Portada. Primer núiero. Admito el riesgo que tiene reseñar una historia de esta extensión en base a dos ejemplares. Empero sospecho las apreciaciones son extensibles al cojunto |
Los autores, DOUG MOENCH y PAUL GULACY, cocrearon
a SHANG-CHI, el díscolo hijo de FU MANCHÚ. Mientras el Mortífero Mandarín concebía planes de humillante
conquista mundial de todo lo Occidental, bianco y caucásico, su ingrato retoño
empleaba sus habilidades marciales (cargadas de una densa filosofía oriental propia
de la serie KUNG-FU, de DAVID CARRADINE) para combatir al malvado padre, o sus secuaces.
En esta miniserie postapoqueclíptica de
nuevo aúnan sus talentos; sugieren pudiera aun inspirarse en V, la serie
de los lagartos disfrazados de humanos y vestidos con monos rojos que
pretendían jalársenos. Los primeros episodios eran prometedores (o nos lo
parecían en aquellos 80, donde éramos tan impresionables) aunque luego degeneró
a dramas minúsculos que eludían el trauma y ansiedad que significara tener en
órbita invasores estelares que cualquier día podrían recibir más hostiles y
numerosos refuerzos.
En principio, Moench procura respetar/desarrollar
esos conceptos para darle cuerpo a su historia. Así, Slash Maraud, el hosco
solitario experto luchador (indispensable en estas fábulas) cruza unos mutado
Estados Unidos donde los peludos invasores (dan repelús, cierto, empero ¿miedo?
Sus actos sí, mas les quitan hierro su apariencia de rabiosos peluches viciosos)
han sembrado los genes que convierten la Tierra en su hábitat nativo. Su mundo
decae, descubren e invaden el nuestro, lo modifican a su comodidad. En resumen:
lo tópico/típico. Salvedad: licuando a la Humanidad, aceleran el proceso.
Una curiosidad: compárese esta cubierta con la primera de LA GUERRA DE LOS MUNDOS de KILLRAVEN. ¿Homenaje o ironía? |
Las primeras páginas de inmediato remiten a
LOS SEÑORES DEL CIELO; Slash Maraud elimina abominaciones
mutadas, o de origen extraterrano, que tienen reflejo (con más imaginación) en
la novela de JOHN BROSNAN. Perturbador dato. ¿Fue antes la novela, o el TBO?
Las fechas indican fueron primero las viñetas. ¿Brosnan se inspiró en él? No. Tampoco
cuadran las fechas. Y, conociendo el proceso de producción-publicación, advertimos
estamos ante un asombroso caso de telepatía. Brosnan, Moench-Gulacy recibieron
una simultánea teofanía creativa que cada cual trabajó como mejor consideró.
Concuerdan bastante en lo de la mutación exacerbada del planeta y los monstruos
sueltos para mayor castigo de los atribulados supervivientes en la superficie.
El resto difiere.
Comparten a partes iguales los autores las
pegas de Slash Maraud (donde este flagelo de incluir por obligación el
inclusivismo WOKE actual ya aparece, llevado con inteligencia, describiendo a
veleidosas misándricas exageradas tipo GRACE JONES y relaciones homoX-lésbicas,
más algún ramalazo fetish). Moech, al menos en estos dos números, se revela
comedido en las fantásticas posibilidades que la historia poseía. Ignoro cuánto
DC Comics estaba “supervisándole”; aunque, suponiendo tuviera creativo cheque
en bianco, limitado/conservador aparece, sugiriendo temer explorar los
más remotos confines de su concepto. Audaz los atraviesa en cambio Brosnan. Llega
adonde Moench-Gulacy no.
La pega mayor la encarna Gulacy. Su estático
dibujo es frío, refractario. Apropiado en Shang-Chi, que instaba a
cierta parsimonia reflexiva, alejarse del explosivo histrionismo del mainstream
superheroico, aquí es una tara. Los personajes son planos, de relieve vago, cuan
arquetipos propios de un western de Década 50 y, empeorándolo: en un
entorno de supervivencia extrema, de vivaqueo entre ruinas (los CAMBIANTES
invadieron, pero ignoramos qué artefacto emplearon para imponerse contumaces),
de aprovechar desechos… todo está limpio. Impecable. Los vehículos: nuevos de
trinca.
Las "excitantes" muertas de acción quedan un tanto desmerecidas por el meticuloso pero frío dibujo de PAUL GULACY. En conjunto, no obstante: obra puro Década 80 |
GEORGE LUCAS acertó al “afear” sus naves
espaciales; tenían un coherente desgaste, uso. GEORGE MILLER mutiló y llenó de
abolladuras e implementos el V8 de MAD MAX y demás merodeadores. En cambio, Moech-Gulacy
procuraron que Maraud y equipo de tics de historieta (otro fallo) parecieran
recién salidos de la boutique o los coches del concesionario. Como
sucede con otras tantas obras, Slash Maraud invita a mejorar el concepto
sorteando sus defectos.
Nos queda como curiosidad que lamentas estuviese tan desaprovechada. No requiere grandes cambios, o mayor violencia (que también, que el episodio del tren tiene psicodélicos cojones), sino ser consecuentes con su relato.