miércoles, 9 de febrero de 2011

UN VAQUERO SIN RUMBO – AUSSIE SHOTDOWN


Afiche foráneo de UN VAQUERO SIN
RUMBO. TOM SELLECK, optimista
Pensaba mejor hacer reseña/recomendar el remake de 3:10 TO YUMA, que está del carajo, pero esta sencilla y entretenida película merece también centrar un momento el foco sobre sus fotogramas (espero no quemarlos), y pedirle al lector que encuentre un rato libre y el deseo de visionarlos.

El western es un género (sobreexplotado) que produce afectos con la misma fuerza que desdén. Como en los otros géneros, probablemente haya veinte, o veinticinco, buenos filmes que son también vértebras de la columna dorsal de la Historia del Cine. Sin embargo, el desafecto que induce hace parecer hasta malas las más encomiables. He notado que cuando quieren arrearle al cine, siempre trincan al western como ejemplo de decadencia, el imperialismo capitalista atlantista clerical yanqui, los deseos extraviados y todo lo que los inspirados críticos deseen verle, hasta tiña. Y, en gran medida, acertarán en que hay material deleznable, sino execrable realmente, y que inundó las pantallas durante largo tiempo, siendo el responsable de causar esa sensación de estrago.
Incluyen esas veinte, o veinticinco, que destacan junto a las otras tantas de los demás géneros; algunas incluso superan los encumbrados tostones que nos recomiendan (LA CONDESA DESCALZA; vaya bodrio: AVA GADNER fingiendo ser española-y-bailaora-de-flamenco -¡hala, por clichés que no quede!- y HUMPREY BOGART aparentando estar vivo; todo el elenco expresa menos emociones que un TELEÑECO). QUIGLEY DOWN UNDER es una película de las que merecen estar entre las que orillan el Parnaso. Cuenta con atractivos. ¿El primero? Su amable carácter.
LAURA SANGIACOMO (CORA) y Tom Selleck
(MATHEW QUIGLEY ) posando para la promo
La protagoniza TOM SELLECK (el primer candidato a INDIANA JONES; pero al estar ligado a la teleserie MAGNUM, P.I. -mucho nombre para tan poca acción-, debió declinar la oferta de STEVEN SPIELBERG) y encarna a un tirador de elite del Oeste que viaja a Australia en respuesta a un anuncio publicado que solicitaba un experto en rifle para matar dingos de un rancho en las antípodas (no sé qué nombre le dan allí, si finca, hacienda, o rancho en verdad). El propietario es ALAN RICKMAN, conectado aún a su faceta de terrorista sarcástico de LA JUNGLA DE CRISTAL, que se permite orear sus facultades con el Colt Navy ante Quigley, que pasa de fanfarrones y asesinos a sangre fría.
LAURA SANGIACOMO pone el toque humano/humorístico al metraje, actuando como CORA, una tejana que fue introducida por su marido en un barco rumbo a Australia tras un desafortunado incidente con los indios. En estos pagos tiene la oportunidad de reivindicarse, superando sus traumas.
Un forastero abriéndose paso por tierra extraña: Australia
Rickman, como ranchero déspota (lo opuesto al BEN CARTWRIGTH de BONANZA), informa a Quigley que en realidad está allí para ventilarse, sin piedad ni escrúpulos, a los indígenas, pues le roban ganado de su extensa propiedad. Esto toca la fibra del cowboy (creo que no es del todo/completamente desacertado darle este apelativo) y tras un feo ‘desencuentro’, le arrojan a él y a Cora al desierto, esperando que les mate.
Como todo héroe, Quigley se destaca por algo: en su caso, por un rifle Sharp del .475 con el que puede abatir un objetivo a un kilómetro de distancia. El guión le surte de las suficientes ocasiones para demostrar su habilidad con el poderoso fusil, que la BSO de BASIL POLEDOURIS enfatiza.
Quigley listo a enseñarles el coste de la luz a los locales
