Por la portada le conoceréis; el título ¿parodia un tema de LEONARD COHEN, por cierto? |
Los tiempos actuales, de consumo brutal
de información que exige asimilación masiva de nuevos datos sin cesar, están creando
una sociedad de inteligencia volátil y relativa lista a ¡aclamar! lo más superficial
para, a continuación, manifestar adhesión por otro ‘mito’ igual de transparente
y que pudiera ser aun contrario al primer icono ensalzado.
Kick-Ass (el filme) se me ¡elogió! y recomendó máximamente por una sarta de virtudes que,
expuestas bajo la fría comparación de narraciones previas de corte similar,
perdían todo valor o color, demostrándome qué fuerza tiene la afirmación que
efectúo antes. Hace poco, he podido comprobar que el légamo que sustenta ésta
más joven sociedad de creadores tiene calado poco profundo y está, repito, basado
en inmediateces deleznables muy frágiles al abrasivo paso del tiempo.
Kick-Ass fue concebido por una de estas nuevas ‘impresionantes’
lumbreras del cómic que, empero, proceden de firmas que, durante Década 80 y 90,
revolvieron las entrañas del mainstream.
Me refiero a ALAN MOORE y PAT MILLS, éste último con menor trascendencia que el
Dios Demonio de Northampton. Ambos, sin embargo, cuentan con una vasta base
cultural inexistente en los nuevos escritores, que entienden que una determinada
postura estética, de cine o TV, y un derroche de telegramas monosilábicos por
todo texto, hacen ¡gloria! de su labor.
De lo más reconocible del tebeo... en un manicomio. La propuesta ya gana interés así planteada |
Y laboran así porque: existe un fandom, a un paso del zombi, que no va a
reclamarles más. Porque una abulia, pereza, flojera, ignorancia, lo que sea, se
ha apoderado de sus mentes, repletas de la luminosa paleta cromática de los
píxeles que ingerimos a diario.
Estamos asimismo viviendo la Era del
Superhéroe en el cine. Producciones que hace cincuenta años frisaban el
presupuesto de LOS MUNSTER, hoy
consiguen capitales multimillonarios. Que recuperan con creces. MARVEL COMICS va ganando la competición,
pues sus iconos contactan inmediatamente con un público ávido de ocio en esta
época de crisis. DC COMICS va a
trancas y barrancas. No terminan de agradar los “antiesterotipos” que los BATMAN de CHRISTOPHER NOLAN han “popularizado”,
y son “populares” gracias a que su oscuridad ha magnetizado “algo” en la memez
de la crítica más selecta, ¡encumbrándolos!
Mills creó esos ¡alabados! “antiestereotipos”
en este controvertido serial de un cazador de superhéroes: Marshal Law, rencorosa
identidad enmascarada de JOE GILMORE, desempleado vet de la Guerra de La Zona
(Centroamérica), que ataca despiadado las brillantes capas y fetichistas
uniformes de quienes han pervertido El
Noble Sueño. Norteamérica ha conseguido, mediante ingenética, un poderoso
ejército. El problema es que los superpoderes no generan una superhumanidad más
justa o moral.
JOE GILMORE, futuro MARSHAL LAW, pierde en estas clases de formación "contra torturas" toda la ingenuidad |
Cometen crímenes. Se degradan y prostituyen.
Emplean sus talentos en proporcionar diversiones brutales o imponerse ante los débiles.
Para frenarlos, necesitan alguien ahíto de odio y completamente descastado del
presunto panteón superheróico. Desencantado de la propuesta de grandiosidad
llena de esplendor, color, NORMAN ROCKWELL y tarta de manzanas que prometía Propaganda.
Joe, tras sufrir, como otros miles de candidatos, una revolucionaria
intervención quirúrgica, recibió poderes que garantizarían no ya el Siglo
Americano, sino un Milenio digno del Tercer Reich.
Barroca portada alternativa. Mola pues aplasta a ARROW, serie que detesto. El malo principal, empero, es el alter ego de THE PUNISHER (a la derecha, en B/N) |
Marshal
Law-Takes Manhattan
parodia críticamente lo que el clásico mainstream
de superhéroes llevaba mostrado hasta entonces. Se beneficiaba de que, entonces, esto era novedoso. Polémico. Profundo.
Hoy, su impacto kick-ass es menor.
Sin embargo, sigue teniendo potencia absoluta, debido a la impresionante
cultura de sus autores. Entre viñetas, hacen también sólida reflexión de las
corrientes culturales norteamericanas, cuyo oleaje termina alcanzándonos y
modificando nuestros propios patrones. No es sólo efusión de brutalidad
policial y asesinatos dentro de una institución mental donde refugian a superhéroes
a quienes su nueva condición ha desequilibrado. Hay un mensaje, al menos. Y
esta habilidad, entretejer diversas consignas, se ha perdido en la producción
actual.
¿Por? La crítica superficialidad cultural
de estos tiempos, unos en que el máximo conocimiento está a un alcance
imposible de creer hace, siquiera, veinte años. Espero estemos a tiempo de
remediarlo.