Tóxica cubierta de un tóxico fenómeno. No sólo la basura zombie se critica; también se satirizan otros estereotipos sociales |
Esta novela gráfica acentuó mi asco por los
zombies. Toda persona sensata, por amante del fantástico que sea (sabe que,
cerrado el libro, el TBO, vista la película, acabado el videojuego, vuelve a la
rutina normal cotidiana), debe sentir natural repelencia por los zombies. Pueden
ser una opción (una, no LA opción) que
sazone un panorama sobrecargado por ejemplo de nósferos, licantros o demás abstracciones
de pronto vueltas guapetones crepusculares para arrancar a las adolescentes, o
no tanto, la pasta de la paga y permitirles tener softs sueños eróticos con iconos con los cuales sienten se
identifican.
El éxito del fenómeno zombie, que creo
empieza a ceder, ¡menos mal!, demuestra lo desnortada y confusa que está
nuestra Sociedad. Porque de una excepción más/menos tolerable y que resultase
más/menos ingeniosa, pasó a ser una avalancha de basura que hedía a años luz a
carne corrompida de argumentos todavía más pútridos.
Y para sostener este absurdo, hacían
cábalas multiuso para que pareciese “razonable” lo irracional. Cojones: son
MUERTOS. Ambulantes cosas podridas. Su putrefacción proseguirá. Acabarán
cayéndose por falta del mínimo-nimio sustento muscular, antes que óseo. Podría suceder
incluso que insectos, o aun perros salvajes, los devorasen a medio camino de
adonde quisieran dirigirse.
Es la guerra del futuro en los medios más rurales. ¿Podrían aun así ser derrotados? |
Bolsas de órganos corrompidos cubiertos de
vermes y moscas que, de pronto, ¡crack!, se caían porque los músculos de las
piernas, resecos, roídos, no podían ya aguantarlos. ¿Que se arrastran? El asfalto,
la tierra, las piedras, rasparían lo que los parásitos (hasta lo que los
pájaros carroñeros sobrevolándoles les hicieran) extenderían el daño por sus
cuerpos.
No. Los zombies “actuales” no construyen
armas nucleares porque supondría una desleal desventaja para con los bizarros
supervivientes (que no experimentan trauma, repulsión o náuseas al verse
inmersos en tan pestilente entorno) que deben demostrar coraje y resistencia en
un planeta enloquecido y absurdo, presunta alegoría de algún trastorno de nuestra
Sociedad, o aun la Historia, como el autor de la idea quisiera justificarla.
PAT MILLS, de nuevo aliado con KEVIN
O´NEILL, urden una historia que satiriza hechos políticos o modas sociales (con
gran anticipo, ésta sobre los zombies) mediante los cruzados de las capas o los
estrafalarios trajes de rata voladora. El légamo es rico en “anécdotas” que saben
explotar. No siempre puede ser wunderbar!
la ironía, aunque consigue llamar nuestra atención con dignidad.
De vuelta al hogar las alternativas para los vets no es muy prometedora. Para otros la guerra nunca acaba |
Cuando Marshal
Law aparece, Norteamérica seguía inmiscuyéndose en “el patio trasero”
(Centro y Sudamérica) apoyando despreciables dictadores de Derechas o, si le
convenía, de Izquierdas que justificara una intervención militar que pusiera en
el poder a uno anejo a sus intereses, un NORIEGA, un PINOCHET, gente así. El “futuro”
(el 2019 anteayer concluso) aporta una nueva clase de guerrero: el superhéroe.
Una operación transforma a un enclenque en una masa de músculos con
superpoderes capaz de arrasar al momento todo un batallón de revolucionarios
barbudos de la jungla.
Mas… acaba la guerra. La pacificación (tema
que ni Mills ni O´Neill penetran) en el Cono Sur manda a los exóticos
(extraviados, peligrosos, neuróticos) soldados a casa. Convierten la San Futuro
de tras el Grande en una especie de superburdel donde los superhéroes explotan
del modo más abyecto sus poderosos talentos. Estados Unidos ya no tiene más
guerras donde emplearles. Deben vivir de algo. El crimen, es otra opción.
¿Quién dijo que tus actos no tienen consecuencias? ¿Puede quel as peores...? |
Que obliga a Marshal Law a ejecutarles.
Muertos, víctimas de un vertido químico-tóxico, que combinado con sus
facultades, les resucita zombies, vuelven su principal objetivo al causante de
su deceso. Marshal debe resistir un terrible asedio antes de tomar la drástica
decisión que demuestra qué poco convencional es este antihéroe, un ejemplo de
cómo se pueden escribir historias para adultos empleando recursos casi pueriles.