Los nativos que debía matar les salvan la vida a ambos, estableciendo así una deuda de gratitud que decanta a Quigley a protegerles de los pistoleros del rancho, porque allí, más que ganado, parecen criar tiradores que imitan al ranchero, ejemplo del abrasivo colonialismo británico (el que nunca denuncian; hábilmente, lo evitan vituperando el nuestro), como sus hombres lo son de los reos que deportaron a Australia, escoceses e irlandeses sobre todo. Es un poco esa situación ‘arquetípica’ que justifica la imagen del norteamericano como gendarme del mundo, y la generosidad universal del hombre blanco: solo él tiene poder para dirimir disputas pues cuenta con un acusado sentido de la justicia y la proporción, además del empuje para imponerse, por la fuerza si es necesario, si la situación no se estabiliza.
"Pos, pa chulo, yo": ALAN RICKMAN, ranchero tirano,
demuestra su manejo del Igualador del CORONEL COLT
Entre los pistoleros del rancho podemos ver dos rostros “conocidos”: el del policía jefe de MAD MAX (aquí, con barba y pelo) y el de ZETA, el artero superviviente de EL GUERRERO DE LA CARRETERA que quería “expropiarle” a Max el V8 cuando se niega a conducir el Mack. Esto, como aliciente para quienes gustan de estos detalles.
Como todo western que se precie, la situación deriva de forma que se llegue al homérico duelo en el corral polvoriento. SIMON WINCER, que pronto empuñaría los manillares de las potentes HARLEY DAVIDSON en DOS DUROS SOBRE RUEDAS, recrea los de LA MUERTE TENÍA UN PRECIO y EL BUENO, EL FEO Y EL MALO, momentos que Rickman aprovecha para jactarse de su pericia con el Navy, otra vez, ante Quigley. Suelta esa incongruencia: “Algunos hombres nacen en el siglo equivocado; yo lo he hecho en el continente erróneo”, que hace preguntarse: ¿por qué no vende su rancho de Australia y compra uno en Tejas, o Montana, o Nuevo Méjico, y así se pone a tono con la Historia que quiere vivir en verdad? Y tras lacrar esto para su epitafio, desenfundan.
El poderoso hombre blanco en paños menores. Y es que,
donde hay confianza...
Quigley demuestra que también es experto en sacar más rápido que el de la leyenda (un mito que la ficción ha propagado y que es bastante inexacto, por cierto) tumbando al trío de pistoleros. “Nunca dije que no supiera hacerlo, sino que no me gusta llevarlo”, viene a sentenciar al ranchero agonizante. Hace una filigrana y enfunda. Puro CLINT EASTWOOD, vaya.
Imagen promocional de este buen filme
Un vaquero sin rumbo es una película que lo entrega todo sin reservas porque tampoco tiene cajas chinas llenas de culebras saltarinas y enrevesado argumento, con grises que permiten múltiple interpretación/confusión. Es ocio puro y duro, muy bien llevado, con interpretaciones profesionales y personajes amables, algo enquistados en los clichés, y tributaria con sus influencias (Alan Rickman parece la versión hipócrita de LEE VAN CLEEF en La muerte tenía un precio, o SABATA), y que permite disfrutar de sus cien minutos sin decaer en ninguno. Sucede en un escenario poco habitual, Australia, que vivió una época del Oeste similar a la de Norteamérica (no sé cuánto se puede culpar a NED KELLY de esto), y permite deleitarnos con unos parajes poco conocidos, pero que tampoco desentonan con las llanuras que Quigley cabalgaría en su tierra natal.
"Vais a saber quién es el hombre del río Nevado", o algo
así prometía Quigley con su Sharp experimental
Entre la masa de purria que se filmó so pretexto del auge del western-spaguetti y los artefactos que protagonizó JAMES STEWARD (¡qué actor menos indicado para hacer de un letal pistolero!), y que son los que producen náusea y estrago, Un vaquero sin rumbo descuella colocándose junto a los grandes títulos del género (no por fuerza de JOHN WAYNE) que, mucho más atenuado hoy día, sigue proporcionándonos cintas llenas de interés y calidad, unas cualidades que ya quisieran bruñir filmes ampliamente aclamados y que, en realidad, son aburridos hasta la muerte.
Ah, y esta película rompe un tópico: el cowboy no cabalga, al final, hacia el ocaso, donde más o menos están domiciliadas las leyendas.
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta: