Afiche de una película sobre un héroe digno del tebeo de Década 80: HANCOCK (WILL SMITH) |
A JOHN Hancock (WILL SMITH, en ‘estado de gracia’), esa mezcla de LUKE CAGE, alias Powerman, y ELVIS negro, le podemos aplicar la Marginalia XLIII de POE, que rezaba: “Me he entretenido a veces tratando de imaginar cuál sería el destino de un individuo dueño (o más bien víctima) de un intelecto muy superior a los de su raza…”, sustituyendo ‘intelecto’ por ‘facultades’ o ‘poderes’. La película contesta el dilema planteado por el escritor virginiano: Hancock, rodeado de pigmeos, morales y físicos, incapaces de compartir su visión del mundo, donde el horizonte ni se divisa, de lo lejos-lejano que está, termina decepcionado y, finalmente, alcohólico.
Buenos días, señor superhéroe. Uno de los desencantados fans de Hancock le "visita" en uno de los populosos "salones" de su FORTALEZA DE LA SOLEDAD: cualquier banco del parque de Los Ángeles |
Hancock ufanándose tras su última y calamitosa proeza, que, al menos, le cambiará la vida, pues salvará la de RAY EMBREY (JASON BATEMAN), su relaciones-escudero |
Mas, tras la abrasión del desprecio sistemático, Hancock se rinde y toma un anestésico: el alcohol. ¡Ea! ¿Contentos? Acabo de demostraros que soy tan imperfecto como vosotros, pigmeos. Me veis tirado por ahí jalando de la botella como cualquier otro despojo social. Y, pese a todo, aún me pedís ayuda. Vale. Lo haga como lo haga, me criticaréis. Así que… empotro el coche de los malos en lo alto del rascacielos.
A tenor de su dilatada existencia (Hancock parece uno de LOS ETERNOS de JACK KIRBY), este superhombre no ha visto un práctico avance en una raza de la cual se ha autoerigido custodio, y que aun se lo reprocha: ¿quién eres para elegirte nuestro hermano mayor? Pues (y más allá del complaciente fetichismo exhibicionista que parece designar a todo superhéroe, sea macho o hembra), porque un SuperHombre tiene tal punto de vista que lo obliga a salvaros de vosotros mismos, esperando impregnaros de un positivo ejemplo moral y ético, de civismo y urbanidad. Y el resto del tiempo, lo pierdo sacudiendo a algún pendenciero histérico grotescamente disfrazado, malvado reflejo del superhéroe en cuestión.
¡Celebrémoslo! Ray y su encantadora esposa, MARY (CHARLIZE THERON) posan junto al renovado héroe. Ella guarda, empero, un mortífero secreto que atañe a Hancock |
Pese a todo lo innovador que pretende ser Hancock, filme-estudio de que lo diferente debe ser anulado, y lo ‘normal’ prevalecer absolutamente (léase: ¡no necesitamos NINGÚN héroe inspirando a nuestros hijos a ser distintos!), no puede escapar del pozo gravitatorio del mainstream, y se le adjudica su LOIS LANE (el publicista RAY EMBREY —JASON BATEMAN—), que no captura noticias, sino que va por la vida solicitando espacios gratuitos promocionales apelando a la generosidad humana.
Flamante uniforme para un héroe que sale del infierno. Es una mezcla de los atuendos escénicos de ELVIS y del HALCÓN, el compi de CAPTAIN AMERICA |
La caridad mola, pero en Navidades, y en QUÉ BELLO ES VIVIR. Pero Ray insiste; toma una última causa perdida como esperanza de cambio e intenta reflotar a Hancock. Si consigue el milagro, ¿qué podría resistírsele? Vale, la suya no es una generosidad-sin-ánimo total. Pero tampoco pretende explotar a Hancock para enriquecerse con él. Quiere que sea el fulcro que movilice la concienciación mundial hacia la Era de Acuario.
Y también nuestro nubio superhombre tiene su talón de Aquiles: su esposa de otros tiempos, MARY (la afrikaaner CHARLIZE THERON), mezcla de TORMENTA de los X-MEN, WONDER WOMAN y SHAZAM (había una CAPITANA MARVEL, ¿no?), que parece, en virtud de su sexo, ser mucho más poderosa que Hancock. Pero el peligro está en que su proximidad los hace vulnerables. Todas las crisis de identidad que ha sufrido Hancock a lo largo de su luenga vida procedieron de su relación con ella.
Más sencillo, pero no menos espectacular es el que luce Mary, una vez se revela como Mujer Maravilla |
Y quizás lo hace no tanto porque, descubriéndose como supermujer-en-función-de-superheroína, tema perder su intimidad, sino por el llano egoísmo (comprensible y excusable) de querer vivir cuanto pueda. Unirse a Hancock supone el fin. Ha visto perecer a sus congéneres debido a esto. Y tal vez en aceptar la inmortalidad ellos vieran una virtud. Pero, para Mary, es una aterradora perspectiva que rechaza abrazar.
Mal día para fastidiar a la costilla, ¿eh, Hancock? Puedes acabar comiendo alquitrán |
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta: