Cubierta de la novela, obra de JULIE BELL, colección OMEAN |
Según el ejemplar, ésta es la última e inédita novela del CICLO DE MARTE de JOHN CARTER, el héroe fetichista de EDGARD RICE BURROUGHS, el efectivo inventor del viaje de las tres mil millas (¡fíjate: lleva a su héroe a otro mundo!); en WIKIPEDIA registran una más, de 1964: John Carter de Marte. Vamos a aceptar la palabra del editor y este libro es, en efecto, el último de la prodigiosa saga de aventuras acaecidas en el fabuloso BARSOOM, un Marte agónico e insólito donde la galantería, el amor, la amistad y el odio son absolutos, con leves zonas de grises de mínima-nimia influencia.
Empiezo por el último porque, como con DOC SAVAGE, tanto LA PRINCESA DE MARTE como DIOSES DE MARTE están extensamente reseñados en LAS GRAVES PLANICIES/2: MAYOR MARS (caray, toda la novela es comentario). Pero prefiero hacer un trabajo nuevo y fresco antes que recurrir a notas o párrafos del libro. No sé, es por mor del amor propio.
Ilustración de una edición clásica. Pero parece más un muy bizarro fotograma de BEN-HUR |
Esta fantasía de Burroughs (hombre de múltiples empleos e inquietudes, que vivió el fin de “la gran aventura” de los cowboys) es casi pilar básico de la ficción que hoy día disfrutamos. FLASH GORDON es su más directo heredero. Y tras el valiente jugador de polo, va STAR WARS y todo lo demás asociado o lindante. Supe de esta saga por CARL SAGAN, que la ‘alabó’ en COSMOS, despertando mi interés por saber qué poseían estos libros para cautivar la imaginación de un científico, lo más opuesto a estas locuras de la baja literatura (bueno, según la leyenda urbana).
Y a grandes rasgos debo admitir que la serie no me ha defraudado. Los primeros libros rebosan energía y disparates ingeniosos que, situados en el momento de su aparición (entre 1912-1918), debían relumbrar como la mica en pleno desierto: cegadoramente.
Burroughs tejió una fábula de modélicos caballeros andantes y paladines que arrojaban su corazón a los pies de la más bella de esa tierra y defendía su apasionado amor con una energía difícil de ver en otros héroes, ficticios o reales. Ellas eran indubitablemente hermosas, leales, cálidas, altivas cuando correspondía, (tórridas en el amor cuando debían), comprensivas una vez era resuelto el malentendido, capaces de perdonar como sólo Dios hace. Ellos eran honorables, feroces/leales guerreros, amigos y camaradas, decididos y dispuestos para la más descabellada acción, apuestos para no desentonar con el ramillete de PLAYMATES reinante. Y todos en pelotas. Y con correajes sospechosamente sadomasoquistas, enjoyados, repujados, pero fetichistas.
EDGAR RICE BURROUGHS, en plan ministro de FRANCO, firmando autógrafos |
Y luego estaban los Hombres Verdes, rabiosos y peligrosos como apaches (algo que Burroughs incorporaba de su país natal, más que como traslación de nómadas árabes), vagabundos de los extensos y secos lechos de los océanos que Barsoom tuvo una vez. Si quieres acción, romances y traidores, ¡lee estas páginas! Pondrán febriles tus sesos.
Pero conforme progresan los títulos, la desbordante energía del autor se diluye y las trampas, trucos y lances a espada pierden autenticidad: se repiten; los villanos se calcan, y sus huecas ambiciones son insincera argucia para sostener la saga y venderla.
Ilustración de FRANK FRAZETTA para LA PRINCESA DE MARTE. Vaya nieta co-criaron estos dos... |
Y tengo la impresión de que la efusión de pulps no sentó bien al veterano Burroughs. Creo que DOC SAVAGE ‘hirió’ a John Carter como no lo hizo arma alguna en Barsoom, pues el metodismo narrativo consecuente de LESTER DENT deja al virginiano sudista (en verdad, a su autor) en evidencia.
Llana de Gathol, novela compuesta de cuatro “partes”, y habitual catálogo de las fanfarronadas del protagonista, es grosso modo compendio de todas las novelas de la saga. Se evoca las primeras aventuras, sacando del olvido cierto número de personajes, sucesos y razas, cosa que imprime una sensación de adiós formal. Y aunque podemos considerarla de las mejores, con una impronta de energía “clásica”, Burroughs empero no se esforzó por ponerle un colofón pletórico de épica, procurando que el recuerdo por estos personajes permaneciera en el lector latente como un último destello de gloria.
