Una de las muchas portadas que la novela ha poseído a lo largo de las décadas sucedidas desde su publicación |
Por merecidos créditos que acopie la
influyente y casi mítica novela de THEA VON HARBOU (de la que espero leer sus
otras obras fantásticas), aparente especie de anti-AYND RAND (los randianos, si he entendido bien, piden
que seas tú, tú solo, para ti mismo, al cuerno el colectivo —algo de razón
empero tienen—, mientras que Von Harbou pide seamos más caritativos, menos
dogmáticos, nos apiademos de nuestros afligidos semejantes), peca en un detalle
crucial que acusa de una ingenuidad ante ciertos planteamientos a esta señora
que sin embargo colaboró con el nazismo, cuyo predicado político era tan
opuesto a lo que pretende la novela. Pues, el breve proemio, ¿no insta a pensar
más con el corazón, como colchón entre el cerebro despiadado y el músculo
brutal? En cambio… lució esvástica. (Quizás porque reconocieron sus méritos.)
Metrópolis (cuyo embrujo hechiza aún a medio mundo y
levanta ciudades masificadas pobladas de arcologías como el Los Ángeles de BLADE RUNNER o Mega City One) falla,
ante todo, en qué intenciones JOH FREDERSEN y ROTWAN, esa suerte de PENSADOR
LOCO (el de Marvel), tienen para
MARÍA, el androide vidriometálico. Para quienes ignoren pese a todo la trama, ilustro:
La joven THEA VON HARBOU, de brillante carrera en el mundo del cine y la literatura. Importante en un mundo masculino como el que vivió. Y desconcertante su afiliación al nazismo, leído lo leído |
Metrópolis es lo más urbano. Población:
cincuenta millones. Parte de ese populux son obreros que viven en un Soguetto
subterráneo y atienden a un ejército de máquinas implacables por su misma
función que rinden energía, lujo, abundancia, a la macrourbe y sus más
acomodados ciudadanos. Fredersen, en la cumbre del más alto skyline, dirige todo inexorable. Su
hijo, FREDER, un niño-bien, un día recibe una impactante muestra de cómo vive el
“otro Metrópolis” y se prenda de la guía de la infantil población esclava. Trastornado
por un amor fulminante, su privilegiado hábitat se le vuelve mortificante. Debe
evolucionar moralmente para ser digno de la santa que predica en las
catacumbas.
Mientras, el supremo inventor Rotwan, alojado
en una casa maldita (a gusto del gótico más pútrido) de traza disonante con el
poderío urbano circundante, concibe un robot de semblanza femenina. Capítulos
después, el robot causa la ruina de Metrópolis, la cual saca de debajo de los
escombros lo mejor de hombres malvados. Metrópolis
es como una analogía en cristal, cemento y acero, ¡MÁS ACERO!, de CUENTO DE NAVIDAD.
¿Para qué querían tanto Rotwan como
Fredersen a María-robot? La novela, abundante en greguería, poesía, pasajes de
realismo mágico, pre-cyberpunk,
pierde por que María-robot debería haber sido creada para espiar, influir, o
sojuzgar, a la inmensa población obrera que empezaba a dar indicios de rebelión.
No es tal. Es la persecución de una irreal belleza idealizada que materializan
en un destructivo monstruo hermoso, abatido de una forma medieval. Una
interesante… ironía.
Afiche de la película que adapta la obra. Un poco sugerente sí que resulta... |
Necesita ese breve mas sentencioso diálogo
entre Fredersen y Rotwan en que el primero expresase su inquietud por los
alborotos, boicots o huelgas de la oprimida masa obrera. Y cómo el otro
ofrecía, en perverso giro retorcido, su espía vidriomecánica, disfrazada de la Virgen
de los Proletarios, María-la buena, que les diese nombres de conspiradores,
agitadores, sindicalistas… ¡y acción represiva al canto!
Falta esa maldad elemental en una obra que debería tenerla. El depurado estilo de
la escritora es elegante, imaginativo, poderoso en momentos, mas confirma que
un escritor y una escritora abordarán una temática desde aspectos esenciales o
básicos opuestos. Un hombre, materialista, basará su relato en la fuerza, el
control, cuando no dominación, resolución del problema de forma física-dinámica,
mediante economía o aún religión. Una mujer, espiritual, apelará a los
sentimientos más nobles o primordiales, el cariño, la lágrima, el afecto, la
maternidad, el alma o corazón, procurará solventar con amor el trauma. Tal
procede Von Harbou. No significa esto que ellas sean menos que ellos, sino que
somos distintos y encaramos los problemas y su solución de forma distinta. Con
este palmario ejemplo, hablar de igualdad es una memez. Siempre algo nos
diferenciará.