lunes, 27 de septiembre de 2010

MENSAJERO DEL FUTURO (THE POSTMAN) – EL SUPERVIVIENTE BURGUÉS

Cubierta del libro, cuya lectura 
considero un ejercicio de masoquismo,
por muchos premios que posea
Es curioso observar cómo una sencilla producción australiana de 1979 ha influido en nuestra cultura y el modo de “comprender” el mundo después de la bomba, como durante mucho tiempo se entendió la escombrera que quedaría tras la Tercera Guerra Mundial. Había matizaciones sobre cómo sería EL DÍA DESPUÉS, y algunas de esas visiones no tenían nada que ver con la energía atómica; en las más célebres, la debacle procede de pandemias (como DOCE MONOS). 
MAD MAX, y en especial THE ROAD WARRIOR, dieron un ‘revolcón’ a la idea del superviviente y el mundo que surgiría después. Hasta entonces, teníamos supuestos  (como EL PLANETA DE LOS SIMIOS, EL PLANETA DE LOS BUITRES, LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000 o NUEVA YORK, 2012) en absoluto conciliadores. Pero, para más inri, llegan GEORGE MILLER y un desconocido guaperas, MEL GIBSON, y ¡lo empeoran todo! La impronta que dejaron con un filme relativamente barato (EL GUERRERO DE LA CARRETERA, no; ése fue la mayor producción de Australia) ha calado en nuestro acervo cultural de modo tan profundo que sólo nos basta decir “un mundo como el de Mad Max” y sobran las palabras.
El guerrero de la carretera: todo un
verdadero icono de la CultuPop.
Y estoy hablando de unas películas, sin aspiraciones culturales, cosa casi nueva, y no de uno de esos tochos ceremoniales del siglo XVIII o mucho más remotos en la Historia, esos clásicos con los que algunos se permiten despreciar el que, en la actualidad, se cree algo capaz de superarlos.
Eso se esperaba de Mensajero del Futuro (The Postman): otro “paseo” por “un mundo como el de Mad Max”, otra vuelta de tuerca en el tema post-Cataclismo (léase: LA CARRETERA, EL LIBRO DE ELI), otro escenario salvaje donde el héroe, pese a la brutalidad del entorno, contiene unas trazas aún puras de decencia que le hacen marcar la diferencia. KEVIN COSTNER ya había probado las ‘amargas mieles’ del mundo tras la Catástrofe en WATERWORLD (y su controversia y problemas agregados), y, casi de inmediato, en absoluto escocido por la experiencia, ¡se mete en el pellejo de otro superviviente!, sin respiro ni casi tránsito, pasando de las marejadas al secano.
Todos sabemos (quienes hayan visto la cinta, esto es) qué decepcionante es la película. Es como un western con AK-47 y M16 en el marco de un Gran GRAN Desastre que jodió la Civilización, y aquí nos tienes: malviviendo del despojo.
Esta jeta puso WEZ tras la lectura y el visionado
de su "rival"; se dejaba pillar por un tren
La cinta es “blanda”, “blanca” y su argumento tan incoherente como el de SALVAR AL SOLDADO RYAN. Pues bien: comparada con la novela, es un espectáculo de violencia bárbara y brutalidad descarnada.
Escrita por DAVID BRIN, novela PREMIO LOCUS 1986 y PREMIO JOHN W. CAMPBELL MEMORIAL 1986, podemos comprenderla como una “reacción alérgica” al mundo “legado” por Mad Max (notemos que es de cuatro años después del estreno de El guerrero de la carretera; no es descabellado imaginarse que Brin vio la peli, se le motorizaron los sesos y parió esta historia, el ‘anverso’ de Max). Toda la novela aspira a regenerar el mundo, sacarlo de la sima, reconstruir, mientras que en Mad Max siguen reptando sobre una superficie desértica aprovechando lo que quedó; aun el esfuerzo de TINA TURNER por recrear un trasunto de nuestra Sociedad se va al carajo (culpa de Max), como una alegoría de que estamos apresados en un ciclo eterno de creación-destrucción del que no podemos escapar por mucho que queramos. En ese sentido, el final de la novela The Postman es desconcertante, pues se contradice con el espíritu del libro: el protagonista parece ver algo (quizás esta alegoría de orden-caos) que le obliga a seguir vagando por las graves planicies, con una sensación de consternación.
Reparando en sus premios, una vez leída, cada día tengo más claro que sí: The Postman se galardonó meritoriamente no tanto por su calidad (en mi opinión, ¿eh?, es mediocre) como porque América debía tener su Mad Max, uno civilizador, opuesto al australiano cínico, buscavidas y mercenario. Podría demostrar que ellos, aún tras la peor catástrofe, seguirían horneando tarta de manzana. Ese aire de puridad e inocencia, de virginidad, que impregna mucho de lo que Norteamérica publicita a través de teleseries y filmes, tenía que salvaguardarse como fuese, aun con estos premios.
Este fotograma lo refleja claramente: la desorientación del
personaje procede del material del que surge
Pero no por eso The Postman deja de ser el Mad Max de los timoratos.
Casi todo lo escrito en la novela se refleja en la película, excepto (y a más destacar): la supuesta IA superviviente que “aconseja” cómo es mejor cultivar los campos (en principio) bombardeados por el átomo, y…, bueno, esto, sí, lo de los superhombres.
¡Oh, sí: SUPERHOMBRES! Brin juega con la física del Cosmos con dados cargados que arroja a la oscuridad. Superhombres. Salen Superhombres. Fruto de un proyecto como el del CAPITÁN AMÉRICA. Por si su melíflua situación post-cataclismo no fuese suficientemente desconcertante (acostumbrados a HUMUNGUS y a WEZ, a los demás SALVAJES DE LA AUTOPISTA): ¡superhombres!
Radiaciones y optimismo
post Invierno Nuclear
Con Mensajero del Futuro, Brin refleja el ansia de control y normalidad que una burguesía norteamericana acomodada mitifica en su televisión. Ellos sí necesitan otro héroe. Sólo este afán nos permite comprender lo “coherente” que es que un tío, un solo tío, vestido de cartero, logre concitar esperanzas a un pueblo barrenado hondamente por la devastación, viviendo en situaciones medievales en el mejor de los casos. Ese detalle desconcertaba a la crítica, a todo aquél que ve la película, pero así se explica.

Toda la miga de esta obra, no obstante, reside en que su protagonista, un hombre culto, se resiste con todas sus fuerzas a degradarse cayendo en la barbarie consecuencia del día-a-día. Brin no logra encontrar el equilibrio entre el ser civilizado y el salvaje que le ayuda a sobrevivir, cosa que sí consigue CORMACK MCCARTHY en La carretera.
Superhombres, viejo. ¡Lo más opuesto a lo que se espera en una ‘peli de supervivientes’! 
Vuestro Scriptor.