domingo, 10 de abril de 2016

MARSHAL LAW – TAKES MANHATTAN — ANTES DE KICK-ASS

Por la portada le conoceréis; el título
¿parodia un tema de LEONARD
COHEN, por cierto?
Los tiempos actuales, de consumo brutal de información que exige asimilación masiva de nuevos datos sin cesar, están creando una sociedad de inteligencia volátil y relativa lista a ¡aclamar! lo más superficial para, a continuación, manifestar adhesión por otro ‘mito’ igual de transparente y que pudiera ser aun contrario al primer icono ensalzado.

Kick-Ass (el filme) se me ¡elogió! y recomendó  máximamente por una sarta de virtudes que, expuestas bajo la fría comparación de narraciones previas de corte similar, perdían todo valor o color, demostrándome qué fuerza tiene la afirmación que efectúo antes. Hace poco, he podido comprobar que el légamo que sustenta ésta más joven sociedad de creadores tiene calado poco profundo y está, repito, basado en inmediateces deleznables muy frágiles al abrasivo paso del tiempo.

Kick-Ass fue concebido por una de estas nuevas ‘impresionantes’ lumbreras del cómic que, empero, proceden de firmas que, durante Década 80 y 90, revolvieron las entrañas del mainstream. Me refiero a ALAN MOORE y PAT MILLS, éste último con menor trascendencia que el Dios Demonio de Northampton. Ambos, sin embargo, cuentan con una vasta base cultural inexistente en los nuevos escritores, que entienden que una determinada postura estética, de cine o TV, y un derroche de telegramas monosilábicos por todo texto, hacen ¡gloria! de su labor.

De lo más reconocible del tebeo... en
un manicomio. La propuesta ya gana
interés así planteada
Y laboran así porque: existe un fandom, a un paso del zombi, que no va a reclamarles más. Porque una abulia, pereza, flojera, ignorancia, lo que sea, se ha apoderado de sus mentes, repletas de la luminosa paleta cromática de los píxeles que ingerimos a diario.

Estamos asimismo viviendo la Era del Superhéroe en el cine. Producciones que hace cincuenta años frisaban el presupuesto de LOS MUNSTER, hoy consiguen capitales multimillonarios. Que recuperan con creces. MARVEL COMICS va ganando la competición, pues sus iconos contactan inmediatamente con un público ávido de ocio en esta época de crisis. DC COMICS va a trancas y barrancas. No terminan de agradar los “antiesterotipos” que los BATMAN de CHRISTOPHER NOLAN han “popularizado”, y son “populares” gracias a que su oscuridad ha magnetizado “algo” en la memez de la crítica más selecta, ¡encumbrándolos!

Mills creó esos ¡alabados! “antiestereotipos” en este controvertido serial de un cazador de superhéroes: Marshal Law, rencorosa identidad enmascarada de JOE GILMORE, desempleado vet de la Guerra de La Zona (Centroamérica), que ataca despiadado las brillantes capas y fetichistas uniformes de quienes han pervertido El Noble Sueño. Norteamérica ha conseguido, mediante ingenética, un poderoso ejército. El problema es que los superpoderes no generan una superhumanidad más justa o moral.

JOE GILMORE, futuro MARSHAL LAW, pierde en estas
clases de formación "contra torturas" toda la ingenuidad
 
Cometen crímenes. Se degradan y prostituyen. Emplean sus talentos en proporcionar diversiones brutales o imponerse ante los débiles. Para frenarlos, necesitan alguien ahíto de odio y completamente descastado del presunto panteón superheróico. Desencantado de la propuesta de grandiosidad llena de esplendor, color, NORMAN ROCKWELL y tarta de manzanas que prometía Propaganda. Joe, tras sufrir, como otros miles de candidatos, una revolucionaria intervención quirúrgica, recibió poderes que garantizarían no ya el Siglo Americano, sino un Milenio digno del Tercer Reich.

Barroca portada alternativa. Mola pues
aplasta a ARROW, serie que detesto. El
malo principal, empero, es el
alter ego de
THE PUNISHER (a la derecha, en B/N)
Marshal Law-Takes Manhattan parodia críticamente lo que el clásico mainstream de superhéroes llevaba mostrado hasta entonces. Se beneficiaba de que, entonces, esto era novedoso. Polémico. Profundo. Hoy, su impacto kick-ass es menor. Sin embargo, sigue teniendo potencia absoluta, debido a la impresionante cultura de sus autores. Entre viñetas, hacen también sólida reflexión de las corrientes culturales norteamericanas, cuyo oleaje termina alcanzándonos y modificando nuestros propios patrones. No es sólo efusión de brutalidad policial y asesinatos dentro de una institución mental donde refugian a superhéroes a quienes su nueva condición ha desequilibrado. Hay un mensaje, al menos. Y esta habilidad, entretejer diversas consignas, se ha perdido en la producción actual.

¿Por? La crítica superficialidad cultural de estos tiempos, unos en que el máximo conocimiento está a un alcance imposible de creer hace, siquiera, veinte años. Espero estemos a tiempo de remediarlo.