viernes, 20 de abril de 2012

LA ISLA – LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA

Afiche foráneo con coña: como si huir
hacia LA ISLA fuese por puro ocio, no
la cuestión de apurada supervivencia 
que esboza la pareja de la imagen 
Como en DOCE MONOS, esta dinámica propuesta de JERRY BRUCKHEIMER (y que nos dure, pese a TRANSFORMERS III), ‘ataca’ a la profesión médica de modo tangencial. Más que a una rama específica de galenos, a la ética hipocrática que les prohíbe causar daño al paciente. También, de forma elíptica, La Isla, de MICHAEL BAY (ídem que con Bruckheimer, aunque su elaborado sentido del Gran Espectáculo tienda a saturar la pupila de efectos epatantes y secuencias adrenalíticas, al punto de causar hartazgo) trata sobre la inmortalidad y su coste, cómo la ‘beatífica’ Humanidad no mostrará escrúpulos con tal de obtener cierto fin. El filme, pletórico de estilizados planos rebosantes de chatarra, refiere finalmente al egoísmo intrínseco del sujeto.
El filme recuerda LA FUGA DE LOGAN, aunque con un toque mucho más restrictivo y sanitario condicionando al ciudadano. Han avanzado las tecnologías y la pobre, por no decir chapucera, domótica de La fuga de Logan alcanza en La Isla aspectos más refinados que, no obstante, no brindan al usuario mayores cuotas de libertad u ocio; lo encarcelan en sutiles pero férreos controles médicos y sociales que chequean desde su orina, recomendándole una dieta apropiada, hasta la calidad de sus sueños, pasando por qué tipo de amistades debe cultivar.
Una mala (pero esclarecedora) influencia para el ingenuo
LINCOLN 6 ECHO (EWAN MCGREGOR): la de JAMES
MCCORD (STEVE BUSCEMI)
Todo por vuestro bien, podría ser la consigna. La pregunta ahora es si “por nuestro bien” (y ¿quién establece qué nos conviene, o no?) queremos una longevidad insípida (en casi todo sentido), donde el individuo transite trilladas sendas que una autoridad, en calidad de omnipresente dictador benevolente, nos “recomiende”, o la rechazamos.
Después, se comprende que todo el rigor médico, las ocupaciones pacíficas y socializadoras, el “no te inquietes; ya pensamos por ti”, hasta la suave pero caladera regañina de “no se os puede dejar solos; siempre os metéis en líos”, obedece a un macabro “programa de inmortalidades” de pago sólo asequible para los más pudientes, siendo empero uno de los aspecto morales que Bay no desarrolla con plenitud, dejando al espectador que piense en la cuestión.
El masivo MCHAEL CLARKE DUNCAN, ADNATE de un
futbolista, despertará los terrores de Lincoln y la realidad
que camufla el sorteo a La Isla
Pues, ante la posibilidad de vivir muchos más-y-mejores años, ¿ponemos alguna cifra? No. Nos quejamos frecuentemente de esta perra vida, pero arañamos todo segundo posible a la Muerte…, para luego exponernos a actividades de riesgo de toda índole. Nuestras contradicciones.
Y a prolongar la vida de los más ricos o afortunados se dedica la empresa que gobierna el doctor BERNARD MERRICK (SEAN BEAN). Es el rostro amable de una corporación que ha construido, en un búnker computarizado, un mundo-cápsula post-cataclismo donde “recalan” los afortunados “supervivientes” de la Plaga (concepto nebuloso pero eficaz), que esperan su turno para ir a la Isla, paraíso libre de los contaminantes mortales que han despoblado el plantea. Una vez allí, se encargarán de repoblar la Tierra. La existencia dentro de ese búnker, la estricta vigilancia que no obstante tiene algo de la cretina filosofía buenista de DEMOLITION MAN, impulsa a los espíritus más inquietos a anhelar la Isla, o, como mínimo, y en el caso de LINCOLN 6 ECHO (EWAN MCGREGOR), a obtener respuestas sinceras.
