jueves, 30 de octubre de 2014

THOR, EL MUNDO OSCURO — ENSEGUIDA, EL RAGNAROK

Vistoso afiche, compendio de las
sorpresas que contiene el metraje
Secuela más agradecida y vistosa que la dirigida por KENNETH BRANAGH. Aquél construyó un artificio wagneriano de inefable solemnidad que fue vaciándose según el metraje avanzaba. El actual realizador, ALAN TAYLOR, ha pilotado un vehículo más familiar y todoterreno, en comparación al Mercedes de Branagh. Mucha apariencia; escaso resultado.

Sigue surtiendo trama el material gráfico que WALT SIMONSON dibujara, a finales de Década 80, sobre el vehemente mito nórdico, encarnado por CHRIS HEMSWORTH de nuevo. En esa celebrada saga del cómic (por ahí leí una crítica, un tanto puntillosa, en base al desagrado por el estilo de Simonson), aparecía una galería de personajes nuevos, mientras los ya conocidos recibían un tuneado que los saneaba o demostraba qué desperdiciados habían estado hasta entonces.

Ahí aparece MALEKITH (CHRISTOPHER ECCLESTON), villano “secundario” que, aliado de SURTUR, colaboraba para anticipar el Ragnarok (el apoqueclipse total nórdico) mediante ardides y combates que Thor, tan buenamente como podía, vencía o empataba.

THOR (CRHIS HEMSWORTH) dispuesto a dar caña. Eso sí,
con más mesura y justificación que en su "juventud"
Las deidades, o personajes, del natural de Thor no pueden ceñirse a sutilezas o mediocridades. Una gigantesca grandeza épica, inherente a ellos (para lo que fueron concebidos), los fuerza a combatir titánicos adversarios de talla muy superior a ellos. Branagh pareció no entenderlo. (Pero sigo pensando que fue culpa del autor del anterior libreto original, STRAWZINSKY, guionista —de cómic— de la “nueva hornada” que enfatiza la pose y un presunto “docto” diálogo, lleno de ‘erudición’ o ‘resonancias’, a la desbordante acción “clásica”.)

Thor padece mal de amores y lo comparte con su regio
padre, ODÍN (ANTHONY HOPKINS), quien, cuando no
toma su siesta, muestra su peor carácter
Edificó una primera parte llena de esplendor. Delineó poderosos héroes y contrincantes que, llegado el clímax, lo resuelven de forma apresurada, barata. Lo más “escandaloso” del tal momento cumbre era la “emulación” de Thor con JESUCRISTO, cuando se sacrifica por la Humanidad (del pequeño pueblo donde acontece la “batalla”) tras recibir el violento flagelo del DESTRUCTOR.

Los enfrentamientos con el acorazado rival siempre han sido espectaculares y dilatados. Bajo la férula de Branagh, todo termina ¡ya! Su wagnerianismo shakerperiano tenía limitaciones. Si Thor hubiera “matado” al Destructor declamándole un soneto del BARDO, aun un vigoroso parlamento de MACBETH, wunderbar!

MALEKITH (CHRISTOPHER ECCLESTON, el malo de esta
ronda de gestas asgardianas. Lo suyo: el Ragnarok
Pero tocaba batirse el cobre. Uf. No. Las dimensiones de la tarima no dan para tanto. Y esas son las exactas medidas del Thor de Brannagh: las de un escenario.

En la secuela ha ocurrido lo opuesto. El director ha recibido órdenes con respecto a la extensión del ring, y éste es el Cosmos entero.

No sólo ha gozado de espacio más amplio para permitir a Thor extender sus músculos y proezas. Empleando vaga autoparodia y dosis de humor más elevadas (rara vez afortunadas. Caso: la exasperante becaria de JANE FOSTER —NATALIE PORTMAN—), junto a un argumento que ha buscado sin reparos el espectáculo y lo fantabuloso (sin alcanzar, empero, la épica), incidiendo en la psicología de los principales participantes (lo más accesorios y borrosos, los TRES GUERREROS, ‘escuderos’ de Thor; el más trabajado, LOKI —TOM HIDDLESTON—), Taylor ha procurado alegrarnos la jornada, dejándonos con ganas de más secuelas.

Pelea de novios: JANE FOSTER (NATALIE PORTMAN)
abronca al mesomorfo: Pero contigo, ¿qué pasa? Te vas de
copas con el de la armadura y el del escudo... ¡y me plantas!
Se ha disparado tanto el frenesí de las luchas, más extensas y numerosas que con Branagh, como el aparato de mundos “increíbles” donde correr aventuras. Pero, de nuevo, destaca cómo se ha profundizado en los rasgos de los protagonistas. Se ha ahondado en ODÍN (ANTHONY HOPKINS), mostrándolo contradictorio y cruel, y HEIMDALL (IDRIS ELBA), camarada inesperado, así como FRIGGA (RENE RUSSO), enseñando de ellos facetas que les humanizan. No son entes unidimensionales. Contienen algo.

TOM HIDDLESTON va preparado como LOKI, sobre todo
en este cromo que le han montado de Master del Universo
Thor ha entrado en la espiral de lo reflexivo, bordeando lo trágico. Están siguiendo el argumento de la historieta basado en su querencia por la Foster, en oposición a los sentimientos de SIF (JAIMIE ALEXANDER), también más detallada que en la primera entrega.

Este Thor tenía difícil tarea ante sí: borrar la negativa impresión que dejó su predecesora. Con elegancia lo ha resuelto, ofreciendo ¡tralla! y ¡caña!, apoyándose en un armazón que tiene resonancias de saga de CORUM (la Conjunción del Millón de Esferas), pero aumentando su trascendencia con un genocidio estelar total.

¡Vaya EQUIPO-A para salvar el mundo! Desluce un wevo
la película. A ver si tomamos nota y los eliminamos luego
Más también se ha incidido en qué poco de mágico o fantástico tiene la serie de Thor. Elementos “sobrenaturales” entraban en contacto con diversas razas alienígenas, dotadas de HI/TECH avanzada, que empezaban a urdir la sospecha de que los asgardianos habían evolucionado merced a incorporar su tecnología a sus personas, trascendiendo, así, la mortalidad. Habían difuminado la frontera entre el laboratorio y la fe, creando singular híbrido. Ellos.

El destino de todo el Cosmos finalmente dependerá de un
martillazo bien dado... en este épico escorzo
Thor, el Mundo Oscuro, es honesta sobre sus fines. Divertir. Recuperar la notable inversión. Pontificar hacia el nuevo AVENGERS. No espera salvar nuestras vidas, o brindarnos un credo alternativo a los agotados actuales. Pide disfrutes del espectáculo y lo asimiles sin más. Aquí no hay trasfondo filosófico. Esparcimiento. Que no es poco.

¿En qué falla? En qué poca influencia en el colectivo tiene que una invasión extraterrestre medio asolara Nueva York. Todo sigue igual. Nadie toma medidas. Hasta en esa falta de coherencia, imita a los cómics.

Vuestro Scriptor.

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