viernes, 10 de marzo de 2023

EL ÚLTIMO VALLE — EL PERRO DE LA GUERRA Y EL DOLOR DEL MUNDO

 

Afiche foráneo de una magnífica
cinta que todo amante del buen
cine no puede dejar pasar

JAMES CLAVELL adapta la “histórica” novela de J. B. PICK ‘recreando’ un episodio de la Guerra de los Treinta Años, que consumió ingente cantidad de vidas y recursos por la radicalización de los fanatismos religiosos en liza, en principio: católicos contra herejes luteranos. O protestantes, que ahora se descubren en una tremenda tesitura con visos de cisma: movidos por la oleada de inclusivismo que barrena, como otras calamidades de corte similar, nuestra Zoociedad, pretenden eliminar de sus plegarias el nombre de Dios; en especial, el de Dios Padre. Cambiarlo por alguna fórmula que suena a concepto de JACK KIRBY sobre GALACTUS: Ser Celestial, Divinidad Superior, algo así. Ocurre que:

Jesús dijo que “cuando debáis dirigiros a Mi Padre, orad diciendo: Padre Nuestro…”; o sea: los anglicanos profundizarán su herejía ¡enmendando al mismísimo Jesús! Quien afirmó que hay UN Padre Celestial (ergo, varón) y, por menos que dudar de eso, en Europa ardieron casi sin tregua hogueras durante siglos.

[Hablo de los herejes, cierto; mas habiendo en Roma un cura comunista en función de Papa, fijo copiará la tontería y pondrá en tal situación (cismática) al catolicismo que, juntos, acabarán mandando la religión cristiana al c*a*r*a*j*o. (Y no me pesa; aunque tenemos lo de que el Hombre debe creer en algo, y lo que sustituya a la Iglesia puede ser peor. —En SOGUETTO eran los Dioses del Rock y la Pantalla. Los ateos comunistas elevan panteones a asesinos genocidas como EL CHÉ o STALIN, venerándolos como ningún capillita hace de un palio. Esta hipocresía confirma, sin embargo, la necesidad de Ser Superior Inmaterial en el que creer de la Humanidad—.)]

Dos protagonistas para una historia en una era
irracional por su desmedida violencia... algo
así como está sucediéndonos ahora. Pese a
todo, no son ambos tan disímiles. Uno, acaso,
es más cínico que el otro

El escribano VOGEL, huyendo por fantasmagóricos parajes arrasados por la guerra, el pillaje o la peste negra, acaba milagrosamente en un valle, fecundo en cuanto a cosechas y anejos, apartado de toda catástrofe. Un trocito de Paraíso, considera. El lugar parece despoblado. Con Vogel llega, sin que lo sepa, una tropa mercenaria (esbozo de bárbaros sin compasión de media Europa) que pretende hacer lo que llevan años practicando: saqueo. Mas, de un modo no menos milagroso, Vogel persuade a EL CAPITÁN, ilustrado caudillo, que allí están a salvo; el invierno llega. ¿Dónde encontrarán otra oportunidad mejor de pasar una estación tan inclemente que allí?

El Capitán es hombre arrasado por la guerra, empeñado en no tener creencias. Aunque, latente bajo su inexpresivo cinismo, que emplea para criticar esa guerra como sus causas religiosas y, en especial, al fanático sacerdote católico de la aldea, perdura la necesidad de creer en algo. Alguien. No puede, pese a cuanto argumenta a Vogel (y, primero, a sí mismo, justificándose su postura, o actos), abandonar la necesidad de culto: Dios, rey, guerra. El final de la cinta lo remarca: pide que haber custodiado el valle, como concepto de pax y convivencia pese a las diferencias, le sea reconocido; ¿lo harán, Vogel?

Y no olvidemos el toque de
romanticismo, un vehemente
amor bárbaro (porque, oigan,
¡esta mujer prefería hacerlo con
un hombre antes que a
solas!
¡Qué salvajes eran, entonces!)

Acaso la moraleja de El último valle sea la de que, necesidad humana de la fe en fuerzas sobrenaturales superiores, los fanatismos perjudican profundamente a la Sociedad; la transforman en Zoociedad. Y más, cuando se trata de una materia como la religión. Hoy día, con su influencia cuestionada, en reflujo, ese ansia hace que nuevos dioses reclamen el lugar que dejará.

Como el feminazismo desbocado, que ha deformado la causa de forma escalofriante; ha encadenado otras peligrosas barrabasadas (lo transX, lo inclusivo, lo…; en la prensa a diario palpitan) emprendiendo una insensata y despiadada cruzada que puede dejar la Guerra de los Treinta Años en anécdota. Su lógica es Sith: o estar con el Movimiento, o ser aplastado/a. Los viejos autos de fe, modernizado, se llaman “redes sociales”, y, por su brutalidad, como hace Vogel, la tentación de esfumarse entre la niebla, olvidar todo este deletéreo delirio, se hace cada día más Más MÁS imperiosa.