Portada edición española. Siempre creí que BUCK ROGERS era más del espacio que terrano. Empero, no. Lo dicho: importa lo visionario que es |
Los trekkies
se ufanan afirmando que en STAR TREK
apareció el celular por primera vez. Pues, no: ANTHONY ROGERS, el RIP VAN
WINKLE atómico, una vez despierta en 2419, ya emplea uno. Desarrollado por los
resistentes de los Estados Unidos que combaten,
desde extensos bosques (en plan CURRO JIMÉNEZ, o alegres pillastres de ROBIN HOOD en Sherwood) y, en apariencia, precarias condiciones, al decadente invasor
mongol, omnipotente en las capitales que gobierna, permitiéndose desdeñar a
esos rebeldes gracias a su poderosa flota llena de desintegradores y maravillas
similares.
Es 1927, tal vez 1928. (Lo digo porque
entre el desarrollo del concepto y la idea publicada pudiera mediar este paréntesis,
o más. Hasta que PHILIP NOWLAN concibiera a TONY Rogers incluso al final de la
Gran Guerra.) Esto hace más sorprendente este recopilatorio de los relatos de
Rogers, en formato pulp, pues hacen
gran visionario a Nowlan.
Por entonces, nadie decía “la Primera
Guerra Mundial”. Era la Gran Guerra, la que debía terminar con todas. Parte del
ancho mundo sigue embargado en la Belle
Époque, la Gran Depresión ni siquiera se aventura, y aquí este señor,
¿arquitecto de nuestro ahora?, habla de cinturones antigrav, auras de energía, rayos
repulsores, armas atómicas. Puede que en el ambiente científico de la época
todo eso fuesen proyectos lanzados al etérico esperando encontrar elemento$ que
los materializasen. Mas el innovador DOC SAVAGE no estaba tan avanzado, aunque
en su arsenal contara con inventos a estimar futuristas. (Contemporicemos, y comprenderemos
cuán pasmosos eran.)
PHILIP FRANCIS NOWLAN, en un retrato un tanto decimonónico. La de ocurrencias que este hombre consigna en estas entregas pulp |
Aunque el querer escribir un hard science pulp de Nowlan a veces hacen
tediosas estas historias, encaminadas a exaltar el espíritu combativo
norteamericano, que frente a un invasor despótico, en este caso, el Peligro
Amarillo (su gran némesis), está listo a lanzarlo a patadas al brillante océano
por siempre jamás. Hay otros detalles que imputarle a la literatura de Nowlan; cosas
quisquillosas, quizás, empero que reclaman atención.
Una: nunca define su escenario como Estados Unidos o Norteamérica, sino América.
Engulle Canadá y Méjico. Y Centroamérica, me parece, si no engloba todo el Cono
Sur. Ignora fronteras. Despoja a esas naciones de algún carácter propio o
protagonismo en la lucha contra el invasor de ojos rasgados. De hecho, hasta su
propia descripción de la Segunda Guerra de la Independencia es bastante
chapucera. Detalla que los resistentes se agrupan en clanes que confraternizan
en distinto grado unidos por la causa común por la libertad. Y que hay, aun así,
clanes “afrancesados” con el invasor, siendo constante causa de problemas y
bajas entre los rebeldes.
Portada foránea un tanto a lo BUCKMINSTER FULLER. Parece cosa de Década 50, estilo PLEASANTVILLE, no del caótico ambiente de resistencia en subterráneos y cuevas de los relatos |
Emprenden un progrom contra una de esas comunas… y nunca sucede. Rogers, el
forastero cuyas nociones de vet de la Primera Guerra Mundial organizan de puta
madre magistral los comandos partisanos (eso lo ODIO. La verdad. Sea en este
tío, o JOHN CARTER; ese mesianismo que quizás fuera muy efectivo a principios
del pasado siglo, empero hoy semeja un afán de impropio protagonismo) para
conducirlos a la Victoria Final que describe de forma apresurada, se enfrasca
en una guerra aérea (eso le pone) para acabar cautivo de los mongoles, que, ¡al
loro!, especifica en el epílogo (sucesión de ocurrencias súbitas) son
alienígenas que, con los siglos y la opulencia de su HITECH, han degenerado en
decadentes absolutos. (Como si China no se bastase sola para gobernar la
Tierra, si se lo propone.)
También flaquea Nowlan en el diálogo; los
evita cuanto puede, así como en destacar a la némesis de Rogers, su FU-MANCHÚ
particular. Es fundamental en la ficción tener un adversario de enorme calado y
dignidad. LUKE SKYWALKER sería un matao
chulesco del espacio sin DARTH VADER (lo demuestra GALÁCTICA). Esa suerte corre Rogers. En todo caso: estas aventuras
son notables no por qué cuentan (FLASH GORDON lo hace con más maña), sino por
los actuales artilugios que, en su momento, debían ser imposibles destellos de
pura fantasía irrealizable. Como el celular. ¿Oído, trekkies?