miércoles, 8 de junio de 2016

¿PUBLICAN LOS EDITORES ESPAÑOLES CIENCIA FICCIÓN ESPAÑOLA MOÑA? — PHILIP JOSÉ FARMER ¿HABRÍA PUBLICADO, DE NACER ESPAÑOL?

El comienzo, en aquellos entonces. Y
según el cuerpo del comentario: ¿se
obliga a los escritores españoles a
escribir CF moña, o no publican?
Una gran editorial ha rechazado una de mis obras alegando que la novela, no obstante plena en calidad (mi dilatada experiencia y galardones como finalista de dos premios internacionales lo avalan, claro), es dura. Perplejidad en Nivel MAX.

!Dura! ¡La narración le parece demasiado dura! Y eso sin poseer sexo duro o masoquista fuerte (cierto fetish sí hay; pero ¿qué historia con pretensiones de ser adulta no incluye, aunque sean sesgadas referencias, el tema?) o párrafos realmente repulsivos, censurables. Lo más: la vida cotidiana un poco exagerada, pues es una distopía. Y en ellas: las cosas se muestran más descarnadas y pesimistas.

¡Dura! La conclusión que he extraído, por tanto, es que España publica ciencia ficción, SÍ, pero ¡MOÑA!, en el amplio espectro que pueda abarcar el adjetivo: desde lo blandito hasta la connotación homoX usual. O sea: ¡la ciencia ficción española (y, por los continuados relatos de LAURA GALLEGO que inundan los estantes, su fantasía) es DISNEY! La hostia.

Esta es la que tacharon de pornográfica.
Esta, de ser de un español, por tanto,
no ve la luz
¿Tan sensible (o sea, moña) es el paladar del lector medio español? ¿Qué lo tienen, a base de caldito de pollo y buen vino, no sea se constipe? ¿Qué es esto, amig@s? ¡Dura! ¿Carezco, por tanto, de oportunidad en esos sellos editoriales, por atreverme a escribir cosas más maduras, adultas, que los demás que sí publican, pero trasunto de material Disney? (Con todo respeto, y reconocimiento por vuestro trabajo, camaradas.)

Esto es preocupante, porque si miras al mercado extranjero (más amado por el lector, especialmente del género, que denuesta nuestras firmas sin merecerlo), adviertes qué amplio delta de temas tratan. No tienen esos escrúpulos, franjando las obras a un determinado gusto (moña), como hacen nuestros ínclitos editores. Y ellos, luego, ¡traducen esas obras, algunas ¡admiradas!, por la dureza de su contenido/contexto…!

Y ésta también tiene lo suyo. Nos
vemos en el mismo caso, por tanto
Recuerdo los albores de mi pretensión de querer ser escritor profesional (conseguido). Seguí el inexcusable consejo que donan a los principiantes: lee a los clásicos. Debido al rasgo de mi producción, los clásicos, combinados, eran HOMERO, POE, VERNE y WELLS. (Hubo otros más, y variados, porque la formación lo exigía.)

[Junto a este consejo, de valor cuestionable (porque conviene tener un fondo cultural, SÍ, pero anotar que los clásicos no dan la formación que luego el mundo moderno requiere), deberían también prepararte para recibir los numerosos palos que dan las críticas malintencionadas, las envidias personales-profesionales y las constantes negativas editoriales.]

Los clásicos se quedaron, llanamente hablando, pequeños. Cortos. Afortunadamente, la inquietud que a todos debe estimularnos a avanzar y progresar, me hizo fijarme en la obra de Philip José Farmer. ¡Fantabuloso! Era... revolucionario. Trasgresor. 

Y no te digo esta, ya. Pero luego, no
hay reparos en publicar, no sé,
HISTORIA DE O, o similares
Me mostró que los tabúes que encorsetaban a los clásicos podían romperse ¡sin pasar nada! Era momento, sí, ajá, de romper ataduras y botar el fabuloso barco fluvial de mi producción. Con agradecimiento a los clásicos. Pero dispuesto a introducirme en el laberinto mágico de un futuro que podía ser muy prometedor, pese a los momentos que contuviera de oscuro designio.

Y todo eso maduro que ¡aclamo! en Farmer, y aporto a mi material, ¡resulta perjudicial para mí, pues vulnera (por no decir ofende) el (moña) criterio editorial! Farmer no era moña. Era adulto. Desafiaba. Generaba frescura. Qué suerte tuviste al ser norteamericano, viejo. Controversias aparte, al menos, te respetaron. Ya ves, a mí…