viernes, 26 de abril de 2019

EL CONFESIONARIO — LAS CLOACAS DEL ESTADO

El asesino protagonista de esta obra
es el único que muestra sincero
arrepentimiento y dolor por sus
muchos actos delictivos. Los demás
los encuentran... inevitable

A veces te las ponen a wevo. Un Ministro va ufanándose por ahí de, en esta infausta época presente, haber liquidado las cloacas del Estado. Parece ser hombre con tendencia a las fantasías buenistas. Porque, conociendo el malvado espíritu humano, estoy seguro de que, en un aparte, a este señor le han dicho que, de liquidar cloacas, nanay. Porque por inmundas que puedan ser, son indispensables para el funcionamiento del país. Otra cosa es que el populux sepa, o quiera saber, qué circula por tan hediondas aguas negras. (E incluso, parece ser también, que el actual Presidente No Electo ha estado sirviéndose de esa información reservada de los submundos oscuros del Estado para vejar a sus oponentes y afianzar su candidatura.)

JACK HIGGINS, el prolífico autor de REQUIEM POR LOS QUE VAN A MORIR (entre otras muchas), describe, en este interesante y aventurero complot desesperado para matar al Papa JUAN PABLO II, a qué extremos los poceros del Estado son capaces de llegar con tal de mantener un país funcionando según está previsto, manifestando total falta de escrúpulos éticos o morales al establecer alianzas (con el mismísimo Diablo, si toca), so pretexto de nuestra tranquilidad, prosperidad y seguridad.

También aquí aborda el terrorismo irlandés, así como, más somero, qué ODIO los protestantes ingleses, o escoceses, procesan por los católicos; en especial, por los de Irlanda. El protagonista, un agente soviético insertado en la comunidad irlandesa vía Boston, disfrazado de forma muy convincente de sacerdote (porque el KGB encontró en su capacidad de pistolero excepcional como su habilidad actoral para mimetizarse en lo que fuese un importante activo), sufre durante años ese desprecio, tan frecuente que se ha convertido en un picotazo de resignado enojo.

Juvenil foto del autor, un hombre que sabe
que un terrorista nunca deja de serlo, no se
arrepiente de sus asesinatos (por numerosos
o crueles que sean) y que jamás entregará
su arsenal. La causa nunca muere ni se rinde
 creo que, sin llegar a estar en absoluto de acuerdo con los radicales métodos del IRA, refleja sin embargo que la “causa protestante” tampoco es ese paño virginal de blancura victimista que vende. Cita organizaciones terroristas protestante tan radicales, o más, que el IRA. Ahí hay conflicto profundo con antiguas raíces que incluyen la religión, batalla que pudo iniciarse en tiempos de CROMWELL, o antes.

Higgins hace, por tanto, prolijo retrato del activista, en este caso, irlandés, cuyas acciones empero pueden traspasarse a cualquier alimaña decidida a causar el Estrago Máximo en una Sociedad que va a lo suyo, porque bastante tiene con intentar llegar a fin de mes, si llega. El terrorista (Higgins hace frecuente alusión a que su objetivo es aterrorizar, como mandó LENIN) goza en España de un glamour que tiene a la Xtrema Ixquierda loquita del coño. Lo dibujan suerte de caballero andante con fuertes y justas motivaciones que tienen, no obstante, ese feo matiz de las bombas, las mutilaciones, las muertes.

Pero siguen siendo perfectos luchadores por la libertad (¿cuál; la de quién?) que merecen respeto y, llegado el proceso penal, hasta compasión, siempre comprensión. No se les arresta y pagan por sus crímenes: el despótico Estado los represalia. Esto opinan ésos.

EL CONFESIONARIO tiene pasajes
que remiten a ésta otra; parecieran
estar cerrando un círculo
Con tales avales, ésta Xtrema Ixquierda quiere gobernar el país. No digo que los otros sean los inmaculados ángeles que pretenden venderse; no lo son. Mas, al menos, eluden la hipocresía de hablar mal de los terroristas cuando les interesa para luego mostrarse magnánimos, comprensivos y dispuestos al inmediato perdón porque, en el fondo, son hermanos ideológicos: quieren imponernos su brutal tiranía doctrinal femimarxista.

La novela contiene elementos de espionaje antibondianos. Muestra a un implacable KGB que se desprende sin escrúpulos de sus activos, por valiosos que fuesen antaño. Lo cual, sabida la radical e ingrata decisión, lleva al espía/asesino/sacerdote a tomar la extraordinaria venganza de matar al Papa para desvelar, al fin, mediante investigación, todos los sucios recovecos y tejemanejes impúdicos que suelen elaborar los poceros de las cloacas del Estado, no importa cual. Son gemelos en esto.