lunes, 7 de febrero de 2011

HIERROS TRÁGICOS – OTELO GO WEST!

Cubierta de NORMA-PRIETO. Detalle: la
fémina con un Winchester mod. 1873,
quizás. La influencia de la mujer en el
Oeste era más agresiva de lo que las
feministas saben

Es un giro interesante el que MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA imprime a su producción con esta historia, pues apela al clásico del teatro isabelino de WILLIAM SHAKESPEARE. Bueno, lo de los celos es eterno recurso narrativo; posee médula para seguir sangrándole vil metal.
Creo que una impresión que compartimos algunos lectores es la de ver en el quiosco esa extensa colección de portadas ilustradas con algún tema ‘del Oeste’. Durante décadas, me atrevo a afirmar, Lafuente Estefanía fue hegemónico en tal frontispicio, compartiendo sitial con otras novelitas de expresión pulp (ciencia ficción, románticas, policíacas, más western sui géneris), firmadas con un pseudónimo anglo que ocultaba a un (olvidado) autor español que, inclinado sobre la Olivetti, se partía los sesos tratando de surtir diversión a un lector poco exigente con la trama.
MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA,
caracterizado con lo que le hizo popular
Volvemos a darnos con el desprecio de la ‘elite literaria’ hacia el currante que clava palabras en un papel por un salario más o menos modesto. Desde las cumbres lindantes al Parnaso, las Grandes Firmas miran con desabrido desdén esa labor, desbordante y constante, pensando que el precio de tal prolífico esfuerzo es la carencia de su pulida prosa y elegantes rimas, la métrica jámbica y las descripciones profusas que, llegado el caso, abruman al lector resintiendo el avance de la historia. Allí estaba este juntaletras ‘del Oeste’, pariendo una novelilla de noventa y seis páginas con olor a vaca, tiroteos descontrolados, whisky en un sucio saloon, un gigante de Stetson blanco que sonreía dominando las graves planicies, como si fuese el émulo del toro de Osborne que aún motea algunos horizontes patrios. ¿De qué iba ese tío? ¡Más levedad del ser, hombre!
Me parece haber consignado ya que lo que más admiro del pulp es la labor de currante, el no ir de artista sublime de la palabra escrita, el no-me-mire-usted-así. Y Lafuente Estefanía parece el trabajador más brutal de todos. Producía una de sus narraciones ‘del Oeste’ por semana (por semana). Eso debe mover al respeto, considero.
JOHN WESLEY HARDIN, según
la fuente, héroe o psicópata
Sin embargo, he descubierto que un hombre que, según su leyenda urbana, se conocía mejor la CHISHOLM TRAIL que el mismo JESSE Chisholm, apenas sabía dónde estaba. Hierros trágicos no es la única novela que le he leído, por eso afirmo esto, pero sí es la que más evidencia sus carencias al respecto. Además parece improvisada, sin corregir, apenas pulida, y el final llega a empujones y con giros inesperados. Veamos:
Lo que conocemos como ‘el Oeste’ (“la gran aventura”, según quienes la vivieron) duró unos veinticinco años; empieza más o menos al fin de la Guerra de Secesión y termina, como muy tarde, en 1890. En ese arco de tiempo, se incrustaron una gran cantidad de nombres en la leyenda urbana y la hagiografía de Hollywood con distintas atribuciones. El lector seguro que conoce los más celebres: BILLY EL NIÑO, PAT GARRET, WILD BILL HICKOK, WYATT EARP, DOC HOLLYDAY; las películas sobre ellos abundan.
Esos nombres resonaban por todo el Oeste, junto a otros que componían el día-a-día del polvoriento escenario histórico: JOHN WESLEY HARDIN, WILD BILL LONGLEY, BLACK BART, PHIL COE, LUKE SHORT. Por supuesto, el WILD BUNCH de BUTCH CASSIDY y SUNDANCE KID, o sus derivados: HARRY TRACY.
MARTHA JANE CANARY-
BURKE, CALAMITY Jane, te
invita a birra. Entre otras cosas,
esta COWGIRL fue prostituta
También estaban las cowgirls (BELLE STAR, CALAMITY JANE), y podías acercarte a un apacible grupo de cowboys o cattlemen o parroquianos y seguro que cualquiera de éstos o los otros nombres opacos al gusto del oropel de Tinseltown sonarían. Eran la referencia cotidiana.
Lafuente Estefanía no cita ni uno. Escribe sobre décadas de leyendas vivas pero omite referirse a ellas. Centra sus relatos en unos arquetipos que traslada de una a otra trama cambiando aquí o allá nombres o situación: es producción en serie que podría haber enriquecido notablemente con sólo mentar cualquier nombre de éstos en sus relatos, sin tener que entrar en detalles siquiera. Y él debía saberlo. Qué extraño, ¿eh?
Bien: Hierros trágicos relata la vehemente pasión del malo por una chica de ¿Dallas?, ¿Austin? (porque según el capítulo, es una u otra capital tejana) que está colada por el muchachote del sombrero blanco y los dos Colts, todo un LANCELOT de la pradera. La obra tiene el interés de que escapa al tópico del robo de ganado o la disputa por lo que sea que precipita el duelo. Y Lafuente Estefanía la trabaja con eficacia, pero sin profundidad, en parte porque el formato lo impedía. So pretexto de que el héroe ha hecho trampas en una competición de lanzamiento de herraduras (nunca he leído que esta distracción fuese tan vital en el Oeste), el malo urde una serie de trastadas para abatirlo, movido por sus feroces celos. Pero el bueno, tan infalible como sus revólveres, triunfa. Entonces, el autor empieza a provocar tales giros inesperados a la trama que la hace naufragar, dando un resultado incongruente al vigoroso conjunto.
HARRY TRACY: peligroso de veras.
Muchas muescas en la culata su arma

