lunes, 21 de febrero de 2011

LA SOMBRA - SANDEMAN SABE

Portada del primer número; se lo
curra HOWARD CHAYKIN
Bien pensado, antes que a DOC SAVAGE primero conocí a La Sombra. Era Sandeman, el misterioso catador de vino. Me retrotraigo a un instante muy distante de mi infancia, cuando muchas cosas poseían un embrujo que poco de lo actual replica.
Sus carteles han ido desapareciendo de los lugares donde recuerdo haberlos visto, y creo que, junto a La Sombra, Sandeman lo lamentan en una oscura taberna donde una guitarra suena melancólica, y un masivo tabernero con rasgos de perro pachón sirve rondas de tinto a brumosos parroquianos. Esas tascas también están perdiéndose.
No me gusta La Sombra. Todo ese tinglado suyo (la carcajada siniestra y desquiciada, sus ojos amedrentadores sobre el filo de la capa, su capacidad de ofuscar mentes…) lo hacen sugerente y una pieza de cuidado, sin duda, y su “biógrafo”, MAXWELL GRANT (alias WALTER GIBSON), lo ensalzó en 283 novelas, amén de cómics, programas radiofónicos, y lo que hiciera falta. Gibson murió escribiendo una nueva aventura de La Sombra. Eso es dedicación y vocación, muchachos y muchachas.
El número dos con detalles asiáticos
Gibson escribía unas diez mil-quince mil palabras diarias (eso es una bestial cantidad de prosa), y por esto no queda más remedio que ¡ACLAMAR AL ESCRITOR!, porque difícilmente encontraremos un ejemplo de tenacidad y producción similar a la suya.
Apuntado esto, dato que espero cause el oportuno eco en vuestro magín (y lo comparáis con los “sublimes” que se encumbran a la gloria asegurando que el escribir tres páginas diarias les parece lo más agotador del mundo –se nota que no han cargado sacos de cemento en su vida-), debo acreditar por qué La Sombra no está entre mis lecturas preferentes, o favoritas. Por suerte, Gibson lo escribió por mí:
“Tu vida”, resuena la voz hipnótica desde las sombras, “ya no es tuya. Ahora me pertenece”.
“Puedo perfeccionarla. Puedo hacerla útil(…). Pero al dártela, reclamo obediencia. Absoluta obediencia.”
El 3: tiene luz en la mano; qué miedo
Doc llama a sus compañeros “Hermanos” (aunque está claro que el NÉMESIS DE BRONCE es el primus inter pares). Establece así un vínculo de independencia y fraternidad. Lo que les ata es el afán de aventura, etc., todo eso con lo que LESTER DENT nos convence, un pulp tras otro, y que forja un lazo indestructible entre ellos. (Dent podría estar promocionando los valores de la lealtad, la camaradería, el respeto mutuo y la confianza, el espíritu de unidad y pertenencia, enfocado a las tropas.) La Sombra no tiene amigos, o camaradas, ni iguales, sólo esclavos a los que usar y tirar. No casa con la imagen que un héroe, y más un luchador contra el crimen (la delincuencia, lo sabemos, posee numerosas facetas, y la esclavitud es una), suele proyectar, ¿cierto?
Otro elemento malsano (más que de morbo) que desprende La Sombra es que mientras Doc combate el delito a cara descubierta, LAMONT CRANSTON-KEN ALLARD (las identidades del personaje), lo hace detrás de un disfraz apabullante y de sus poderes hipnóticos. Imagino que la idea original que tenían sus creadores (Gibson desarrolló exhaustivamente el personaje radiofónico en el papel) era presentar una figura íntima de los sombríos aspectos del remordimiento y el arrepentimiento, quizás jugar con esa vieja idea del fantasma acosador, al estilo de EL CORAZÓN DELATOR, de E.A. POE.
Portada del nº 4: art decco en acción
Pero, también, representa una forma de cobardía como la sociedad afronta el delito, enmascarándose y atacándolo de forma artera. Esto lleva a disertar o hacer digresión sobre los vigilantes como THE PUNISHER, THE EXECUTIONER o los superhéroes del cómic. También La Sombra es un vigilante, pero “cae bien” porque su rostro público, Cranston, es un millonetis bon vivant ametrallado por los flashes cuando pasea con JEAN HARLOW o compite con HOWARD HUGUES. Su riqueza pública modera su peor cara, expeditiva y aun sanguinaria, opuesta a los principios de la Sociedad que nos hemos dado y que, a veces, es más garante con unos que con otros.