SEAN BEAN como el DR. BERNARD MERRICK; se las da
de listo ante este escáner, pero cree que es la foto de una
coliflor; ¿lo ven? Aqui están las raíces
La Isla penetra un poco en el plano metafísico, planteando la persistencia del alma en un sujeto distinto al ‘original’. Lincoln sufre recurrentes pesadillas y sueños que, siendo ADNATE (un REPLICANTE, para que nos entendamos), no debería poseer. Más que enfocar la cuestión desde lo del innato espíritu rebelde del Hombre sublevándose ante toda tiranía y de modo instintivo e invariable, lo contemplaremos desde el aspecto espiritual. Un clon, ¿también manifiesta alma? Ésta, ¿se duplica (esto son malas noticias para el Más Allá: ¡amenaza de superpoblación!), o se divide? Si aceptamos sin reservas la liturgia, recordaremos que el ánima es el motor/depósito de nuestros sentimientos, pensamientos, recuerdos.
Recreando el Génesis en una instalación fabril. Esto parece
un lucrativo negocio cara al futuro que nos alcanza
Lincoln (esto va por el Gran Emancipador, ¿verdad?) manifiesta un carácter propio que comparte, sin embargo, rasgos del de su ‘donante’, TOM Lincoln, un tipejo vanidoso y desagradable, cuyo temerario estilo de vida (por no decir depravado) le ha sentenciado. Desarrolla talentos (que incluyen sablearle unos tragos a JAMES MCCORD —STEVE BUSCEMI—) que no debería expresar. Esto plantea: en cada partícula de ADN, ¿reside el alma también, y mis clones disfrutarán de sus ‘grabaciones’, aportándoles carácter, ambiciones, flaquezas, talentos, sueños?
Siendo una película de MICHAEL BAY,
si no hay destrozos a mansalva, no es
película; he aquí el ejemplo
Estos aspectos plantea La Isla para nuestra reflexión mientras ALBERT LAURENT (DJIMON HOUNSOU) emprende una cacería estilo BLADE RUNNER (donde todo esto igualmente se valoraba, junto al concepto de una neoesclavitud que también padecen los adnates) llena de estragos metálicos, tiroteos y persecuciones a alta velocidad con vehículos de un futuro más bien cercano. Y, como adecuado transporte del mensaje, se elige a una pareja aria que encaje con un elaborado canon de belleza, como SCARLETT JOHANSSON, en la piel de JORDAN 2 DELTA, recambio de la comatosa SARAH Jordan, y presta para el sacrificio (ganó la lotería para ir a la Isla), presenta.
Entre tanto, Merrick vende, a un grupo selecto, la idea de que un adnate sólo es una vegetativa vejiga llena de huesos y órganos absolutamente inconsciente, aunque luego deba admitir que, sin “la chispa de la vida”, el desarrollo social, aun adolescente, del adnate, su “cosecha” es estéril. Siendo pues este el caso, ¿con qué ética esos médicos abordan sus tareas? Abre, extraen y eliminan a sujetos emocionalmente desarrollados y coherentes, hacen un daño deliberado sin sentir el menor escrúpulo o vacilación. ¿Bajo qué responsabilidad moral están? ¿Cómo lo soportan? ¿Sufren remordimientos tras la intervención, o encontraron una excusa para volver, frescos y radiantes, al quirófano al día siguiente?
ALBERT LAURENT (DJIMON HOUNSOU) entre cascotes
y en función de BLADE RUNNER a sueldo de Merrick
Tenemos antecedentes históricos al respecto, y no creo que la laureada profesión médica, tan inestimable y necesaria, sin embargo sea esa barrera moral y ética suprema que vendía M*A*S*H*. Experimentan aun con sus pacientes, recetándoles tratamientos que, quizás, causen perjuicios. Y anotan las secuelas mientras la cláusula de “efectos secundarios” los ampara y exculpa. Y, bueno, si sucede lo peor, alguna suma de dinero compensará la pérdida...
La Bella (SCARLETT JOHANSSON, como JORDAN 2
DELTA) hace frente, repentinamente espabilada, a la
Bestia de su aterradora realidad, lo que es su vida
en verdad
La Isla presenta el debate de la duplicación biológica y sus límites; si un clon posee identidad propia o desarrolla parcialmente la nuestra. Qué lo ampara y ante quién responde. En este caso, y con tales “pruebas de vida”, ¿cómo debemos tratarlos? ¿Como “ciudadanos de segunda”, o “productos”? ¿Serán nuestros mellizos, o algo así, y padeceremos los daños o alegrías que sufran o gocen?
Finalmente, lo peor de La Isla está en que, algo como ese búnker/criadero de adnates, ya puede estar en funcionamiento. No es tanta “ciencia ficción” como parece.
Vuestro Scriptor.