viernes, 28 de septiembre de 2018

MATAR O NO MATAR, ESTE ES EL PROBLEMA — ¡SIN PIEDAD, EDWINA!


Afiche. Un histriónico VINCENT PRICE
encarna al vigoroso vengador EDWARD
LIONHEART. No se lo pierdan
VINCENT PRICE se redime del todo/completamente de las adaptaciones de los relatos de EDGAR ALLAN POE que ROGER CORMAN travistió con algunos aliños de cuentos de HOWARD PHILLIP LOVECRAFT con la espléndida y vigorosa encarnación del excesivo actor shakesperiano EDWARD LIONHEART en esta elegante cinta británica de humor negro de 1972.

Al menos, esos travestismos dieron a Price amplio repertorio de personajes peculiares protagonistas. Así, forjó un Lionheart tremebundo, excelso en su excentricidad, repleto de eruditas citas del Bardo que endosar a los destinatarios de su ODIO: sibaritas críticos teatrales que le privaron de un importante premio de interpretación de concesión anual.

Theatre of blood, título original, también denuncia a los críticos que, desde fatuas torres de marfil, con hierático mohín y malvada prosa tiránica, pueden destruir una carrera, arruinar una producción, desemplear a buen número de personas, malograr el futuro de aspirantes a leyendas que jamás podrán destacar por ser víctimas de una caprichosa reseña adversa. O sea: ¿cuántos LAURENCE OLIVIER (tomándole como el Excelsior! de la interpretación) estaremos perdiéndonos debido a ese pérfido comentario escrito por una “autoridad” que cura-o-mata al albur del estado de su hígado ese día?

Lionheart acentúa su dramatismo personal con un atuendo
digno del más infantil imaginario sobre DRÁCULA. A posta
elegido, fijo
Lionheart medio se pertrecha en ese argumento para liquidar (o mejor, castigar) de forma tan ‘constructiva’ a los críticos. Les aplica el tormento y/o sentencia de una obra de Shakespeare que Lionheart interpretó y que el tal crítico denostó en su columna. La otra mitad lo da el que la película debía tener un contenido comercial, y emplea esa  selección de imaginativos asesinatos producto de una elaborada venganza mucho más cuidada que la de cualquier CONDE DE MONTECRISTO, empero muy en la línea del V de V DE VENDETTA. Apreciaría la rica ironía que contiene cada ejecución. Ajá, sí.

Mas prefiero resaltar el objeto de la crítica. Los críticos, mejor dicho. Como autor, sé qué riesgo (y no mínimo-nimio) corro cuando arrojo una creación al público. Pienso haberlo hecho lo mejor posible. Como humano, no puedo soslayar el fallo o defecto, por mucho que lo intente. Me inquieta pues el vitriolo sibilino que me arroje un crítico situado en la cúspide de una cumbre borrascosa tanto fabricada por él como por el entorno de una elite veleta que estima que el Tal merece esa “superioridad”. Elude juzgar la calidad de mi obra con honestidad. Se desahoga destruyéndola por haber tenido ese día un percance o altercado (doméstico, pongamos). O peor: porque mi calidad sea tal que ponga erectas todas sus envidias al descubrirle su masiva impotencia creativa. Y ¡ataque!

Lionheart demuestra su versatilidad actoral y aprovecha los
sanguinarios recursos del repertorio shakesperiano para
ejecutar su barroca venganza
Estoy inerme. La Eminencia Ha Hablado. No querrá oír mi defensa la frívola Jet Set que finge intereses culturales (ayer, el cubismo; hoy, las novelas gráficas; mañana: tirarse por Despeñaperros), enhebrada con políticos cortoplacistas que entienden que ese bisel de “verse en la Cultura” puede beneficiarles. Todo se resume a que Habló La Eminencia. A que entiende ¡que no veas!

La alternativa es la Alternativa Lionheart. Dramatizada. Teatral. Barroca. Im-posible. Hay que tener cuidado con la crítica pero debido a la perspectiva que estoy alumbrando: la del antojo. La maldad personal. La envidia. Cunden los ejemplos. Creadores ayer desdeñados hoy la Nueva Generación Crítica los ¡aclama!, y consigue, además, demostrar la perversa y gratuita inquina personal del que vituperó antaño.

EDWINA (DIANA RIGGS) hace un tiempo el doble juego;
pronto queda empero demostrada la lealtad al padre
Este “defecto crítico” no incumbe sólo a las Artes. Los medios de comunicación (o redes sociales) diseminan reseñas emponzoñadas que envilecen al periodismo, manchan la integridad y la veracidad de la información que transmiten. Aun dañan personas con sus espurios intereses partidistas o personales. Algún día, espero, tendrán su Lionheart.

Hasta tan feliz fecha: gocemos de este espectáculo.