Edición española; cubierta. No creo, en el fondo, fuese la mejor... como creo exagerado el galardón británico que posee |
La abundante literatura sobre robots se
alimenta con este (ya añejo) título premiado con un importante galardón
foráneo. No puedo empero dejar de comparar el libro de JOHN SLADEK con EL
ALMA DEL ROBOT de
BARRINGTON J. BAYLEY. Hasta sospecho que Sladek se basó bastante en el más
desconocido texto New Age, donde
JASPERODUS, un prodigio artesanal en varios sentidos, en un Remoto Futuro distópico de la
Tierra emprende un largo viaje (físico, moral; el del Héroe) para terminar
descubriendo que la respuesta al enigma que le ha mortificado largos años
estaba en el umbral del hogar que abandonó.
Jasperodus es un robot vehemente, ambicioso;
pronto se proclama monarca de un reino diminuto. El hambre de poder y
notoriedad le espolean, mas son aguijones que intentan distraerle de su
principal cuita: ¿quién soy, por qué siento,
por qué puedo discernir el vacío anímico del resto de robots?
Para alcanzar sus metas Jasperodus no
ahorra violencia. Tik-Tok ‘le imita’. Es cierto que, mientras que el gigante
broncíneo desde el primer momento toma lo que quiere a hostias, Tik-Tok (uno de
sus muchos y caprichosos nombres dados por sus dueños, no menos extravagantes)
debe llegar a la agresión y el asesinato en masa tras un elaborado proceso de
aventura, análisis, hastío, corrupción.
JOHN SLADEK, que vivió en España. Y se nota por algunas referencias que incluye en la obra; así como, sospecho, disfrutó con su estancia |
Aunque el tono general de la novela es
socarrón, su humor negro no es tampoco del que provoca alguna risotada
espontánea. Cuesta sonreírse. Sladek estampa un par de frases lapidarias
(parafraseada la mejor: no votamos al mejor, sino al que sospechamos menos daño
hará; y lo hacemos por asco, no por política o convencimiento) que obligan
a reflexionar. Merced los disparatados lances del descarado robot artista (apenas
empieza a matar se echa a la desvergüenza y los peores instintos), el escritor
efectúa varios análisis sobre la Sociedad, la Humanidad, sus motivaciones, sus perfidias.
No acaba del todo/completamente de
zambullirse Sladek en el cyberpunk, en imaginar un futuro catastrófico
hypercomputarizado de gente con los sesos cableados o cosas así, aunque habla
de Marte, una especie de guerra interplanetaria, avances en la ciencia que tienden
a ser tópicos del género, pues, como FRITZ LEIBER, Sladek no cree tanto en el género, la
especulación, la adivinación que pueda hacer desde la premisa que ofrece. Es un
recurso más. Escenario. No lo importante.
Pretende riamos con las desventuras de su máquina
maleante. Acaso un subtítulo de Tik-Tok
sería Tik-Tok o las desventuras del fin
de la inocencia. Como ocurre a los humanos, empezamos con maravillada
ingenuidad y confianza el tráfago por la vida para acabar no queriendo conocer
a nadie, recelando de todos, ODIÁNDOLOS, detestando levantarse de la cama.
Decepciones. Golpes. Traiciones. Igual sufre Tik-Tok.
Esta portada foránea sí se acerca más al grado de peligro y ruindad que TIK-TOK, envilecido por el desgaste humano, desarrolla |
El robot (Sladek le usa para satirizar los
presuntuosos textos de SAN ISAAC ASIMOV, mofándose de sus Tres Leyes de la
Robótica, que cree inútiles) empieza su andadura como esclavo de unos
estrafalarios caciques sureños que pretenden recrear la vida del Dixieland del
algodón, el algodón. Cada menda de la familia es peor o más catastrófico que el
previo. Estos primeros palos van sin embargo programándole para su activa vida
delictiva, cebada por sucesivas experiencias tan negativas como estrambóticas, y
arranca cuando las exigencias de limpieza de sus últimos amos se vuelven una obsesión.
Cuando una niña rompe sus rígidas normas de aseo, él la mata.
Rumbo a la Vicepresidencia estadounidense
le coloca este asesinato. Tik-Tok
puede, por último, verse como una rebelión a las estrictas normas sobre relatos
de robots acuñadas por San Isaac Asimov. Éstos debían ser leales tocapelotas pacíficos.
Por tanto, presentar en 1983 una novela que desafiara el canon (cosa que ya
hiciera Bayley una década antes, al menos, o aun STANISLAW LEM) era una provocación y un escándalo. Hoy día, una curiosidad que reseñar, sin embargo.