Ajada portada. Juguemos al misterio; mantengamos la española identidad del prolífico autor en secreto. Simple pero eficaz evasión |
Sin duda bajo pseudónimo,
GLENN PARRISH escribe una simpática novelita “de a duro” donde los malos
reciben su merecido en un entorno cósmico de codiciosos terratenientes,
traidores militares, teletransportadores, láseres, duplicadoras de materia y
beldades “del espacio” que demuestran tener acero, ¡MÁS ACERO!, bajo su
insinuantes curvas.
Y, ah: el superhombre. Menudo elemento.
Antes, está una cuestión que prefiero
priorizar en esta reseña sobre una historia de estas características, parte de
una compacta muralla de desprestigiada creación autóctona por las eminencias
críticas literarias… y sectores de “la lectoría” en general. Siendo un trabajo
alimenticio (espero se pagara con decencia), no es Arte, ni Literatura, en su más
pura concepción (o sea: la pose, el estilo, el amariconamiento góticopoético,
el pasar hambre, modelar con la ceja enarcada con aire de jactancia…). Merece
el ostracismo, pues.
Pero ¿han reparado en qué vasta cantidad de
creación hay ahí? ¿Qué prolífica profusión de ideas, argumentos, sugerencias, apilados
en entregas de unas veinticinco mil palabras, desdeñadas por el formato como
llegaba al lector: envoltura pulp
patrio con autores de nombre anglo para aparentar excelsa calidad foránea
importada?
Si el nombre era de un paisano salamantino
(por poner), ¿temían que el impacto en el eventual comprador fuera menor;
mínimo-nimio incluso? ¿Aunque lo escrito, en un momento dado, superara a la legendaria
prosa de HARLAN ELLISON o SAN ISAAC ASIMOV? Esto es España (y la de
Una-Grande-Libre, encima). Imposible un turolense
divague sobre robots, naves espaciales, civilizaciones extraterranas
deslumbrantes o caducas, y con esmerada calidad. Impo-sible. Esto es materia
extranjera. Esos sí saben.
De este pulp
patrio sin embargo destaco qué ingenua es en cierto momento su trama, así como qué
irritante resulta el deux ex machina
que envuelve como un poderoso manto de destino manifiesto al combativo JOE
ROTTAM, protagonista-colono granjero, a cuya parcela en un mundo en primera
fase de colonización bautizado Marte II (por su semejanza con nuestro Marte), dos
planetas en conflicto le teletransportan su guerra por la hegemonía del trono. Monarquías
antiguas, la que gane gobernará ambos planetas.
RUBÍ, la general en jefe (descrita con todo
sensual lujo de detalles, digna pariente de DEJAH THORIS) de una de las fuerzas
pierde la batalla mas salva la piel porque, al haber luchado sin permiso en
tierras de Rottam, éste la hace su esclava. (El femerulismo actual, ¿toleraría este giro?) Pero Rottam tiene
problemas con el cacique del planeta, y termina convertido en el ESPARTACO del
planeta de su cautiva, al cual se teletransporta, para luego liderar un
movimiento antibelicista que degenera en una CÚPULA DEL TRUENO donde los reyes
litigantes deben enfrentarse. Sus respectivas tropas desertan: exigen que sus soberanos
se maten entre sí. Dos hombres entran; uno sale. Empero no dan la talla.
Otra más (hay cientos, creo). No. Este autor no es de los que escribían "a ratitos, como debe ser". Lo hacía en firme, como los machotes, no las góticonenazas |
Que las tropas deserten manifiesta pasmosa ingenuidad
por parte del autor. ¿Acaso no contempló nuestro scriptor que siempre existirán fanáticos listos a continuar la
guerra, que entre los oficiales habría los suficientes dispuestos a lubricar
sin cesar la carnicería, apelando a toda suerte de tesis patrióticas, al miedo,
la codicia? Pues no. Vale que el populux repudiase la contienda. A la guerra no
la para ningún panfleto, Joe. Muta de aspecto y prosigue. Y que Rottam llegue y
lo sepa todo, lo arregle todo, tenga un plan para todo... ¡ERRR! Semeja la traslación
de la superioridad innata del blanco colonizador imperialista sobre los nativos
ignorantes, pese a su envidiable HITECH aborigen.
Pero admito que el uso del lenguaje (más
culto de lo que al principio esperé) o los recursos narrativos son óptimos. Mantienen
el interés y la imaginación de una fábula que, sospecho, debió fascinar a
alguien en aquellos tiempos de LA
CONQUISTA DEL ESPACIO, vista en televisores en blanco y negro antes o
después del NODO.