Imposible disociar la imagen política del presente
de estas novelas de ARTURO PÉREZ-REVERTE, pues realiza comparaciones con entonces
al describir episodios, reales o ficticios, del Siglo de Oro, que insiste no
fue tan aurífero, por verbos de ÍÑIGO BALBOA, y que, repito, “resucitan” en el
presente. Invoca la Idiosincrasia Nacional Inmovilista, cuyos tics procederían de
aún antes de que ISABEL LA CATÓLICA crease España, echándole ovarios. España,
ese lugar común que ofende a los cavernarios nazionalismos excluyentes, racistas
terroristas-sectarios; les hiere recordarles que SON ESPAÑA y que COBRAN de
España, y criticarles eso, aterroriza a los febles peleles acomplejados definidos
como “constitucionalistas”.
Lamenta Reverte que los españoles, como
SÍSIFO, estemos condenados a revivir sin tregua el mismo fanático estigma
separatista activado por alimañas que, enfrente, tienen a incompetentes soberbios,
empero ninguno interesado en la salud de la patria; lo fingen. Cuantos podrían realizar
esa misión, los eficaces y coherentes, son aprisa apartados por el aparato del
partido (que sea) para situar arrogantes, alucinados, iluminados, charlatanes y
ladrones (los rojos, los peores) para gestionar los asuntos de auténtico
interés del ciudadano. (La que han montado peleles y eunucos con lo del coño
del beso.)
Este libro (más extenso que los previos) sorprende
pues el fascinado carácter adolescente por el (anti)héroe (Alatriste) está
menguado, tratando temas más adultos. El amor, o el arrebato apasionado,
llevado de manera escabrosa, tumultuosa, al capricho y el delirio. Siendo estos
textos retablo de los famosos contemporáneos, Alatriste, campeón de los lances
a dos luces, se amiga de LOPE DE VEGA y su hijo ilegítimo (reconocido por el
insigne dramaturgo) y esto, hace intime (con locura irreflexiva) con la actriz sensación
del momento… objeto del interés, entre otros, de FELIPE IV, quien (como es tradicional en nuestros monarcas, sin causar
escándalo) mueve sus contactos y tramas para jinetear con la intérprete… con la
anuencia del marido de ésta.
Arturo Pérez-Reverte rodeado de libros, quizás de la vasta documentación que requieren sus novelas históricas, como las de estas, su opus magna |
Persiguen el favor real, por supuesto, cosa hasta natural en la época y otras Cortes; un ejemplo es RESTAURACIÓN, esté más/menos fundada en hechos reales.
Para proteger las “visitas regias”, se ubica
el mejor amigo y confidente del Rey, accidental “mecenas” de Alatriste, quienes
acaban trabando fisbertas. Y no es el único a quien el enajenado espadachín
hiere de gravedad. Enloquecido por la pasión, Alatriste corta muchas amarras en
esta narración, terminando por lamentarlo.
Reverte, aparte de “notario” de una
actualidad pretérita, persigue la aventura de capa y espada, aunque a nuestra iconoclasta
patria forma cítrica. Realiza desmitificadores retratos de personajes que, en
público no obstante, se orlan de la mayor majestad. Si ALEJANDRO DUMAS, PADRE, escribe
como una épica-heroica figura de impolutos y galantes Mosqueteros, evitando referir
materias escabrosas de su época (la de Alatriste), Reverte va a saco; desluce
oropeles, destacando que pueden ser los peores criminales los que más hacen por
resguardar la nación… mediante recursos muy poco caballerosos.
Cubierta edición italiana; quizás adonde Reverte tira, al exterior, a reivindicar nuestra imagen como personas y país, menoscabada por las autores de la Leyenda Negra |
Alatriste está más poliédrico que nunca;
sus fantasmas íntimos le acosan más. Es el (anti)héroe dividido entre el
desencantado con matices republicanos al monárquico patriota que expone su vida
por un Rey al que le encuentra numerosas pegas, mas a quien también respeta, le
fascina. Reverte ensalza al Cuarto Felipe, mostrándole hombre corajudo ante el
golpe de Estado urdido, de sibilina y artera manera... por la Inquisición.
De las previas he destacado un desconcertante capítulo irreal; en esta obra, no existe tal absurdo, aunque lo de Íñigo, rendida víctima de EROS, con ANGÉLICA ALQUÉZAR, que casi le deja listo de papeles, no tiene más explicación que el puro masoquismo. Quizás ese sea el incongruente de un relato del que debemos aplaudir la inteligente escalada del autor, para ir sumergiéndonos en cuestiones más maduras, intrincadas y desamables.