Afiche foráneo de una magnífica cinta que todo amante del buen cine no puede dejar pasar |
JAMES CLAVELL adapta la “histórica” novela
de J. B. PICK ‘recreando’ un episodio de la Guerra de los Treinta Años, que
consumió ingente cantidad de vidas y recursos por la radicalización de los fanatismos
religiosos en liza, en principio: católicos contra herejes luteranos. O
protestantes, que ahora se descubren en una tremenda tesitura con visos de
cisma: movidos por la oleada de inclusivismo que barrena, como otras
calamidades de corte similar, nuestra Zoociedad, pretenden eliminar de sus plegarias
el nombre de Dios; en especial, el de Dios Padre. Cambiarlo por alguna fórmula
que suena a concepto de JACK KIRBY sobre GALACTUS: Ser Celestial, Divinidad
Superior, algo así. Ocurre que:
Jesús dijo que “cuando debáis dirigiros a
Mi Padre, orad diciendo: Padre Nuestro…”; o sea: los anglicanos profundizarán
su herejía ¡enmendando al mismísimo Jesús! Quien afirmó que hay UN Padre
Celestial (ergo, varón) y, por menos que dudar de eso, en Europa ardieron casi
sin tregua hogueras durante siglos.
[Hablo
de los herejes, cierto; mas habiendo en Roma un cura comunista en función de
Papa, fijo copiará la tontería y pondrá en tal situación (cismática) al
catolicismo que, juntos, acabarán mandando la religión cristiana al
c*a*r*a*j*o. (Y no me pesa; aunque tenemos lo de que el Hombre debe creer en algo, y lo que sustituya a la Iglesia puede ser
peor. —En SOGUETTO eran los Dioses
del Rock y la Pantalla. Los ateos comunistas elevan panteones a asesinos genocidas
como EL CHÉ o STALIN, venerándolos como ningún capillita hace de un palio. Esta
hipocresía confirma, sin embargo, la necesidad de Ser Superior Inmaterial en el
que creer de la Humanidad—.)]
El escribano VOGEL, huyendo por fantasmagóricos parajes arrasados por la guerra, el pillaje o la peste negra, acaba milagrosamente en un valle, fecundo en cuanto a cosechas y anejos, apartado de toda catástrofe. Un trocito de Paraíso, considera. El lugar parece despoblado. Con Vogel llega, sin que lo sepa, una tropa mercenaria (esbozo de bárbaros sin compasión de media Europa) que pretende hacer lo que llevan años practicando: saqueo. Mas, de un modo no menos milagroso, Vogel persuade a EL CAPITÁN, ilustrado caudillo, que allí están a salvo; el invierno llega. ¿Dónde encontrarán otra oportunidad mejor de pasar una estación tan inclemente que allí?
El Capitán es hombre arrasado por la
guerra, empeñado en no tener creencias. Aunque, latente bajo su inexpresivo
cinismo, que emplea para criticar esa guerra como sus causas religiosas y, en
especial, al fanático sacerdote católico de la aldea, perdura la necesidad de
creer en algo. Alguien. No puede, pese a cuanto argumenta a Vogel (y, primero, a
sí mismo, justificándose su postura, o actos), abandonar la necesidad de culto:
Dios, rey, guerra. El final de la cinta lo remarca: pide que haber custodiado
el valle, como concepto de pax y convivencia pese a las diferencias, le sea reconocido;
¿lo harán, Vogel?
Y no olvidemos el toque de romanticismo, un vehemente amor bárbaro (porque, oigan, ¡esta mujer prefería hacerlo con un hombre antes que a solas! ¡Qué salvajes eran, entonces!) |
Acaso la moraleja de El último valle sea la de que, necesidad humana de la fe en fuerzas
sobrenaturales superiores, los fanatismos perjudican profundamente a la Sociedad; la
transforman en Zoociedad. Y más, cuando se trata de una materia como la religión. Hoy
día, con su influencia cuestionada, en reflujo, ese ansia hace que nuevos dioses reclamen el lugar que dejará.
Como el feminazismo desbocado, que ha deformado la causa de forma escalofriante; ha encadenado otras peligrosas barrabasadas (lo transX, lo inclusivo, lo…; en la prensa a diario palpitan) emprendiendo una insensata y despiadada cruzada que puede dejar la Guerra de los Treinta Años en anécdota. Su lógica es Sith: o estar con el Movimiento, o ser aplastado/a. Los viejos autos de fe, modernizado, se llaman “redes sociales”, y, por su brutalidad, como hace Vogel, la tentación de esfumarse entre la niebla, olvidar todo este deletéreo delirio, se hace cada día más Más MÁS imperiosa.