Monótona. Repetitiva. De cretina superioridad
moral. Jactanciosa. Novela-diálogo adornada por cambios de escenario destinados
a perpetuar la cháchara. Paradigma de cómo un escritor puede ser un vago
absoluto quedando encima de puta madre magistral… ante quienes no saben pese a
afirmar ser “eruditos” en la materia.
Pereza es la constante palabra como puedo
describir, en esencia, Fundación. SAN
ISAAC ASIMOV se aprovechó de su reputación para meternos una batata que, no
obstante, ha servido de provechoso germen para obras más barrocas y coloridas como
DUNE o MODERAN (la comparación con ésta última desnuda todas las carencias
de Fundación. Empezando por un protagonista
con el que puedas establezcer algún lazo emocional.)
Y dejemos algo claro: admito la (insidiosa)
importancia de San Isaac; su tenaz capacidad laboral; su prolífica obra; su
influencia. Mas esto no quita sus defectos. Fundación
descuella uno de los rasgos por los cuales se recuerda al BUEN DOCTOR, más allá
del resumen hecho sobre sus contribuciones y talento: la arrogancia. Y
sorprendente cortedad de miras en un hombre que parecía heraldo trekkie del futuro.
Antes de que SEINFELD, o TARANTINO, o KEVIN
SMITH popularizaran lo de un par de tíos, o grupo, en un determinado espacio
relataran sobre sus filias o fobias, ya San Isaac lo pontifica en esta novela,
la ciencia ficción panteón. Que va de esto, únicamente: de garlar. Sin duda,
obra de teatro económica. A veces pones un distinto telón de fondo diciendo:
Esta usted en tal o cual o Pascual lugar, y ¡resuelto! Porque pese a que nos
digan que “flotamos” en diversas exóticas esferas extraterranas, todo
transcurre en un casi claustrofóbico espacio cerrado; habitaciones más/menos
suntuosas.
Esta es la crónica galbana que desprende la novela, primera de una trilogía, donde distintos axiomas se defienden desde nebulosos o hipócritas principios. Asimov, como científico, consideraba que la pax y la ciencia salvarían a la Humanidad. Puede ser cierto; aunque está olvidando que MENGELE era, pese a todo, un científico, y para probar sus teorías no paró en cuestiones morales o éticas para hacer daño (uno que luego ha reportado impresionante beneficio general). Mas hizo daño.
Una vez y otra recuerdo Dune. Es como una pormenorización de
esta Fundación academicista que debe ser raíz de un imperio galáctico (de una
Galaxia ausente de robots, computadoras, alienígenas, en su brutal vastedad;
tampoco las mujeres —ni de rebote— cuentan con participación decente en la
minimalista trama de dos tíos hablando en un cuarto) y donde curan el cáncer
pero no sacan al pomposo HARI SELDON de su silla de ruedas, ni tampoco frenan
la vejez. Dar longevidad. Y esto lo escribe un científico que, además, tenía
licencia para imaginar hasta el infinito y más allá de la Cúpula del Trueno.
Sin duda sostendría charlas con colegas
donde trataran estos temas e idearan opciones o soluciones. Mas Asimov se pega
a la muelle cobardía de recordarnos que la violencia es el último recurso del
incompetente (claro: por eso el horrible drama del Holocausto fue resuelto en
una Conversación en Suiza. —Ahí HEINLEIN fue más honesto al declarar que la
violencia ha resuelto más problemas de los que quieran admitirse—) cuando, sin
embargo, la Fundación, mediante SALVO HARDIN, cuanto hace es amenazar a los
planetas vecinos con “embargos atómicos” e instituye una “religión teonológica”
para garantizar esos embargos. ¿No es eso violencia? La santurronería de Asimov
lo niega.
Siendo Términus mundo sin metales ¿de dónde sacan el uranio para sus generadores nucleares? De sus vecinos. Quienes, para cortarles la prepotencia, sólo deben someterles a embargo. Pues, no. Ni lo piensan. Acabando: Fundación es el presuntuoso tipo sectario de ciencia ficción amado por tramos timoratos de lectores, editores y escritores porque lo puso de moda un vanidoso intelectual al que han ¡encumbrado!, impidiendo, u obstaculizando, opciones más activas/aventureras del género prosperar y difundirse.