Llana de Gathol, barsoomiana de pro, es descrita como una belleza epatante y con un carácter de mil diablos, cuya sangre, impregnada del ADN del activo John Carter, el mejor espadachín de dos mundos, el que metió en vereda al poderoso pero decadente imperio de HELIUM, que ya no sabía cómo afrontar sus problemas, puede causar dificultades al más pintado. Y, como nieta de la “divina” DEJAH THORIS, sabe cómo comportarse ante el secuestro: batalla y suicidio, quizás castrando, antes, al agresor.
JOHN CARTER en plan MASTER DEL UNIVERSO; al fondo, un caqui con resaca. (Pintura: JOE JUSCO) |
En cuatro ocasiones la raptan, y lo más que hace es lucir palmito junto al villano que la ha capturado, en calidad de esclava, sí, pero ataviada con suntuosos correajes y toda esa parafernalia. La que debía hundir la daga en el vil corazón, pasea del brazo del canalla, agasajada por éste. ¿Resistencia? Ni se la espera. El abuelo John, el poderoso hombre blanco, tiene que venir a salvarla, cosa que hace tras familiares peripecias. Pues vaya linaje bravo, el de los Carter-Thoris.
Burroughs era un escritor bastante descuidado. Parecía no tomarse en serio su trabajo. Eficaz, sí; imaginativo: como pocos. Intenso: desde luego. ¿Bueno? ¡Hum! Veamos: el villano de turno sitia Gathol con un enorme ejército, y el caudillo de ese país, familia de John Carter, empero no acude a él, el generalísmo de Marte, para que con su temida flota destruya al enemigo. El autor deja que Carter tenga lances de esgrima/y/bravura en distintos escenarios, y poco falta para que el hombre que no recuerda su pasado derrote a sus enemigos con un brazo atado a la espalda. El héroe indómito y desafiante se ha transformado en el bravucón que le reprochan ser varias veces en la novela. Burroughs en ningún momento se toma la molestia de razonar con lógica; armó a John Carter y luego lo tiró al albur de esos desiertos marcianos para que sangrara, sudara y triunfara, sin que nada más importara: política, alianzas, relaciones, comercio…
Dibujo de VALZONLINE; la cosa es tener a DEJAH THORIS tirada por los suelos. Verás las feministas la que van a liar |
Otra particularidad de John Carter es que enseguida se amiga de cualquiera con el que se cruza y, tras unas aventuras, ese tal desaparece, y sólo en los últimos párrafos se le recuerda, dándole un final más o menos afortunado. (Como en las dos primeras novelas, que dan a entender que Carter y TARS TARKAS forjarán una alianza que unirá las razas contra un mundo moribundo, hostil, un borrador de la amistad entre HAN SOLO y CHEWBACCA. Idea defraudada. Tars Tarkas, a casa. Nunca más se supo.)
Y en Llana de Gathol este modus operandi se vuelve constante. Se encuentra con no sé quién, padecen penalidades y en el siguiente capítulo, se pierde. Bueno, halla otro amigote, pelean con bravura artúrica, y tras vencer, ¡desaparece! No pasa nada: el siguiente compi le ayuda a rescatar a Llana de Gathol, para irse. Cuarta aventura: ídem, ídem, ídem. Ah, sí: en el último párrafo les salvan y viven felices comiendo perdices.
Otra magnífica pintura de Frazetta (¡aclamad al artista!) |
Según Burroughs, Carter posee gran influencia en un imperio de notable relevancia entre las naciones del planeta, pero cuando se ve en un trance como el de esta novela, el poder de Helium es puro oropel. Llana de Gathol, como el resto de estas novelas, posee carencias que acusan la sospecha de que E.R.B. estaba cansado de John Carter y al fin le buscó una jubilación honorable. Tampoco este libro, como los restantes, debe ser analizado “con rigor”, porque pierde su embrujo por completo. Todo él es como una desquiciada aventura de ERROL FLYNN o DOUGLAS FAIRBANKS, SR., donde lo único importante son los saltos prodigiosos, los duelos a espada, un invento extraño, y bosquejar un cautivador escenario alienígena de fondo que no te dejan examinar con detalle, pero donde radica la fuerza del relato.
Vuestro Scriptor.