Afiche de una poderosa película que merece una mayor estima por parte del respetable. Dadle una justa oportunidad |
En ocasiones estrenan películas que merecen
mucha mejor suerte que la que acaban teniendo; otras veces, la crítica imputa
méritos a producciones parecidas dándoles una relevancia negada al antecedente.
Los Reyes del Crimen sufre de esto último. Sus numerosos aspectos
positivos por alguna razón no lograron encandilar debidamente al público. La
crítica. Resbaló por la pendiente del cine de culto, donde sus leales la acogen
y defienden rabiosos. A tanto no pienso llegar, aunque sí quiero resaltar la
calidad de sus valores, instando al lector su visionado.
Sospecho que en parte “su fracaso” se debe
a su deliberado aire de viñeta. Es tremebundo TBO de acción y delito, un hard
boiled rockanrrolero con vago erotismo soft, intensos tiroteos,
traiciones y mitomanía por un tubo. Esto último también pudo contribuir a
producir desafección. Al parecer, el espectador acepta cierta cantidad de
mitomanía, de freakies y sus fetichismos exacerbados. No advierte que es
ese personal el que mueve la rueda del mundo del espectáculo. Vamos a esto:
Dos curtidos salteadores, THOMAS MURPHY y
MICHAEL ZANE, auxiliados por varios cómplices, planean y ejecutan un
espectacular atraco aéreo en Las Vegas. Aprovechando celebran una convención
sobre ELVIS PRESLEY (entra el elemento mitómano), vacían cuanto pueden las
arcas de un casino y salen escopetados provocando una matanza.
La cinta “se apoya” en la figura y legado del Rey del Rock. Sostiene el argumento que uno de los ladrones es ilegítimo de Elvis. Murphy se encabrona cada vez que alguien se atreve a cuestionar la figura de Elvis. Se considera su hijo, reclamó su legado. El malvado Murphy que encarna KEVIN COSTNER, actor que no siempre convence, pero tampoco merece le martiricen como hacen, es un peligroso elemento perverso que vive siempre al límite, retando al desastre.
Costner le da a un tiempo un visaje paródico
y de canalla tenebroso que no sabes muy bien cómo tomar. ¿En serio, en broma;
está quedándose conmigo con su ajada pinta rocker, reivindicación de su (falsa)
ascendencia, o…? Su aspecto de esperpento descubres es un disfraz; encumbre a
un violento asesino a sangre fría.
Complican a Zane los tejemanejes de CYBIL y
su hijo, aventajado alevín de ladrón, que no obstante ayuda a salvar la
situación un par de veces, cuando Zane y él deben perseguir a Murphy, que
secuestró a Cybil, a la sazón compinche de Murphy para limpiar a Zane y demás
banda el fruto del atraco. Por supuesto, la catadura de Murphy induce creer
que, una vez dueño del botín, Cybil y su culebrilla terminarían en una zanja
con dos tiros bien dados. ¿No es así como Murphy se libra de sus camaradas de
atraco? Suerte para Zane llevar chaleco blindado.
El vertiginoso ritmo de historieta de Los
Reyes del Crimen debe compaginarse con la reflexión sobre la mitomanía, los
freakies desbocados. Y en esto de los freakies incluyo a los del
fútbol, que pueden ser peores que los mainstream o mangakas. El
ser humano parece constituido de tal forma que DEBE servir a algo, creer en
algo, buscar algo, o crearlo si carece de eso, el elemento sobrenatural en el
cual depositar sueños, esperanzas, objetivos, ODIOS. No existe el ser racional per
se, esa criatura super ones que admira su entorno desde un
disciplinado concepto de fría lógica implacable, ateo que rechaza la religión
por superchería y la política por hastío. Pues, para tal sujeto, su fe en su
lógica inapelable es su mitomanía. Actúa por tanto con hipocresía, consciente o
no.
Murphy y Zane están tan metidos en la pomada que tienen difusa la frontera entre el mito y la realidad; perciben ésta a tramos específicos. Lo suyo es vivirlo. Es la vida. Y tal cual la desarrollan. Y si eso implica robar un casino, dejando un bonito cadáver, pues…