ALAN MOORE, colosal, gobernando todos los vientos de inspiración en el alto cielo, inigualable para todos los purriosos de mierda que pululan por ahí haciendo cómic |
…cuando era escasamente conocido. No
pretendo competir, con mis pobres conocimientos al respecto, con ALEJANDRO
BARBA, experto en la materia, y cuyas extensas nociones sobre el Dios Demonio
de Northampton, expuestas en su elaborada biolocalización (libro recomendable
por los cuatro costados), pueden derrotarme sin problemas. Además, sería “discusión”
que, a ambos, nos resultaría bizantina; deseo, más bien, realizar mera apreciación
personal ofrecida desde la perspectiva que me otorga la experiencia y la (avanzada)
edad.
Ahora, ¡aclaman! a Alan Moore como al
fenómeno revolucionario de la Historia de la Historieta que es. Pienso que, últimamente,
no tanto como durante Década 90 y parte de Década 00. Pero sigue ahí, gobernando
todos los vientos de inspiración según transitan el alto cielo de la creación. Figura
controvertida, sostiene un desafiante pulso tenaz contra las majors (MARVEL COMICS, DC COMICS)
cuando los demás estamos obligados a tributarles vasallaje porque, qué queréis
os diga: imponen la pauta.
La obra que le hizo archifamoso, texto controvertido por sus precuelas... y secuelas |
Las independientes de cierto renombre aguantan
el tirón, aunque carecen del vigor, constancia, alcance, legado, de las citadas
editoriales. Lo verifica qué éxito obtienen sus adaptaciones cinematográficas.
Conocí la labor de Alan Moore a finales
de Década 80 (cuando también me aficioné a JUDGE
DREDD); me prestaron WATCHMEN,
quedando enseguida prendado de la psicología y profundidad de personajes y
situaciones. Rompía la infantil monotonía de los cómics Marvel a los que estaba habituado (ahora que los releo, gracias a
la prolija compilación de la BIBLIOTECA
MARVEL —denostada por los “expertos” [expertos; sí, jaja]—, los valoro
muchísimo más; desgraciadamente, también veo más mayúsculos sus defectos,
merced a mi bagaje cultural), creando
inquietudes inesperadas.
En el fondo, hacía lo que MICHAEL
MOORCOCK con el sword and sorcery
mucho antes, vaya, y cuyas novelas también por entonces empezaba a conocer, apreciar,
respetar. No todo era blanco y negro; existían matices, extensas zonas de
grises, que permitían inducir tanta duda como desconfianza sobre la calidad del
héroe o el villano.
Después "llegó" este documento apócrifo sobre urbanidad ácrata, aunque fue concebido antes |
Sí. Entonces, Moore era desconocido. Los
lectores de cómics españoles jalaban SPIDER-MAN
o X-MEN, disfrazada traslación de la
persecución judía y la Diáspora. También silabeaban algo de LOS 4 FANTÁSTICOS, LA MASA o EL HOMBRE DE HIERRO.
Y, claro, CONAN. (Aparto adrede la referencia
patria, encabezada por MORTADELO Y
FILEMÓN.) Estaba despuntando ese chaval rompedor, FRANK MILLER. Pero no os
creáis (como ocurre ahora) que una vorágine de lectores devoraba a Moore, como
muchos pretenden que fuese. ¡Qué va!
Un puñado mínimo-nimio conocíamos, y apenas
extensamente, la literatura de Moore. Me enganchó con V DE VENDETTA; fue lo primero suyo que adquirí, y luego, todo cuanto
devino merced al estreno del BATMAN
de TIM BURTON. Pero repito: sólo unos pocos apasionados disfrutábamos de su
trabajo. El resto era la masa bulbosa y vocinglera de los mutantes y Spidey. Por el horizonte ya asomaba SON
GOKUH. Los días del mainstream
parecían contados. ¡Qué vehemencia, la del manga!
Pero ha sobrevivido; el mainstream triunfa. Y me alegro. Es lo
nuestro. Occidental. No niego disfruto leer un buen manga, pero los exacerbados mangakas
me hicieron elegir firmemente la producción del Sol Poniente.
Las adaptaciones de sus historietas al cine no carecen de controversia. Las detesta; malogran su concepción |
Hoy día, y exceptuando por ejemplo a
Alejandro, puedes leer a muchos “exégetas” de Moore. Empero, ¿dónde estabais,
entonces? Adviertes que se han apuntado a su movida recientemente. Por impulso
esnob. Mola decir que “ya leía a Alan
Moore en la guardería”, ¡cuando anteayer le conociste! Es la pose estética.
Estar en sintonía con el auge caprichoso de la novela gráfica, elegida por las
“elites” culturales veleidosas como nuevo culto, transformando al nigromante de
las viñetas Moore en bibelot de
adoración pagana que podrá ser despeñado tan pronto como le han ¡aupado! a la
cumbre esas huestes de ignorancia exclusivista.
Y eso me irrita: la postración idólatra de
ignaros veletas que nada saben, comprando lo que sea si tiene su nombre estampado
en la cubierta, pero que luego, salvo atesorarlo en la bolsita antientrópica, todo
lo desconocen. No lo leen. Adoptan la postura intelectual durante la
conversación: Ah, sí, Alan Moore. ¡Hombre! El de LA BROMA ASESINA. Cojonuda. Pero, le barrenas: ¿de qué va? Si
titubea, tartamudea, acabas de pillarle. Ni la ha hojeado. Empero queda de puta
madre magistral decir: ¡Alan Moore! Ese hombre. Resplandeces como moneda de
reciente cuño.
"Lo último" parece distar bastante de lo trascendental de los comienzos |
También dentro del cómic hay mucho mamarracho
que, aunque lo haya leído, no le ha leído. Porque una cosa es leer, y otra,
comprender lo leído; como es distinto ojear
que hojear. Pueden discursear sobre
Moore, mas ¿le han entendido? ¿Ves? Ponen esa
cara.
Moore parece haber colgado la túnica del profundo
nigromante supremo de las viñetas para desarrollar conceptos más elementales,
qué curioso, persiguiendo una elegante evasión sin complicaciones (TOM STRONG), aunque impregnada de sus
resabios creativos, más que seguir elaborando las gigantescas arquitecturas del
pasado. Empero no puede impedir hacerlo así: a lo grande. Es Alan Moore. Genial.