar quién es en realidad
Dicho esto, profundicemos en una película que, otrora, permitió soñar con una versión del fantástico contemplada desde proyectos de urbes oscuras tipo Gotham City cargadas del encanto de lo añejo, de cuando no había computadoras diseñando (o, en atención a la reseña, “sintonizando”) el metraje. Esos modelos trocaban los bits en sólido. Tangible. Nos conciliaban con nuestra niñez.

Me pregunto por qué Dark City recrea Década 50. Puede que fuese por capricho. O por hallarlo interesante. Como si de esos años llegase un efluvio de originalidad, o candor, que permitía hacer más dramática la trama. Por especular, propongo querían realizar una parábola sobre el mccarthismo, y que los OCULTOS eran esas gubernamentales fuerzas (FBI sobre todo) que escrutaban a los ciudadanos estadounidenses a la caza de los ROSENBERG de turno.

Amos de títeres borrados y recreados una vez tras otra
para obtener un conocimiento remoto y arcano
La “impresión” mental que modifica una vez y otra a los humanos abducidos recluidos en esa versión del Asgard Marvel con mates edificios ramplones era la misma voluntad del ciudadano por adaptarse a tiempos cargados de prejuicios y persecución y mostrar la cara leal acorde con lo que el Poder quería de uno. Que Dark City retrata una Norteamérica subterránea (siempre nocturna) aguardando al hombre capaz de romper con todo lo tenebroso y arrojar luz sobre una era que se las ha apañado, bajo otro disfraz, para sobrevivir hasta nuestro presente.

Pero creo es cuestión meramente estética. Imitar una época más avanzada (ahora) estaría preñada, si no de neón y vinilo, de CDs, tiroteos salvajes, descarnada violencia tribalpunk que suprimiría la tensión con la que Proyas pretendía anegar su película. Y, bueno, también está que fue cuando realizaron los primeros “avistamientos” de OVNIS tipo ROGER CORMAN... ejemplificados en los Ocultos…

El gigantesco laboratorio que está a punto de colapsar.
Como sus habitantes, no sabe dónde está ubicado
Los 50 eran un momento de coyuntura, ¿sí? Entre los Años Nazis y el Movimiento Hippie que cuestionaba todo de forma insolente. Los Años Nazis generaban sujetos adeptos al Poder sin debatirlo. Eso parece tampoco convenía demasiado a los Ocultos en su ansiosa búsqueda de su inmortalidad a través de infinitos ensayos con nuestros recuerdos y nuestro carácter. Querían algo de brío, desafío. Lo otro, demasiados contestatarios, excedían sus deseos. ¿Qué queda? Década 50. De transición.

También plantea un leve dilema sobre si Dios nos tiene en su versión de Dark City y nos contempla inmersos en un gigantesco estudio sociológico para probar después con una Humanidad .02 más dócil con sus “oscuros designios”. O vete a saber qué. En todo caso, el espíritu humano parece llama constante de rebelión capaz de abrir brecha en los más densos muros hasta encontrar la salida al luminoso vasto océano y el amor verdadero.