viernes, 13 de septiembre de 2019

COMPUTER CONNECTION — SKYNET: GENISYS

Una cubierta. Novela que no podría
publicarse jamás en España. Primero.
por la cobardía de los Editores, nada
propensos a lo innovador; segundo:
por un anquilosado lector nacional
adocenado y sectarizado

ALFRED BESTER publica lo que colijo es el primer (o de los primeros) relato cyberpunk, previo a los de pioneros del subgénero que lo popularizaron, como WILLIAM GIBSON, WALTER JON WILLIAMS u otros. Mientras que Gibson & Cía. barrenan en profundidad en historias de gente con cables en los sesos en abrasivas ciudades japonizadas, con la religión reducida a bibelot para unos cuantos fanáticos, y el común del mundo (viviendo en la miseria, o casi, o entre hostiles elementos tribakpunk) se distrae con invasivos anuncios o juegos de Corporaciones Omnipoderosas, Bester sigue resaltando al elemento humano sobre las computadoras “de última generación” (las que describe funcionan/almacenan datos en casettes). La humana es la historia que debe contarse.

Y lo hace con audaz estilo extravagante, lleno de abreviaturas y en el suficiente espanglés como para pensar: ésta será la lengua del futuro más/menos inmediato. Otros autores (Williams) lo preconizan (HARDWIRED). Los neologismos rebosan las páginas. Atrapan el interés del lector desinhibido, que ve un valor en esta osadía literaria. Da envidia que estilo tan personal se considere tesoro, no merma. Y lo aliña de humor (o lo desenfadado, mejor), como el cínico narrador “mexiforniano” de la obra a menudo constata.

Computer Connection conjuga “lo antiguo” con lo “más moderno”, o lo que creyó Bester lo era entonces. El cronista, EDWARD CURZON es, encima, inmortal. Empero no uno cargoso/pedante, como los de LA NAVE DE UN MILLÓN DE AÑOS. El tipo avanza con los tiempos. Se esboza tolerante, epicúreo, mimético. Forma parte de EL GRUPO, asociación compuesta por inmortales. Su trabajo consiste en asesinar (sí, ajá) a quien considera apropiado para gozar de la inmortalidad (obviando sus secuelas —que el autor elude relatar—.) Tiene una pista que le permite sospechar quién es o no apto: la epilepsia. Un epiléptico (como él) es candidato para sufrir su ordalía.

ALFRED BESTER. Desafiando la
moda de no fumar de hoy día. Al
parecer, autor con gusto por la
experimentación (literaria) y los
barrocos neologismos
Si sobrevive (y la pruebamuerte a la que les somete debe ser un shock tremendo, bárbaro, aun sádico), se une al Grupo. Si no… Bueno, Curzon empieza el relato huyendo de la policía, tras el enésimo fracaso. Así es nuestro héroe, viajero espaciotemporal ocasional.

El Grupo lo componen ‘celebridades’ apellidadas NEMO, BORGIA, WELLS, EDISON… En sus respectivas áreas de trabajo son ilustres, o casi. Curzon, comerciante inglés del siglo XIX, víctima del Krakatoa, ha encontrado un aspirante: un genio cherokee que, en efecto, es epiléptico… y, tras ser inmortal, hardware biológico de una primitiva IA, la EXTROCOMPUTADORA, que acaba revolviéndose no sólo contra el Grupo, sino también la Humanidad. Su contrapartida rusa se une a la matanza sin problemas.

El escenario es un violento futuro mestizo, ávido de energía; vuela al espacio, y vive bajo la férula de poderosos Combinados. Sustituyen, en parte, a los Gobiernos, en bancarrota, como las naciones, cuyo papel es muy vago, aunque no como para abolir sus fronteras del todo/completamente. Los cyberconectados ciudadanos son adictos a obscenos cyberculebrones. Aunque sobre todo esto Bester no ahonda mucho, al contrario de sus “seguidores/imitadores”, quienes han demostrado más habilidad y penetración.

Esta portada tiene relación con uno
de los personajes de la obra
No sé si JAMES CAMERON leyó este libro (lo comento por lo del cuento de BRADBURY). Porque la idea de una IA (que precisa al nuevo inmortal para expandirse o acceder a nociones ignotas a sus datos grabados) que decide exterminarnos mediante accidentes laborales o de tráfico (por alguna razón, no adquiere códigos de lanzamiento de armas de destrucción masiva; Bester prefiere hablar más/mejor de los electrofroditas, raza que nos sustituirá, según dispone la EXTRO), sale, en principio, de aquí. ¿Podría ser así?

Como toda ciencia ficción ‘clásica’ que tratara temas anejos, divierte ver cómo de corta se ha quedado al contraste con nuestra actualidad. Son ingenuas reliquias que, a la sazón, se consideraban pujantes fantasías de un futuro apenas lejano y ¿espléndido? ¿Cyberespacial? ¿Cyberrobotizado? Ahora son… singulares curiosidades.