A finales de Década 80, el afamado HOWARD CHAYKIN “aceptó el reto” de escribir y dibujar una miniserie (tanteando la posibilidad de devolver La Sombra a la estanterías, donde el viejo -nunca caduco- mito compitiera con los goliats verdes y los trepamuros insolentes para edificación del público en ayunas del icono) donde el autor descargó sus filias y fobias habituales. Aquí me temo que debo escribir “de oídas”, sobre las excesivas recomendaciones que me impulsaron a adquirir esa saga. Se me destacaba lo “adulto” (pornográfico) y “morboso” (fetichista) que poseía la labor de Chaykin. Pero si compré esos tebeos fue por conocer al personaje.
WATER GIBSON (o MAXWELL
GRANT) en juvenil fotocarnet
Es cierto: un aire malsano envuelve la miniserie, que Chaykin desarrolla con lentitud, descafeinando así su violencia. Sin parar, Chaykin afirma que La Sombra está allí, LO SABE, mata a medio mundo de distancia… Lo arropa de cualidades tan aterradoras que mejor reformar una vida delictiva antes de ser su víctima… Pero a la hora de la verdad, nada de esto se ve, o es reflejado de modo insuficiente.
¡Ha regresado!, es la premisa, ¡Dios ayude a los culpables! Sí, ha vuelto… ¿al mundo de The Punisher? ¿Al de EL EXTERMINADOR, que arroja criminales a una picadora de carne? ¿Qué terror aporta esta La Sombra/Chaykin? Uno nulo. Todo el esfuerzo está en mostrar momentos “escabrosos” (todo muy soft) y personajes mórbidos, no en preparar una buena saga que enganche a las nuevas entregas. Chaykin apostó por su capacidad para el escándalo (que consolidó con BLACK KISS) y su talento gráfico, pero el resultado lo creo bastante insatisfactorio y dudo que agradase a Gibson, o a los fans.
Uno de los impactantes afiches del
filme de RUSSELL MULCAHY
Chaykin, si bien no interiorizó al personaje, sí retrató con eficacia su falta de escrúpulos al manipular mentes. De paso despejó el enigma que envolvía al personaje sobre su identidad pública, si era el millonario Lamont Cranston o el aventurero Ken Allard, si se perdió en el Amazonas o el Tíbet (apostó por lo segundo, para estar en consonancia con el caro mito occidental de SHANGRI-LA), y le adaptó conceptos modernos (dos Micro UZIs y gabán) con los que esperaba actualizarlo de forma eficaz.
En medio del desánimo que me produjo esta lectura “rompedora” sigue, tantos años después, resonando la efusiva descripción del personaje que le hizo el “fiador” (parecía que le iba la vida en el empeño). Resaltó lo de que el cuerpo de La Sombra era de “acero orgánico”. Concepto aparatoso, sí, pero ¿cómo esto ayuda al expeditivo MAESTRO DE LA OSCURIDAD? ¡Si triunfa en la miniserie es merced a terceros! ¡Lo más que hace es avasallar con su antigua autoridad a sus avejentados esclavos/compañeros de fatigas e hipnotizar a una pava del FBI para trajinársela!
Compárese con el de la SANDEMANESA sabe
Como colofón, un párrafo que debe alertarnos sobre los excesos del entusiasmo al hablar de nuestros mitos queridos (o mercenariamente apreciados):
Ningún otro personaje de ficción surgido de los pulps, a excepción del Tarzán de Burroughs, se ha convertido en el prototipo de la narrativa norteamericana como el luchador del crimen concebido por Walter Gibson.”
Palabras inmortales de HEIDI MCCDONALD. ¿TARZÁN (!) luchador contra el crimen? Y ¿dónde encaja Doc Savage en todo esto, amén de cualquier otra saga de héroes que no han perdurado a la criba del tiempo?
Recapitulando: no creo que esta miniserie haga justicia al sombrío vigilante, ni sea la mejor para abordar su extensa leyenda impresa.
Vuestro Scriptor.
SANDEMAN bebe. Que Dios ayude a
los abstemios