Añeja portada que intenta dar sensación de antigüedad al manuscrito; el entretenimiento, junto a un repaso a la Historia, están garantizados |
Debemos reconocerle astucia a ARTURO
PÉREZ-REVERTE al encarar este serial con todas las trazas de ser su opus magna literario. Creo van siete, o
nueve, títulos, así como una película fastuosa en su imaginería, empero notablemente deficiente en
cuanto a su resultado final.
Reverte pretendió ‘complementar’ los
temarios de Historia de España de los estudiantes de los institutos mediante
estas novelas (dudo hoy día las recomienden; el progresismo —¡qué lata tener últimamente que citarlo en casi toda
reseña!— estima que la educación es una sarta de bujarronadas y sensiblerías cuya
finalidad persigue desbaratar
el espíritu crítico del individuo) y descubriesen las luces y sombras que posee
nuestra Historia, en especial, en su cima, antes del declive. Fue astuto al
hacer que el narrador de estas leyendas fuese un joven, el cual va madurando y,
más/menos, con quien el adolescente lector pudiese sentirse identificado;
planteó las historias como retablo de grandes figuras a las que humanizó al
incluirles defectos, y a estos personajes admira, o aborrece, ÍÑIGO BALBOA, el cronista;
escogió un eficaz sistema narrativo que no se complica demasiado la vida con
perífrasis, metáforas o rebuscados recursos literarios. Pretendía instruir al
lector detallándole diversos grandes hitos “contemporáneos” de manera llana,
didáctica, que enganchase.
Sin embargo, no he leído una sola página de
El Sol de Breda que no me recordase GENERAL SS, la novela de SVEN HASSEL. La copia, sin copiarla. En General SS cuenta el asalto, luego
resistencia y final escapada de Stalingrado; a modo, Reverte hace ídem. Este es
relato de guerra pura y dura, con sus combates de gran magnitud y escaramuzas
guerrilleras. Igual que General SS. Y,
aunque los partiquinos de estas andanzas no queden atrapados en “la marmita de Breda”,
debiendo huir de ahí como mejor pudieran, aquél compendio de batallas,
triquiñuelas, túneles, lances, forrajeo para seguir pugnando, reviven en estas
páginas.
El "corso" PÉREZ-REVERTE, que estará reventado de risa con la última cagada femirula: prohibir el Día del Padre. ¡Bien vamos! Ni en el Siglo de Oro hubo tanto disparate, señor Reverte |
Hay que imputarle, no obstante, un enojoso defecto a estas novelas de sesgo histórico (ando amoscado con ese término; la Historia es algo que sucedió así, no asá; no creo que hacer decir a IULIO CESAR “¡Por la izquierda, camaradas!”, cuando se limitó a señalar, sea ser riguroso con los hechos, algo que debemos exigir a los historiadores, así como imparcialidad); a saber: la INCONGRUENCIA.
En la primera, es nada menos que meter al PRÍNCIPE DE GALES, CHARLES, en un
lance a espadas para salvar la gorja a ALATRISTE; en la segunda, hacer de FRANCISCO DE QUEVEDO émulo de jinete de Pony Express para salvar la vida a
Íñigo, cautivo del riguroso Santo Oficio; en esta, empeñarse, hasta el hastío,
en afirmar que existió DIEGO Alatriste; que tiene un “borrado” en el famoso
cuadro de La rendición de Breda, y
que, por extraños avatares, VELÁZQUEZ lo anuló de la tela.
Acentúa este empeño Quevedo al componer unas odas y tal que confirman que el singular sicario fue persona real, además, pieza importante en momentos específicos de su época. Encuentro harto grosera esa obstinación.
Tengo la impresión de que la ha leído, y su tono ha impreso a la novela que reseño |
Es como RIDDICK: cuanto menos sepas de él, que cabalgue entre
la leyenda urbana y la realidad, mucho mejor. Así, Reverte convierte a
Alatriste en especie de super-antihéroe que, por pelotas, debemos creer estuvo
allí, ¡en efecto!, y que una brumosa maquinación judeomasónico nubló su
auténtica aventurera semblanza, malicia que hace incluso desaparezca de la célebre
pintura citada.
Por ahí, no paso, señor Reverte. Y aunque sé que, de leer esto, a usted le dejaría frío mi modesta
opinión, le pido que, en futuras entregas, desista de perseverar en esta manía de
hacer de Alatriste personaje verídico, no ameno testaferro de su era. Mire: DOC
SAVAGE nunca existió. No me importa. Igual, o más, disfruto sus andanzas.
Imite ese modelo.