Cubierta evocadora de MARY POPPINS que contiene las duras (y poco cómicas) vivencias de una joven niñera neoyorkina, labor que nada tiene que ver con ciertos ejemplos televisivos |
La primera suspicacia que despierta empezar
a leer este ameno, aunque no excepcional, libro de EMMA MCLAUGHLIN y NICOLA
KRAUS (escrito en tándem, al alimón, no sé bien) es que no lo han escrito ellas.
Explico: presentan un tocho, quizás un diamante en bruto, que empero ha pasado
por varias doctas manos editoriales hasta tener su actual aspecto de venta. Confirma
la sospecha la página de agradecimientos. De forma velada, eso sí; mas cuando
estás en el oficio, aprendes a leer entre líneas.
Lo publicitan como “una comedia de la alta
sociedad vista desde abajo”; falso. Es un drama de la alta sociedad contado
desde “abajo”. Confunden al lector con lo de “comedia” al estar redactado con desenfadado
estilo ágil, nada rebuscado, en existencialista tiempo presente, de párrafos
cortos, estilo pulp, con onomatopeyas y convencionales personajes de un
mundo convencional, pese a la insistencia por nombrar artículos de lujo y
marcas.
No sorprenda esto a algunas personas; pues
¿de qué va? De una veinteañera en pleno fin de sus estudios para maestra (término
ahora progrecriminalizado) que subsiste currando de niñera de adinerados de
Manhattan. Su azarosa vida está acosada por el pago del alquiler; vive en piso
compartido con una azafata que la larga del apartamento para meter a su novio
en él. Nanny DREW (alias de las autoras, que han armado con sus experiencias
esta irónica denuncia de la elitista explotación laboral) incluye diversas vivencias
que hacen recelar de ciertos temas progres con los cuales nos adoctrinan desde los medios.
Concurre a una evaluación de su materia;
los evaluadores, dos majaras que parecen zurrapas hippies, con el
cacumen abollado por las drogas consumidas en su tiempo, tras someterla a una díscola
prueba humillante, la dicen: “no buscamos instructoras blancas”. Nanny cuestiona:
¿acaso una maestra negra resolvería los problemas planteados mejor sólo
por ser negra? Eso es discriminación positiva, Nanny. Algo que debiera ofender
tu educación humanista, como tu abuela te avisa varias veces, que están
tomándote por tonta, y denunciarlo con verbos aún más ariscos. Tanta inclusión,
para segregar así.
Nanny accidentalmente conoce a la SEÑORA X, adinerada pija sobrevenida de la alta sociedad económica de Manhattan, madre de GRAYER, malcriado chaval de cuatro años, pese a la pátina de empatía que Nanny procura inculcarle durante nueve meses. Al principio: lo pactado, todo OK. Al poco: la Señora X la carga con tareas ajenas a agenda.
Como hay que pagar facturas, Nanny traga,
como las otras niñeras que conoce, todas sometidas a la gradual degradante tiranía
de sus patronos e hijos, que desquitan sus frustraciones en sus empleados. Esto
hace crítica feroz del neofeudalismo USA. Es lo que afirmo de lo convencional:
esta historia relata sucesos laborales que la inmensa mayoría hemos sufrido (o
sufrimos), y es convencional la relación de la Señora X y el SEÑOR X, sujeto
evanescente que apenas aparece en la obra, aunque tenga críticas intervenciones
ocasionales. Los absorbentes negocios le alejan de su suntuoso piso de
Manhattan, de su familia… pero lo acerca a su soberbia amante. Todo
convencional: trabajadora explotada, matrimonio con cuernos, hijo malcriado. Puro
THE AVENGERS.
El vegano Grayer existe no en respuesta a
un cariño y blablablá, sino que es otro artículo, bibelot que la Señora X
exhibe a la sectaria feria de vanidades de la cual forma parte. Lo apunta a exigentes
clases absurdas para su edad para emular a las otras madres; lo amiga con maleducados
niños prepotentes, violentos. Cachorros del dinero que, de forma instintiva, comprenden
que su privilegiada posición les permite ser arrogantes hideputas con los demás.
Y empeorarán, ¿verdad, MACHOTE DE HARVARD?
Intuyes un final que no se materializa. No esperas este desenlace entre la deshumanizada explotadora Señora X y el Señor X, aunque las primeras páginas sugieran que la fría y vanidosa Señora X, que ODIA a Grayer por verlo clon de su padre, aguantará degradantes situaciones para evitar divorciarse, pues así perdería su lujoso (y vacuo) tren de vida.
La vida misma, ya te digo, aunque tratando de llevarla con un educado optimismo fácil de anublar.