Colorista afiche foráneo. Ya visto, sabes de qué va la película, y te ahorras la entrada. Pena de material malogrado |
El éxito de la zoodistopía de El Planeta de los Simios (que magnifica la novela homónima incluyéndole
claroscuros ignorados por PIERRE BOULLÉ) impulsó una secuela que contenía rasgos prometedores. Empero hicieron que el
refrán se ajustase como anillo al dedo a la cinta: nunca segundas partes, etc.
(aunque esto es harto discutible). Otro factor a destacar en esta película es
que empieza la decadencia de la jugosa Franquicia Simios tomando aceleración. Malograron
los aspectos de interés que contiene y pienso que por querer ceñirse como second
skin al mensaje iniciado con la interpretación del exhibicionista CHARLTON
HESTON, que repite aunque en plan guest starring de lujo.
Esa consigna era el pacifismo pringoso en
que la ciencia ficción suele revolcarse apenas te distraes. Hay admirables obras
antibélicas del género (THE LAST AMERICAN, CUANDO EL VIENTO SOPLA) que abruman por la crudeza como exponen
las secuelas de una guerra nuclear. Mas abundan las que son vertederos
ideológicos izquierdistas (ESTACIÓN DE TRÁNSITO) que ocultan una cosa: predicando un
mensaje antibélico en Occidente, procurando desarmarlo, beneficiaban al Bloque
Soviético, que no toleraba en absoluto esa prédica… que sí subvencionaba entre
sus abyectos
satélites de Occidente, un Accidente (no Occidente) estilo LISA SIMPSON, que
enseguida se escandalizaba y clamaba ¡desarme! criticando hipócritamente las
posturas defensivas occidentales para demostrar su vestal compromiso moral con
la pax, según el otro bando se rearmaba,.
El perplejo reemplazo de TAYLOR, el astronauta BRENT. Esa postura de chulería de poco le va a servir en el hirsuto mundo en que aterriza |
Eso hacen: perpetúan el mensaje pacifista
de la primera entrega mientras orillan las posibilidades más aventureras que correspondían
ir introduciendo en la saga. Muestra es que, en la comunidad simia, los beligerantes
gorilas deciden expandirse hacia la Zona Prohibida (donde está el auténtico
meollo de todo lo que debiera seguir filmándose de El Planeta de los Simios)
para ampliar sus cultivos pues corren riesgo de hambrunas.
Un ejército gorila (¿trasunto de los
atlantistas bélicos?) emprende camino a las peladas sierras del herético
páramo, según los eruditos chimpancés (¿exaltación de los intelectuales
izquierdosos de las Universidades de ambas Costas?) deploran la violencia y
demás, pero se intuye lo hacen por mero postureo intelectual. Deploran que los
gorilas quieran el exterminio del humano parasitario, más tierras, so pretexto
del hambre. Pero los chimpancés no ofrecen alternativas, tan listos como son.
Los orangutanes hacen lo que les mande el Guardián de Todos los Secretos:
ZAIUS. Son réplicas de nuestras corrientes de exaltados, sequiturs
e indecisos localizables en cada etapa histórica o social.
En esto, aterriza BRENT, siguiendo la
estela cósmica de TAYLOR. Pronto descubre de qué va la cosa, “hereda” a NOVA
(el lindo bibelot sin más objeto que lucir bikini), le dan un piojoso
taparrabos y acaba preso de unos mutados con un cuajo impresionante que pueblan
los ruinosos subsuelos neoyorkinos. Con su poder telépata pretenden parar la ofensiva
simia. Fracasan, porque son unos mandrias cagaos capillitas del culto de la
Bomba Omega; por pura pereza, desprecian utilizar sus poderes y residuos de
tecnología para, cuando menos, contener a los simios pues están luchando por su
supervivencia.
La pieza clave vuelve a ser Zaius. Sospecho
que el joven científico Zaius debió tener una experiencia con humanos ‘listos’
(o los mutados de las túnicas impolutas) y la llegada de Taylor exaltó sus viejos
terrores. Por eso apoya entusiasmado el genocidio gorila. Quiere atajar el
cáncer antes de que su metástasis les devore. Sabe que en la Zona Prohibida habitan
amenazas de considerable gravedad que pueden barrer la civilización macaca.
En vez de contar todo eso, deciden criticar a los megalómanos belicistas del siglo XX; diseñaron el Arma Final, mientras ardientes se desintegraban en un conflicto mundial, y eso debe destacarse sobre todo lo demás. Relatar una emocionante historia con los elementos aquí bosquejados no podía ser; parecía herético pecado, agravio social, porque era mejor posicionarse como antibelicistas (ese antibelicismo de liberales de limousina); daba caché. Relevancia social. Sacrificar el esplendor de esa saga era precio tolerable.