RAMBO, secuela de ACORRALADO, consiguió mejor internacionalizar una
cuestión que debía seguir trastornando a Estados Unidos; aunque no sé hasta qué
punto la nación patria de la tarta de manzanas realmente estaba angustiada con esta
cuestión concreta. Sospecho debía seguir habiendo un enconado sector del
populux que seguía considerando vital VITAL resolver el asunto: devolver a las
cultivadas graves planicies de Kansas a los prisioneros de guerra cautivos aún en
los arrozales del Sudeste Asiático.
Eran sus hijos, hermanos, en algún caso,
hasta padres. El avatar del conflicto los dejó presos en pestilentes campos de
prisioneros sin poder contactar con el exterior, sin posibilidad de reanudar la
relación con los suyos, sin permisos de visita como los de las prisiones
convencionales. La comunista Vietnam, o Laos, se limitó a esclavizarlos almacenados
en gulags selváticos, permitiendo murieran de cualquier miserable manera.
Rambo excitó la imaginación de esos parientes, de ese delta de
norteamericanos, al poner a un superhombre del combate en acción vengando la
clamorosa afrenta que suponía HABER OLVIDADO a esos hombres, hacer como si
nunca hubiesen existido, pese al máximo sacrificio que enfrentaron entonces. Es
notable baldón para el espíritu de cuerpo de un Ejército que abandones a los camaradas,
más tras haber cumplido de firme. ¿Quién quiere ir a la mili cuando sabes que
tus mandos te van a dejar tirado cuando les pinten bastos, traicionándote largándose
en sus helicópteros, apáñatelas como puedas? Nadie. Muy masoca debe serse para
aceptar alistarse en esas condiciones.
El coronel retirado RHODES; desencantado con la cobarde frivolidad de la diplomacia, tenaz pone pies en pared y ¡ejecuta! Aúna pensamiento a acción... tras convencer a otros a seguirle |
Los políticos… bueno, ya les conocemos. Se refugien tras las siglas que sean. Ellos habían metabolizado el problema evacuándolo como que no podían reiniciar las hostilidades por un puñado de MIA; imposible gastar millones, y vidas, en fantasmas. Un político no tiene entrañas, sólo rapaces instintos que abonamos votándoles. Pero, para un soldado… un oficial y caballero… intolerable aceptarlo.
El retirado coronel RHODES lo asume así. Y,
en la ficción al menos, JOHN MILIUS y TED KOTCHEFF resuelven el tema. Actúa con
una inteligencia que desaprovechó SYLVESTER STALLONE, pese a ser notable
dramaturgo cuando desea. La trama de Más allá del valor tampoco excluye
esos elementos superheróicos tan caros a Norteamérica, tan hambrienta de sus autóctonas
mitologías artúricas, que le libren al fin de las importados de Europa por los
inmigrantes. Un obstinado hombre maduro, moralmente bien orientado, forcejea
con una farragosa burocracia que ODIA hacer algo por los olvidados, su hijo entre
ellos, pese a ser sangrante problema para la estima nacional. Porque para la
honra norteamericana, Vietnam, notable fracaso, derroche de recursos y vidas,
es vergüenza que esperan sepultar. Aunque la honda cicatriz sea imborrable.
Las distintas Administraciones no querían
solucionar nada, haciéndose los diplomáticos y tácticos, buscando demorarlo
todo más Más MÁS para que el tiempo aplicase otra capa de mugre sobre el
problema que anestesiase a la población. Para Rhodes: no hay olvido.
Harto, emprende la hazaña. Reúne a un
equipo de veteranos angustiados con lo que allá sucedió (el estrés postcombate que
más palmario Stallone reflejó en Acorralado) y les da la oportunidad de
volver para ganar. Demostrarse que ellos no fallaron, sino que fue la política.
Más allá del valor no es una incitación a Estados Unidos para que retome
la guerra de Vietnam, sino una salida a la lesionada estima de hombres
desalentados, de redención para su orgullo herido. Pax para el ansia de Rhodes.
La inteligencia de la historia está en que Rhodes pierde. Su comando queda diezmado. Distinto a lo que después haría Stallone en Rambo, obteniendo la victoria total sobre aplastantes fuerzas mejor equipadas, cuanto consigue Rhodes no es el vindicativo triunfo, demostrar poderío USA, sino conciliarse consigo mismo; saber que hizo cuanto pudo de verdad. Él no abandonó a su hijo.