Concluye el examen de este libro con esta reseña; convenía hacerlo así debido a la variedad de los textos |
La colocación de los relatos realizada por
el editor de este tomo hace descubrir que sitúa seguidas dos historias de temática
casi gemela. No sé si con ánimo de efectuar comparación, o por descuido. De
todos modos, de ser la primera intención, triunfa la de GENE WOLFE por LA
SOMBRA (no la que sabe qué anida en el corazón de los hombres), pues el
relato de JAMES TIPTREE cuenta con estomagante redundancia; narración de
cincuenta páginas supera el centenar por arrogancia de literato. Tiptree la espesa tanto repitiendo
lo mismo distinto que causa hastío; peligra seguir hasta su interesante clímax.
Comparten estos textos teorizar sobre cómo afecta
a una tripulación de colonos-exploradores un viaje espacial de décadas dentro
de una gigantesca nave; cómo las condiciones y el encierro distorsionan
psicologías e idiosincrasias. El relato de Wolfe se muestra más exuberante al
incluir elementos “místicos” o “cabalísticos” en la trama. Además, no relata
sobre la habitual expedición de bravos norteamericanos, sino de alemanes, o
austríacos, que han ido dogmatizándose durante la larga travesía.
No sé; hay un momento en que piensas estar
leyendo una historia marginal de soldados de El Alamein abandonados a su suerte
en un oasis, y para no sentirse descorazonados del todo/completamente, constituyen
logias y cultos abstractos que permitan mantener su moral y fe en algo, no por
fuerza el III Reich.
Tiptree, aparte de la redundancia grandilocuente, hace un dibujo excesivo de los protagonistas. Si desde el principio se hubiese ceñido a contar cómo de dramático es el primer contacto con una civilización vegetal-nósfera de Próxima de Centauro (toda esa parte es magnífica), habría escrito un quasihito referencial de la ciencia ficción. Pero tiene la manía sanasimoviana de hacerlo todo quasipsicológico, que… aburre. Señalo que ambas historias sobre la superpoblación bordean el hard science fiction, esquivando sin embargo los densos elementos HITECH que le arrebatarían su atractivo como evasión.
¿Dónde peca Wolfe? En la conclusión. La
ciencia ficción tiene un feísimo defecto: el de, por darse corpulencia
competitiva con géneros literarios “respetables”, se hace “la interesante” dejando al
albur del entendimiento del lector la conclusión. En La Sombra, un ente
¿sobrenatural? se “posesiona” de JOHAN, el protagonista, al ¿proceder? del
planeta con trazas de habitabilidad humana que están orbitando.
Wolfe aclara cómo el ente llega a bordo; si
los primeros exploradores lo trajeron al regresar, lo sedujeron los sueños de
Johan, al que un puñado de tripulantes elige su mesías (!), o atravesó la
órbita desde la superficie, merodeó por la nave y encontró psique “hermana”,
adecuada a sus intereses. Más: ¿existe tal ente? Como el relato de Tiptree, supone
qué pasaría de tropezar con inaudita vida alienígena y cómo podríamos superar el trance sin recibir demasiada
lesión. O sucumbir a su “abrazo”.
La idea de abductores hombrecillos verdes
está tan arraigada que cuesta contemplar la vida de otros planetas de maneras exóticas:
coles que vampirizan mentes, seres-sombra que hacen algo parecido; necesitan de
definición humana para cobrar forma, sugiriendo que lo que Johan ve no es en
realidad un nativo de ese planeta, sino su recreación subjetiva, proyección de
sus fobias y filias, no un individuo extraño.
No sabes qué decisión final toma Johan al cambiar de rumbo: ¿regresa a la Tierra, o decide seguir viajando hasta encontrar un planea más benigno para la colonización? El relato de Tiptree mejora eso: la averiada nave Centauro derivará hasta vete a saber dónde llena de muertos y un borracho delirante. Lo peor es que la trampa del ente vegetal está cerrada: millones de colonos de una Tierra superpoblada/barrenada por el hambre aterrizará en Alfa para ser… violados… por su hipnótica flora.
Resume este volumen la consideración de que estos dos autores exploran el impacto en la Humanidad de un largo viaje interestelar. Y, luego, el resultado del presunto contacto con otras especies cósmicas, que pudiesen ser también de avanzados predadores.
Luminosos vegetales pensantes. Sombras vivientes. Criaturas que el vulgo no aceptaría puedan ser nuestros (peligrosos) vecinos del espacio por no parecer los aliens que ametrallar a gusto.