Portada por la que creo alguno de ustedes podrá reconocer o recordar la obra |
Texto de JACK HIGGINS que sospecho previo a
EL
CONFESIONARIO. Posee
elementos concordantes entre las novelas. Ésta, empero, se centra más en el
espionaje “de alcurnia”, el jamesbondiano familiar por el cine, que en el cruel
mundo del terrorismo del IRA.
Marco: durante la guerra de las Malvinas. Agentes
ingleses esperan impedir que esos letales cohetes franceses llegasen a manos
argentinas e hicieran la gran puñeta a los buques de la Armada británica allí desplazados.
Esta trama desnuda los entresijos de la llamada real politik, qué volubles y traicioneros son los Gobiernos, a qué
extremos de criminal bajeza, en nombre del Estado y la Reina, en este caso,
pueden llegar procurando mantener situaciones de privilegio tanto territoriales
como comerciales o estratégicas.
[Por
mi parte, pienso que España, de tapadillo, debió ayudar a Argentina. Por nuestros
vínculos históricos. O el de la lengua. Aunque comprendo que echarle un cable a
una dictadura que tira disidentes desde helicópteros a mares infestados de
tiburones, tiene no sé cuántos desaparecidos (como el siempre nombrado autor de
EL ETERNAUTA) y torturados, es un
trago para una democracia.
JACK HIGGINS en pose de hacerse el interesante. Prolífico autor este hombre. sobre temas más/menos parecidos |
…trago
que Estados Unidos deglute sin esfuerzo en numerosos casos…
Norteamérica
socorrió a su aliado de las tormentosas islas de Albión, así que no estaría de
más que hubiéramos despistado (por Gibraltar, joder) algunas cajas de
armas o apoyo financiero para intentar equilibrar las cosas. Ya, ya. Era una
dictadura. Qué feo haríamos. Pero otras naciones europeas entregan a déspotas
de medio mundo pa$ta y armas, y salvo se lo afeen en no sé dónde, la cosa
enseguida se olvida. El paradigma:
las actuaciones estadounidenses y apoyo a sujetos muy execrables. ¿Pasa algo luego?]
La novela, sin embargo, es un triángulo
amoroso entre un oficial SAS británico, su ex esposa medio gala y un piloto
argentino del cual ella se enamora. El clima, previo-ya durante la guerra,
obliga a un íntimo contacto de los tres. El inglés, mientras intenta impedir
que mercenarios a sueldo de la URSS envíen Exocets a las tropas argentinas,
descubre un impresionante complot soviético para desprestigiar tanto a Gran
Bretaña como a la OTAN, consolidar la influencia roja en el Cono Sur Americano
y crear un desequilibrio de fuerzas favorable a los bolcheviques.
Todo queda, por valor, empeño y suerte,
desbaratado. Mas en lo que Higgins intenta incidir, de nuevo, es el lado humano
de los participantes. Como ese BRIGADIER FERGUSON al que acabas pillándole ODIO
porque es un titiritero sin entrañas. No tiene reparos, moral o escrúpulos, en
usar a los peores enemigos de su país si sus siniestras artes pueden
beneficiarle. Te preguntas qué clase de conciencia tiene alguien así, que luego
discursea sobre la ética, el bienestar común, la Patria, todo eso, cuando puede
sacrificar a numerosos leales sujetos por “la causa” sin ningún remordimiento.
Tal procede con su hombre del SAS y su ex; los embrolla con una tupida mentira
tocándoles la fibra y les arroja al tablero de las conjuras internacionales
poniéndose consternado (de pega) si, al final, les torturan y matan en
cumplimiento del deber. Sólo cuanto le importa.
Al parecer, esto del cohete era la mejor forma de publicitar esta novela |
Higgins comete contra sí mismo una pequeña
traición. Por boca de la mujer, deplora la actitud británica hacia los
extranjeros, su educado racismo. Ellos son faro de civilización; todo lo bueno
procede de su ejemplo o instrucción. “El nativo” no sabe nada, por plagado de
talento que esté. Deplorable, piensa. Mas, después, cuando pinta a los
argentinos, les muestra débiles soldados incompetentes, cobardes, frente al
abnegado SAS inglés. Los franceses le parecen igual: gente combativa. La sangre
no se desmiente, ¿eh, Jack?
Buena novela para sentir asco por todas
esas eminencias grises que planean los Secretos de Estado y sus muy opacas
actuaciones, y cómo pueden repercutirnos negativamente.