miércoles, 15 de septiembre de 2010

UNA HISTORIA DE LA FRONTERA

Bajo este epígrafe suelo iniciar todas las historias que escribo, y pretendo hacer ver que se tratan de relatos que, en cierto momento, se salen de la cotidianeidad y penetran en un lugar extraño, con salidas imposibles y giros inesperados. ¿Qué rápido ejemplo práctico podría describir “una historia de la frontera”? Ya está: Arma letal: un poli a punto de jubilarse que se ha llevado años y años sin tener un roce particularmente violento con el mundo de repente se ve implicado en un huracán de balas, destrucción y psicópatas. Eso es una historia de la frontera.
Se me ocurrió como subtítulo cuando remití un guión cinematográfico a Filmax, porque la historia que relataba cumplía con los preceptos que acabo de citar. No era un relato de esos llenos de imágenes simbólicas y onirismos y demás: era Hollywood puro. Pero los señores responsables de esa santa casa no lo entendieron así.
Al menos, durante la redacción de ese guión aprendí cosas. Supongo que la máxima es correcta: “Ningún trabajo será en balde”; es una sentencia hebrea que, me dijo una vez un amigo, consta en el aparato respiratorio de Darth Vader. La verdad, no soy tan freakie como para comprobarlo. Quizás no sea así. Pero es una anécdota curiosa.
Y me gustó tanto eso de “una historia de la frontera” que lo adopté como emblema. En mi primera novela publicada: Factoría Cinco, ya aparece.
También, y quizás pueda ser un elemento que me esté perjudicando (me identifica en el primer renglón, así que ¡a la porra el pseudónimo!), es una forma de marcar el texto; quiero que el lector sepa ya quién es el autor. Qué pueda esperar de la lectura, o llevarse una completa sorpresa al cambiar por completo de registro. Más adelante, empecé a agregar a mi estilo literario ciertas particularidades, construcciones de frases y un determinado vocabulario (que ya iremos viendo), del mismo modo que, como dibujante, tengo un cierto trazo preferido por el cual identificarme ante la comunidad. Eso es: son mis señas de identidad, vaya, y espero que tengan la suficiente calidad, o complejidad, como para evitar que sean copiadas por cualquier otro y que intente adjudicarse una obra mía.
De todos modos, cualquier lector que haya seguido mi estela en Tebeosfera, ya habrá podido comprobar la exactitud de este propósito. Y en este “prólogo” quiero reconocer la deuda que tengo contraída con esa santa web, porque a lo largo de los años ha sido la más eficaz piedra de toque para ir puliendo mis asperezas.
Bueno: creo haber dejado claro los motivos de por qué este blog se define como lo hace.
Os pido un poco de paciencia; poco a poco, iremos adornándolo y haciendo que todo tenga un aspecto más atractivo.
Vuestro Scriptor,
Antonio Santos.