viernes, 26 de julio de 2019

INTO THE BADLANDS (TEMPS 1-2) — DUNE POSTAPOQUECLIPTICO

Afiche. ¿El nuevo CHOW-YUN FAT?
Tal vez. No cuestiones demasiado la
serie, o le perderás el interés. Tal cual
es: disfrútala

Obviaré pormenorizar qué éxitos, o fracasos, arrastren los productores, el equipo, el elenco, etc., que puedan alegar a favor o en contra para centrarme en los episodios per se. Se saldan con un notable alto, cosa a agradecer en estos tiempos mediocres.

Conviene destacar que es una serie de evasión dinámica, con espectáculo y elegancia, de la que no debemos esperar mucho más. Puede salvarte la tarde, no la vida, como tampoco resolverá los dilemas existenciales que por doquier nos acosan. Proporciona ese respiro que otros folletines frustraron pese a estar revestidos de un presunto prestigio pifiado posteriormente. Léase: HÉROES. Apuesta audaz en un momento crítico del superheroísmo filmado. Podría haber sido esa leyenda urbana que todo el mundo (al menos, el freakie) citase con respeto, aun cariño nostálgico. ¿Resultado? Cagarruta.

Into the Badlands (me confunde el título, pues eso de “Malas Tierras” ya sugiere páramo madmaxiano, cuando resulta que ¡es donde está el foco de ‘civilización’ de este futuro postapoqueclítpico!) se surte de diversas referencias que pueden identificarse si se está un tanto puesto. Figura primero la exhibición de artes marciales orientales junto a duelos a sable que recrean, a continuación, el postfeudalismo espacial de DUNE. Las Badlands se reparten entre SIETE (como LOS SAMURAIS, o LOS MAGNIFICOS) de BARONES (de ambos sexos) que sustentan una frágil pax aunque de continuo anden maquinando entre sí por ampliar territorios y obtener sus diversas riquezas.

No es ALITA, sino la más descataca alumna de la
BARONESA. Pero poco le falta para ser ÁNGEL DE
COMBATE, si en ciertos momentos no lo es por entero
Dune, vamos. Aunque con las coreografías de TIGRE Y DRAGÓN cuando toca pelear. Y mantengo lo de Dune porque el barroco vestuario recuerda al que FRANK HERBERT cita en la extensa novela. Además, todo está limpio: la gente parece no sufre las carencias obvias de un mundo barrenado por la Guerra Mundial Terminal. Todo despide un aire de sanidad y moderado esplendor que suena, también, al Gilead natal de ROLANDO DESCHAINES, el PISTOLERO de la saga LA TORRE OSCURA de STEPHEN KING (¡aclamad al escritor!).

Te emboba además la hábil trama, llena de suspense y cuidados personajes (les falta para lo carismático) hasta el punto de obviar su garrafal defecto. De nuevo vamos a Dune: el Barón QUINN, el antihéroe, el psicópata del tumor en la sesera, gobierna amplias vegas de amapolas. Ergo: droga. Que es la producción vital de estas Badlands. O sea: quítese ‘amapolas’ por ‘especia’ y ¿qué tenemos? Dune.

La citada Baronesa. Peligro con afilados tacones altos. El
llamativo vestuario oscila entre lo oriental y lo victoriano. Su
cuidada profusión es otro aliciente estético de la teleserie
El fallo: LA VIUDA, la BARONESA vecina (letal, codiciosa pelirroja experta en matanzas, lady fetish decimonónica de afilados tacones mortales), empero domina un pago rico en petróleo. Surte de combustible, gasolina, gas, a las restantes Baronías. Y en este momento presente: ¿quién tiene la sartén por el mango del poder y la economía mundial?

Mr. Petróleo. Porque es fuerza, luz, electricidad, lo que pidas, y más. Por tanto: Into the Badlands debería haber girado en torno a la posesión de los pozos petrolíferos, no de los campos de amapolas. El opio genera flipes. Mas la gasolina alimenta los bugas tuneados MAD MAX que proporcionan más tierras, riquezas, esclavos, poder, influencias.

El confuso malo de la serie. A veces parece legal, otras se deja
llevar por las paranoias, contundente guerrero, debería
poseer los pozos de petróleo, pero gobierna los
sembrados de amapolas
A ninguno de los Barones se le ocurre empezar una guerra para apoderarse del petróleo (por tanto, dando un giro radical a la trama saltimbanqui de los tatuados espadachines Shaolin; cada marca, indica un muerto). No hay un HUMUNGUS que sitie las tierras de La Viuda con una rabiosa hueste de sabandijas. No explota una sucesión de conjuras, alianzas, complots, para arrebatarle esa riqueza. O a la inversa: qué argucias La Viuda urde para mantenerse en el poder y expandirse. Eso habría enriquecido la serie. De notable manera. Volviéndola eléctrica. Pero, por algún motivo, se han quedado en esto que, sin carecer de mérito, elude lo electrizante que hubiese supuesto desplegar la otra propuesta.