viernes, 9 de octubre de 2020

MI NOMBRE ES QUINT — PARECE UN CHISTE

 

Portada de una potente novela
del noir sorprendente por su
esquemático aunque certero
estilo. Cine en prosa

SAMUEL FULLER, veterano en prensa, novela y cine, plantea la novela con un aire difícil de describir. Desprenden sutil ironía negra todas sus páginas, que veloces transcurren ágiles, cuan guión de cine, deteniéndose en el detalle lo mínimo-nimio, empero aun así consigue descripciones logradas, creando un interesante elenco que recuerda a un chiste.

Un inglés, un francés, un italiano y un alemán (van en un barco, o avión, y, de pronto, ante letales dificultades, deben sacrificarse por turnos, para que sobreviva uno al menos, ¿os suena?), con graves cargos en sus respectivos Gobiernos, complotan con un ambicioso general árabe, próximo a dar un golpe de estado (además, planea crear unos Estados Unidos Árabes —por ambición no quede—), para vender negocios y orientar las políticas de sus respectivas naciones hacia una complacencia con esos Estados Unidos Árabes. A cambio, el general les propone regalías económicas y gabelas que empiezan por entregarles, en metálico, cien millones de dólares por barba.

Todo wunderbar! hasta que SAFO, secretaria-para-todo de BRYCE, el inefable “mediador”, de excelente reputación en estos tejemanejes, roba la cinta (guasa que compone Fuller sobre las famosas cintas de NIXON) donde consta la conjura, y escapa. Horror. Tragedia. ¡Chantaje, o algo peor!, temen.

Bryce ordena a su sicario francés recupere la cinta. Fracasa. Recurre pues a Quint, viejo sabueso de buen CV como rastreador de personas, mas ahora caído en desgracia. Quint es auténtica piltrafa. Sin embargo, este perdedor revive cuando Bryce le encarga la misión. Deja de sentirse un acabado inútil. Vigorizado, llega al inesperado desenlace a través de media Europa y distintos asesinos de elite, a los que la Fortuna derrota por él, porque por méritos bélicos propios, Quint, antihéroe, poco podía hacer.

SAMUEL FULLER, P-38 en mano, acaso durante
una de sus películas. Hombre de extensa labor,
tocó temas controvertidos sin amilanarse. No
como hoy día, donde los nacionalfeminismos
y anejos han reventado la libre creación

Fuller no teme ser harto políticamente incorrecto en esta novela sobre la integridad y la rehabilitación personal, el rencor, el sexo y el amor. Sus participantes son procaces, racistas, machistas, de lenguaje cuartelero, con retorcidos instintos asesinos pese a su alcurnia. Por mor del tono irreverente del libro, los verdugos puestos tras Quint y Safo parecen sacados de BOND, JAMES BOND, letales pero excéntricos, excesivos y teatrales. O de un dramatismo incalificable, como el del hijo del criminal de guerra nazi, incapaz de admitir los terribles actos de su padre. Los cree crueles calumnias semitas. Envidia.

Gracias a ese siniestro humor negro-irónico que empapa la obra, Fuller le mata en una sinagoga, administrándole la extremaunción (o su equivalente judío) un rabino.

Fuller escribe ya muy veterano. Poco parece importarle lo que la crítica diga. Honores, acumula. Le solaza estampar la historia que quiere contar como mejor le parece, integridad que deberíamos imitar. ¿Lenguaje procaz? Vale. ¿Nazis? Pues sí. ¿Crueles conspiradores? Adelante. Hoy día vamos todos con un soberano MIEDO a escribir “puto negro cabrón” o algo que parezca antifemirulista no sea nos lapiden y censuren. 

Uno de sus filmes. Seguro que
con carga polémica y personajes
abruptos de peor lenguaje

Los tipos de “lenguaje negativo” existen por doquier, y negar, dentro de una obra, de concreta temática, que proceden o hablen así o asá, estafa a la Historia y al lector. Suprime autenticidad a las tramas. Proponen modélicos peleles-eunucos afeminados mientras meten, qué curioso, a los tipos duros como JOE HALLENBECK dentro de los armarios de los que han sacado a sujetos que, por políticamente correctos, no valen un carajo.

Inquieta este “puritano” sesgo que coarta la creación. Porque sufrimos la incongruencia de que puedo hacer algo que ofenda los sentimientos religiosos, pero censuren a RICHARD CORBEN por escandalizar al nacionalfeminismo de piel muy sensible con su arte. Me parece, pese a esto, que imitaré a Fuller. Haré lo que quiera como quiera, primero porque es un derecho que me asiste, y, después (e importante), porque así la historia saldrá redonda. Tanto preocuparse por el aspecto vacía el contenido, lo que cuenta. Neguemos tanto poder a los mediocres y sus modas “medioambientales”.