viernes, 6 de noviembre de 2020

DR. NO — NI CIA, NI GADGETS

 

Esto, como SHERLOCK
HOLMES, es puro pulp. Un
héroe invencible/infatigable,
guapas
partenaires, un malo
sádico, triunfo del bien contra
el mal. Carnaza para el cine
y el esparcimiento popular

La sexta novela que IAN FLEMING dedicó a su personaje estrella, el invencible espía del MI 5, difiere considerablemente de la imagen que el recién fallecido SEAN CONNERY popularizó en la gran pantalla, a exigencias del guión, esto es.

Sabes de Bond, James Bond, a través del cine, a menos de seas de esas inteligencias privilegiadas que conoce los entresijos de la literatura y tengas el dinero y oportunidad de adquirir esos libros sobre los que has adquirido previos conocimientos. La inmensa mayoría debe acceder a estos mitos, insisto, mediante una versión filmada.

El lector que bucee en las jamaicanas aguas del relato notará, al punto, las diferencias entre libro-película; faltan las cosas que, por otra parte, son esperadas/tópicas del espía bon vivant con licencia para matar o torturar sin remordimientos (que afloran, empero. Sufre punzadas de culpabilidad que ahoga con vodka. Toma el Martini agitado-no removido ante el público que debe hechizar con su seductora chulería de invencible. En privado vacía botellas del licor ruso a pares.)

Un clásico del agente británico son los gadgets, las mierdas que Q le proporciona: el láser microminiaturizado en el reloj, el zapatófono con IA incorporada, la cuerda fina como un cabello que puede arrastrar un tren, el auricular disimulado que capta transmisiones marcianas, el cochazo antibalas tuneado con cohetes de uranio empobrecido... Esos chismes. Es ritual el momento en que M, ese siniestro funcionario que hace que el mundo sea peor, junto a sus colegas de profesión de cualquier bando, envía a Bond, James Bond, al taller de Q a que le dé la estilográfica que, aparte de firmar autógrafos sola, es soplete que echa ácido a la amenaza de turno.

IAN FLEMING, ex oficial de Inteligencia durante
la Segunda Guerra Mundial, tenía bases para dar
credibilidad a BOND, JAMES BOND. Como
otros tantos, inmortal por su personaje de ficción

Todo esto, como la CIA, ausente en Dr. No. La relación con M es, a un tiempo, paternalista/de ODIO, y Bond, James Bond, luce discreto lo que llenaba salas de cine, hoy considerado pernicioso machismo. Es atractivo hombre competente, masculino, que teme, sufre, suda, sangra, duda. Bebe cuando puede, aunque su sentido de la lealtad, el compromiso, la causa y la bandera, hacen que se modere…, al menos hasta que el malo perezca… a sus manos. Ejemplifica que el bien siempre triunfa, y en solitario.

Otro (esto sí viene) Factor Bond es el erotismo, su prodigiosa capacidad para conquistar a la bella de la novela. Aquí, la independiente aventurera HONEYCHILL RYDER, que busca conchas raras codiciadas en Nueva York en la isla que el Dr. No ha conquistado con mañas más/menos bruscas para hacer de las suyas; léase: mercenario de los soviéticos, estrella cohetes militares estadounidenses mediante radiotransmisiones. Son los años de la Guerra Fría (que sigue, por lo sabido la semana final de Octubre sobre los diez mil soldados rusos que pensaban mandar a los insurgentes nazionalistas para respaldar su golpe de Estado) y vale cualquier ventaja sobre el ODIADO enemigo.

Afiche de la película. Ellos veían el
filme para soñar/aprender cómo 
ser seductor invencible. Ellas, para
fantasear con el tipo de hombre
que deseaban las cortejara. Hoy
día, eso se considera amenaza.
(El papel que dio fama mundial
al finado SEAN CONNERY)

Más Factor B son los modos extravagantes como quieren liquidarle. Dado el sesgo pulp, mas en faceta policíaca, que tienen estas páginas, esperaba duelo con algún colosal matón, como el tal TIBURÓN. Pues, a modo, Fleming no traiciona lo que exageran los del cine. En este caso, sobre lo que es el propio Dr. No (ladrón asiáticomestizo manco modificado por dolorosas cirugías para hacerle parecer no sé qué absurda amenaza), aparece ¡un calamar gigante!, que casi destroza a Bond, tras sobrevivir al diabólico dédalo donde No esperaba eliminarlo. Eso, aunque suene algo excesivo, novelesco, tenía coherencia intrínseca. Lo del calamar gigante… ¡vaya desbarre!

Ante concepciones literarias elevadas (pongamos, JANE AUSTEN) que atiendan a gustos sibaritas del refinado público/crítico, están estos libros, despreciados por su contenido popular, no populista. Y son, apreciada su influyente alcance, la auténtica columna vertebral de la literatura, el cine, el ocio. Propongo pues promover un serio movimiento cultural que los defienda frente a esos sectores elitistas que, en el fondo, son ignaros. Tan sólo pretenden presumir de cultureta ante aturdidos espectadores no más informados, o veleidosos.