Espectacular y épico afiche de FRANK FRAZETTA (que no era virgen en esta materia, por cierto). Apoqueclíptico en la esencia de la visión barbárica del ilustrador |
Dando un giro más iconoclasta a la figura
monolítica del policía-justiciero que encarnara en DIRTY HARRY, CLINT EASTWOOD presenta ahora a BEN
SHOCKLEY, un agente alcoholizado, fracasado, cínico y convencido de su propia
mediocridad, hasta el extremo de hacerle un incompetente, que deja pasar días y
turnos sin que llegue ese caso estrella que le catapulte a la oficialidad de la
Policía y le granjee titulares. Sólo cuenta cumplir los años hasta pedir el
retiro y luego, imagino, convertirse en uno de esos expasmas estilo novela de JAMES ELLROY con una adición tóxica que acaba por convertirlo
en una piltrafa de lo que, en algún momento, fuese la prometedora/competente
ejemplar figura del orden. No este desaseado borrachuzo.
Y ¿qué le ocurre al acabado Shockley? Obtiene
El Caso. De manera no fortuita, aunque lo finjan, ¡lo recibe! Su
superior, un áspero comisionado con demasiadas cosas siniestras que impedir
vean la luz, le insta extradite desde Las Vegas a Phoenix a GUS MALLEY,
delincuente sin importancia para testimoniar en un juicio aún menos
trascendente. En todo momento, BLAKELOCK remarca que Shockley es un fracasado
sólo digno de encargos insignificantes. Tiene una única virtud: termina lo que
empieza. (Parece que lo único que últimamente acaba a fondo son botellas de Jack
Daniels.)
Malley resulta ser una pecatriz de lujo sentenciada
para que no declare. Siendo Shockley pérdida asumible, puede caer también en la
refriega; tendrá un honroso funeral oficial y sanseacabó. La muerte de Malley
puede atribuirse asimismo a la incompetencia alcohólica del inepto policía.
Blackelock cree tenerlo todo controlado. La Mafia (y la copia de pasmas
corruptos que representa el comisionado) pueden estar tranquilos. Esto, en un
par de horas, resuelto.
GUS MALLEY... el encargo sin importancia en el juicio intrascendente; Tiene redaños de sobra cuando fallan las hígados de SHOCKLEY |
Empero Shockley se revalida; algo en su
interior se remueve, revuelve, devolviéndole el fulgor de los sueños pretéritos
de gloria y respeto por sí mismo y la imagen que proyecte al público. El
codiciado agente ejemplar. Sus años de servicio le socorren. Recela, acaba creyendo
las objeciones de Malley, que hacen trajine su materia gris Grey, adormecida
por la sensación de fiasco y alcohol, y consiguen lo imposible a fuerza de
asaduras.
Ruta Suicida se encuadra en el desencanto general que supuso Década 70 para el ancho
mundo y, sobre todo, Norteamérica, impregnada de cintas de cine catastrofista y
ciencia ficción donde la distopía premadmaxiana marcaba enérgica. CHARLTON HESTON ya
noqueó con EL PLANETA DE LOS MONOS y, en Década 70, con CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE, por citar otro buen ejemplo de ese aire
de ruina inminente característica de esos años, repitió hazaña.
Ruta Suicida es también elíptico homenaje a GRUPO
SALVAJE (destacados tiroteos que recuerdan a ese crepuscular western) y,
contextualizando, debe contemplarse el filme en conjunto y simbiosis con el
depresivo sentimiento de la década. El Escándalo Watergate,
relativamente fresco aún en este 1977, se suma a la humillante derrota en
Vietnam. EE.UU. pierde la virginidad respecto a lo que supone la figura del
Presidente: descubre no es sujeto elegido por Dios por alguna extraña
taumaturgia para guiar al país al progreso. Puede ser un delincuente. La
policía también la componen corruptos en todos sus niveles. No es Dragnet, o cualquier serie
televisiva similar, donde semejaban sacrificados caballeros andantes obligados
a comportarse con brutalidad con infames criminales para que las niñas
llegasen intactas a casa y siguiese incólume la idea de la familia estadounidense a lo lienzo de NORMAN ROCKWELL.
Shockley se integra, por tanto, a la larga
lista de antihéroes que marcarán el decenio para alcanzar la glorificación durante Década 80. Así debe apreciarse
este… western policíaco, con esa influencia global de factores
psicológicos, sociales, ambientales, políticos.
[Así es como los buenos escribimos reseñas: esperando tenerlo todo presente.]