Portada (de tantas). Un fuerte carácter náutico impregna estas páginas que "rescatan" uno momento de España que puede no diferenciarse tanto de la actualidad |
Transcurre en Híspalis la casi totalidad de
la novela (aventurero/didáctica, sospecho que imitando lo que ALEJANDRO DUMAS,
PADRE, persiguió con LOS TRES MOSQUETEROS o novelas anejas —o aun SIR
WALTER SCOTT—: el folletín de capa y espada con un grandioso —o grandilocuente—
escenario verídico). Sus principales escenarios me son familiares, por tanto. Empero
excita la curiosidad saber cómo fueron algunos otros, desaparecidos en la
actualidad. Dibuja una Sevilla adicta a la opulencia, la Corte y el desfalco,
hervidero de complots como el que pretendió transformar Andalucía en nación
(ese mefítico ‘cuentecito’ que se traen los retrógrados nazionalistas
cavernarios) y que, según esta obra, tal intentona golpista quedó anulada merced
a una combinación de habilidad, sangre y oportunidad.
[Quitando a desnortados que pululan por
ahí, Andalucía es monárquica; y, de ninguna forma, podrán convencerme que
convertir a España en república vaya a beneficiarnos. Sus arteros promotores sólo persiguen instaurar su propia
dinastía, a perpetuar con trucos, violencia y corruptelas. Pierde otra vez el
populux. Recuerda: República:
CACA.]
En la última reseña dejamos a DIEGO ALATRISTE y a ÍÑIGO BALBOA en Flandes. Toca retornar a la patria por
fin (denostada por uno de los camaradas del frente del capitán, de quien recibe
una dura reprimenda mediante una escalofriante mirada, lo habitual en el
lacónico —y quijotesco, a su pesar— personaje) y, apenas desembarcan, tras
agitada travesía donde las naves españolas demostraron su alta capacidad frente
a la piratería inglesa y holandesa, venciéndoles, quedan implicados en una
operación de alta política regia que, sobre todo, pretende abortar la intentona
sediciosa de quitarle otro trozo del Imperio al Cuarto Felipe (Rey Planeta que retrata
ARTURO PÉREZ-REVERTE con una suerte de piedad, amabilidad y comprensión, diferenciándose
de los avinagrados detractores) y recaudar, de paso, un importante caudal en
oro y plata de las Indias que pensaban despistar a la sedienta hacienda nacional, acabando
en otras malas manos.
ARTURO PÉREZ-REVERTE "a lo espía"; se aboca bastante en hacer un retrato de "entonces" que, a grandes rasgos, recuerda a hoy (repito) |
Íñigo es ya joven curtido; bregado en una terrible guerra, se siente, más que mocetón con posibles, veterano del frente merecedor de respeto. Al momento empuña la herreruza, dejando tieso al ofensor de una buena mojada. (Ese lenguaje, decaído hoy día, contiene ciertas expresiones que debieran recuperarse.) Mas el atontado sigue perdidamente enamorado (un amor masoquista) de ANGÉLICA DE ALQUÉZAR, la cual, ganando a su vez en esplendores, enseguida planea la muerte de Íñigo, dejándolo tieso de unas cuantas buenas mojadas en la, entonces, espectacular Alameda de Hércules. (Hoy día, una ruina.)
Reverte condena a FRANCISCO DE QUEVEDO a la
suerte de Alatriste e Íñigo. Y, eso, reproduce los momentos inverosímiles del
relato, eclipsando el esplendor de la saga. Si en EL SOL DE BREDA se trataba del empeño,
continuo/desesperado, de hacer real a Alatriste (que, oye, igual existió
en algún ángulo de la Historia de entonces personaje muy parecido), ubicándolo
incluso en el lienzo de LAS LANZAS, en esta ocasión es la “oportuna”
aparición, para nada explicada, de Quevedo & Cía. cuando a Íñigo, víctima
de esa celada urdida por Angélica, está a punto de ser enviado por la posta por
un grupo de sicarios en la citada Alameda. Es dramatismo extremo que nadie del
grupo se encarga de aclarar. Se limitan a aparecer, cuan Deux Ex Machina,
batiéndose, vertiendo sangre, para luego escapar de la gura, alertada por el
clamor de las durandinas blandidas.
Un momento de gloria de la Alameda de Hércules, muy distinta a la progreporquería que es hoy día |
Bordea ese sinsentido el capítulo tragicómico del bandolero en vísperas de ajusticiamiento; mas descubres que encaja por dos razones: rebosa de un sombrío humor y pormenoriza idiosincrasias de la época que enriquecen a una, sobre todo, amena novela de digna lectura.