Colorido afiche. Bajo la capa de una audaz aventura se oculta un proceso histórico que escapa al juicio moderno |
Excelente clásico del cine familiar de
aventuras, o de todo espectador. Desde el relato de RUDYARD KIPLING, uno de los
grandes promotores del Imperio Británico, el cineasta JOHN HUSTON construye un imperecedero
elogio a la lealtad, la amistad, la aventura, con una singular dosis de magia,
o sortilegio, que impregna la narración efectuada por un desventurado MICHAEL
CAINE.
La otra gran baza es SEAN CONNERY, el
sólido DANIEL DRAVOT que encarna los arrebatos terrenales, el brío e impulso a
veces desmedido, opuesto al truhán que Caine interpreta, astuto y calculador
hombre de Estado (y finanzas) que tiene la mala suerte de emparejar su destino
con el de Dravot. El trágico desenlace no tiene una gota de rencor o
resentimiento, sino la triste sonrisa que suelen esgrimir los hombres que
tienen una fuerte y vitalista pasión por la existencia, y desdeñan lo material
(pese a llevarse toda la vida persiguiéndolo). Comprenden que cuanto llevamos
con nosotros al final es el cartapacio de nuestras obras, buenas o malas, y
serán las pruebas a presentar al Altísimo en el Juicio Final. (Cosa de creer en
esto último, esto es.)
El conjunto de estos elementos, sazonados de
una fina capa de humor, a veces negro, puede sin embargo desviarnos de una más
interesante perspectiva que quizás no se haya tenido muy presente: la cuestión
colonialista. La entrañable camaradería de ambos ex militares labrándose una
suerte de majestuoso porvenir en una remota tierra pasado Afganistán en verdad
distrae mucho.
Estos caballeros, puntales del expansionismo victoriano en la India, serán asimismo testigos de sucesos extraordinarios |
Gran Bretaña gobernaba parte del ancho mundo de
manera rigurosa, llegando a acuñar aquello de que “las costumbres del mundo son las de Inglaterra”. No tenían dudas.
Era lo del Destino Manifiesto norteamericano
pero con las costumbres de su isla, que conseguía disimular su desdén por el
resto de Europa con una suerte de elegancia y sofisticación, a qué negarlo,
envidiables.
Mientras que a nosotros
nos imputan crímenes sin cuento tanto entre las naciones que antaño
constituyeron el Imperio donde jamás se ponía el Sol como los anglos en
general, ingleses y norteamericanos celebran su expansión imperialista como una
maravillosa gesta, sagrado deber civilizador que no temía pampas, páramos o
roquedales de doquiera la Tierra se extendiera. Y Huston lo retrata de forma
ejemplar. No ve en las maquinaciones expansionistas de Inglaterra (o Estados
Unidos) agresión a las culturas indígenas, a las que embroman para arrebatarles
todo y algo más, sino como eso: una cristiana obligación educadora, enriquecedora,
en pagos sin temor a Dios, paganos que deben llevar levita y chistera y
polisones las señoras. Té, a las cinco, please.
Nadie decide censurar esta conducta no exenta
de sangre.
Repito: pueden afearnos excesos de todo tipo, aplaudidos aún por según quiénes, que si hicimos esto en tal
sitio cuando HERNÁN CORTÉS o aquello otro en Cuba, o si martirizamos tribus en
no sé dónde del Alto Nilo (por disparatar, no quede), mostrándolo con maligna crudeza
en cuantas películas se les antoje, ora también relatos o novelas.
Empero ¿hablar sobre cómo los británicos
expoliaron la India, Virginia, Australia, Nueva Zelanda, donde ondease la Union Jack? ¡Ni hablar! Es la Civilización. Con Mayúsculas. Buena, pues es Inglesa (o
estadounidense). Cui-dado. Algo sí debemos reconocerles: qué hábilmente emiten
su Propaganda. Su poderosa y eficaz diplomacia lo logra todo como por ensalmo.
Por desgracia, España rebosa de incompetentes y un desgarrador complejo de desorbitada
culpabilidad inculcado por la progresía
miserable y cretina.
Una desafortuna elección que precipitará el desastre |
Las virtudes que acapara este western (lo es, si lo reflexionamos
bien) deben asimismo contemplarse desde el que es también enaltecimiento del
imperialismo blanco británico, inmaculado para esas mentes “bien pensantes” que
nos satanizan donde sea y como sea. Aun así: esta disquisición no debe impedir
disfrutar de este magnífico filme.