Como la competición sucede durante unos festejos, los cowboys han decidido no portar armas entre tanto. ¡Craso error! Muchos problemas en el Oeste procedían de la ‘mítica’ resistencia del cowboy a desprenderse de sus revólveres. ¡Sale hasta en el cine! ¿Cómo Lafuente Estefanía escribe esto? Luego, encontré esta reiteración en los diálogos:
“-Bebo en compañía de un amigo, ¿satisfecho?
-No tanto como ti –inquirió Dwitgh.
Esta pregunta sorprendió a quienes escuchaban.”

¿Qué pregunta? “Inquirió” reemplaza, todas las veces, a “sugirió” o “contestó”. No entiendo cómo alguien con tales tablas se ofuscó con esta palabra.

Fiesta de cobata de BLACK JACK KETCHUM.
Se hizo tan mal que fue decapitado

El entorno de sus novelas es bastante irreal, y eso que  surgían en una época donde la explosión del western en la pantalla de plata era brutal (y así le fue. Vaya truños que filmaron, tío). En algún momento debía descansar y verse alguna. Por ellas, sabría lo de los nombres célebres, y que según de dónde fueras, tenías formas de comportarte. Los tejanos tienen una coletilla (“¿Sabes?”) así como un cierto acento y eufemismos (el linchamiento se llamaba “fiesta de corbata”), más característicos en los cowboys. En Hierros trágicos, el autor omite todo esto, que viene a ser vox populi del que sólo sepa del western por las películas. Que produjera deprisa no explica las deficiencias, porque componen urdimbre básica del relato que escribe.
Un detalle significativo está en la puntería del pistolero/héroe: atina siempre en los hombros o en los ojos. Hickok aseguraba que él tiraba al vientre de su rival, porque le desarmaba, evitando por tanto matarlo (que muriera luego de lo que fuera no contaba para Wild Bill). Los héroes de Lafuente Estefanía matan con una frialdad implacable que ni MACK BOLAN. Y eso, en el Oeste, estaba muy mal visto. Expresaba sadismo.
NEVADA JIM, de MARSHAL
MCCOY. M.L. Estefanía no tenía
un héroe así. Raro, ¿eh?
Me ha sorprendido hallar estas deficiencias en la obra de un hombre con la reputación de estar versado en la materia. Que esta novela posea fuerza, interés y proporcione buenas dosis de esparcimiento son méritos que acapara, pero resaltan llamativamente sus carencias. El Oeste depende mucho de sus nombres. De los sucesos homéricos (OK CORRAL, las guerras de clanes y cercados). En cambio… Es algo así como si Lafuente Estefanía, que en este repaso al pulp era inevitable reseñar, hubiera estado escribiendo pulp ‘histórico’ de Roma y jamás citase a CAYO JULIO o a OCTAVIO AUGUSTO, ¡desconociendo, por completo, a CALÍGULA! Desconcertante, ¿verdad? Tanto como que, autor de dime novels, en la estela de ZANE GREY, o LOUIS L´AMOUR, por citar dos, Lafuente Estefanía no creara un superhombre sobre el que serializar, marcando a sus protagonistas con los mismos rasgos, pero no con igual nombre.
Pero, ni aún así, dejaré de leerle.
Vuestro Scriptor.