viernes, 13 de diciembre de 2024

SLASH MARAUD (Nºs 1 Y 4) — EXCESIVA PULCRITUD

 

Portada. Primer núiero. Admito
el riesgo que tiene reseñar una
historia de esta extensión en
base a dos ejemplares. Empero
sospecho las apreciaciones son
extensibles al cojunto

Los autores, DOUG MOENCH y PAUL GULACY, cocrearon a SHANG-CHI, el díscolo hijo de FU MANCHÚ. Mientras el Mortífero Mandarín concebía planes de humillante conquista mundial de todo lo Occidental, bianco y caucásico, su ingrato retoño empleaba sus habilidades marciales (cargadas de una densa filosofía oriental propia de la serie KUNG-FU, de DAVID CARRADINE) para combatir al malvado padre, o sus secuaces.

En esta miniserie postapoqueclíptica de nuevo aúnan sus talentos; sugieren pudiera aun inspirarse en V, la serie de los lagartos disfrazados de humanos y vestidos con monos rojos que pretendían jalársenos. Los primeros episodios eran prometedores (o nos lo parecían en aquellos 80, donde éramos tan impresionables) aunque luego degeneró a dramas minúsculos que eludían el trauma y ansiedad que significara tener en órbita invasores estelares que cualquier día podrían recibir más hostiles y numerosos refuerzos.

En principio, Moench procura respetar/desarrollar esos conceptos para darle cuerpo a su historia. Así, Slash Maraud, el hosco solitario experto luchador (indispensable en estas fábulas) cruza unos mutado Estados Unidos donde los peludos invasores (dan repelús, cierto, empero ¿miedo? Sus actos sí, mas les quitan hierro su apariencia de rabiosos peluches viciosos) han sembrado los genes que convierten la Tierra en su hábitat nativo. Su mundo decae, descubren e invaden el nuestro, lo modifican a su comodidad. En resumen: lo tópico/típico. Salvedad: licuando a la Humanidad, aceleran el proceso.

Una curiosidad: compárese esta
cubierta con la primera de
LA
GUERRA DE LOS MUNDOS
de KILLRAVEN. ¿Homenaje
o ironía?

Las primeras páginas de inmediato remiten a LOS SEÑORES DEL CIELO; Slash Maraud elimina abominaciones mutadas, o de origen extraterrano, que tienen reflejo (con más imaginación) en la novela de JOHN BROSNAN. Perturbador dato. ¿Fue antes la novela, o el TBO? Las fechas indican fueron primero las viñetas. ¿Brosnan se inspiró en él? No. Tampoco cuadran las fechas. Y, conociendo el proceso de producción-publicación, advertimos estamos ante un asombroso caso de telepatía. Brosnan, Moench-Gulacy recibieron una simultánea teofanía creativa que cada cual trabajó como mejor consideró. Concuerdan bastante en lo de la mutación exacerbada del planeta y los monstruos sueltos para mayor castigo de los atribulados supervivientes en la superficie. El resto difiere.

Comparten a partes iguales los autores las pegas de Slash Maraud (donde este flagelo de incluir por obligación el inclusivismo WOKE actual ya aparece, llevado con inteligencia, describiendo a veleidosas misándricas exageradas tipo GRACE JONES y relaciones homoX-lésbicas, más algún ramalazo fetish). Moech, al menos en estos dos números, se revela comedido en las fantásticas posibilidades que la historia poseía. Ignoro cuánto DC Comics estaba “supervisándole”; aunque, suponiendo tuviera creativo cheque en bianco, limitado/conservador aparece, sugiriendo temer explorar los más remotos confines de su concepto. Audaz los atraviesa en cambio Brosnan. Llega adonde Moench-Gulacy no.

La pega mayor la encarna Gulacy. Su estático dibujo es frío, refractario. Apropiado en Shang-Chi, que instaba a cierta parsimonia reflexiva, alejarse del explosivo histrionismo del mainstream superheroico, aquí es una tara. Los personajes son planos, de relieve vago, cuan arquetipos propios de un western de Década 50 y, empeorándolo: en un entorno de supervivencia extrema, de vivaqueo entre ruinas (los CAMBIANTES invadieron, pero ignoramos qué artefacto emplearon para imponerse contumaces), de aprovechar desechos… todo está limpio. Impecable. Los vehículos: nuevos de trinca.

Las "excitantes" muertas de acción
quedan un tanto desmerecidas por
el meticuloso pero frío dibujo de
PAUL GULACY. En conjunto, no
obstante: obra puro Década 80

GEORGE LUCAS acertó al “afear” sus naves espaciales; tenían un coherente desgaste, uso. GEORGE MILLER mutiló y llenó de abolladuras e implementos el V8 de MAD MAX y demás merodeadores. En cambio, Moech-Gulacy procuraron que Maraud y equipo de tics de historieta (otro fallo) parecieran recién salidos de la boutique o los coches del concesionario. Como sucede con otras tantas obras, Slash Maraud invita a mejorar el concepto sorteando sus defectos.

Nos queda como curiosidad que lamentas estuviese tan desaprovechada. No requiere grandes cambios, o mayor violencia (que también, que el episodio del tren tiene psicodélicos cojones), sino ser consecuentes con su relato.