Portada nacional. Cuidado con los ditirambos del prólogo. Parecen más ideados para vender el libro que para hacerle justa justicia |
NEAL STHEPENSON pierde el control de esta distopía
cyberpunk. Lo achaco a no definir el tono general como envuelve su trama: comedia, parodia, siniestra
conspiración global de poderes gubernamentales contra conglomerados
corporativos (ergo, más ominoso), querer aportar otro ladrillo a la mitología cyberpunk empleando ingredientes sumerios para hacerlo
sugestivo... Incierto. Por tanto, se le desmanda una novela que, si bien
entretiene, redacta con coloquial estilo “postmoderno”, con homenaje a STEPHEN
KING incluido, deja con lagunas que debes llenar instintivamente.
T.A., la precoz adolescente korreo, es un
encanto. HIRO PROTAGONIST va de sobrado; llega un momento en que irrita su
aparente suficiencia y dotes de samurai mestizo. Stephenson, de este modo
(designando con ese nombre al hacker pseudoprotagonista), advierte que todo,
pese a la magnitud de la amenaza, tiene relativa gravedad, como en LOS GUARDIANES DE LA GALAXIA, y aun me
sugiere parece pretende imitar a FRITZ LEIBER en novelas como LOS
CEREBROS PLATEADOS,
donde una elegante prosa y un fino humor bien macerado embeben al lector en la
historia.
Se acerca, en efecto, empero tras perder el
control de la historia (y sorprende que cuantos correctores que ha tenido tan
densa obra lo hayan obviado), todo su brillo e inteligencia se transforma en
hueco oropel sobrecargado de adjetivos. Decides acabar el libro por no tenerlo
en la conciencia, pesando como la traición a un amigo generoso.
NEAL STEPHENSON en peculiar foto; un poco a lo gunslinger y, al tiempo, iluminado mesiánico |
Cuando los Federales atacan a T.A., terminando (no relatado) presa de los “sectarios de Babel” (llamémosles así), es donde el autor pierde el control. Lo que sigue exuda aire de improvisación, que intenta camuflarse de grandiosidad, aparatosidad épico-wagneriana de complot “mesiánico” para dominar un mundo desestructurado y balcanizado, del que apenas sabes nada, pues la acción se centra, en principio, en un caótico Los Ángeles tribalpunk de unos Estados Unidos de las Américas desgarrados, sin mando central, o federal, y cada calle, casi, pertenece a una corporación o secta religiosa. Las fronteras están bien definidas (aun, defendidas) para que un fugitivo (caso de Hiro, o T.A.) pueda encontrar santuario en la calle de al lado, predio de una corporación rival.
La Mafia es un poder político, económico y
social (nada mienta de otras organizaciones criminales, de éstas tan poderosas
que hoy día nos atribulan) que, a modo, salva al mundo del complot del magnate
mesiánico y su lengua universal, que extenderá su viral paganismo roecerebros. Esto
lo sabes casi al final, en uno de esos giros ¡sorpresa! que confirman lo
provisional, perdido, que tiene Stephenson el control de su novela. Nada sugiere
antes que la Mafia está intentando evitar un daño global (como tampoco parece
quiera salvar el ancho mundo para gobernarlo); sólo es una inmensa y potente
empresa pizzera que considera como grave agravio retrasos en las entregas de pedidos.
Otro título del autor, que tiene apariencia de ser pluma reputada |
¿Por qué insisto tanto lo del mando
perdido? Porque un deplorable “giro argumental” hace deleznable esta novela, que
apuntaba a mucho, y alto. Hechos: no sabemos qué preguntaron a la madre de T.A.
en el brutal interrogatorio; por qué los Federales permitieron a los sectarios
de Babel abducir a T.A. si la consideraban person
of interest. En ese aparcamiento todo empieza a ir deus ex machina. Amenaza desbarrar. Hiro salva la situación, por
ser héroe. No por talentudo. Sólo sospechas qué fue de él, porque tras imitar a
TRON, evitando que el destructivo virus Snow
Crash destroce las mentes de los hackers del Metaverso (alias del
cyberspacio), no vuelves a saber de él. Encima, la proeza la hace su avatar
computarizado. ¿Qué fue de su persona, en la sórdida realidad, cómo se las
bandeó tras huir de la Almadía? Preguntas así se encadenan.
Todo lo fía Stephenson al espectáculo del sicario CUERVO, el capo mafioso, el cyberperro supersónico. Lo demás, al parecer, lo pone su CV literario. Sin exigencias, lector.