El comienzo, en aquellos entonces. Y según el cuerpo del comentario: ¿se obliga a los escritores españoles a escribir CF moña, o no publican? |
Una gran editorial ha rechazado una de
mis obras alegando que la novela, no obstante plena en calidad (mi dilatada
experiencia y galardones como finalista de dos premios internacionales lo
avalan, claro), es dura. Perplejidad en Nivel MAX.
!Dura! ¡La narración le parece demasiado
dura! Y eso sin poseer sexo duro o masoquista fuerte (cierto fetish sí hay; pero ¿qué historia con
pretensiones de ser adulta no incluye, aunque sean sesgadas referencias, el
tema?) o párrafos realmente repulsivos, censurables. Lo más: la vida cotidiana
un poco exagerada, pues es una distopía. Y en ellas: las cosas se muestran más
descarnadas y pesimistas.
¡Dura! La conclusión que he extraído, por
tanto, es que España publica ciencia ficción, SÍ, pero ¡MOÑA!, en el amplio
espectro que pueda abarcar el adjetivo: desde lo blandito hasta la connotación
homoX usual. O sea: ¡la ciencia ficción española (y, por los continuados
relatos de LAURA GALLEGO que inundan los estantes, su fantasía) es DISNEY! La hostia.
Esta es la que tacharon de pornográfica. Esta, de ser de un español, por tanto, no ve la luz |
¿Tan sensible (o sea, moña) es el paladar
del lector medio español? ¿Qué lo tienen, a base de caldito de pollo y buen
vino, no sea se constipe? ¿Qué es esto, amig@s? ¡Dura! ¿Carezco, por tanto, de
oportunidad en esos sellos editoriales, por atreverme a escribir cosas más maduras,
adultas, que los demás que sí publican, pero trasunto de material Disney? (Con todo respeto, y
reconocimiento por vuestro trabajo, camaradas.)
Esto es preocupante, porque si miras al
mercado extranjero (más amado por el lector, especialmente del género, que
denuesta nuestras firmas sin merecerlo), adviertes qué amplio delta de temas
tratan. No tienen esos escrúpulos, franjando las obras a un determinado gusto
(moña), como hacen nuestros ínclitos editores. Y ellos, luego, ¡traducen esas
obras, algunas ¡admiradas!, por la dureza de su contenido/contexto…!
Y ésta también tiene lo suyo. Nos vemos en el mismo caso, por tanto |
Recuerdo los albores de mi pretensión de querer
ser escritor profesional (conseguido). Seguí el inexcusable consejo que donan a
los principiantes: lee a los clásicos. Debido al rasgo de mi producción, los
clásicos, combinados, eran HOMERO, POE, VERNE y WELLS. (Hubo otros más, y
variados, porque la formación lo exigía.)
[Junto
a este consejo, de valor cuestionable (porque conviene tener un fondo cultural,
SÍ, pero anotar que los clásicos no dan la formación que luego el mundo moderno
requiere), deberían también prepararte para recibir los numerosos palos que dan
las críticas malintencionadas, las envidias personales-profesionales y las
constantes negativas editoriales.]
Los clásicos se quedaron, llanamente
hablando, pequeños. Cortos. Afortunadamente, la inquietud que a todos debe
estimularnos a avanzar y progresar, me hizo fijarme en la obra de Philip José
Farmer. ¡Fantabuloso! Era... revolucionario. Trasgresor.
Y no te digo esta, ya. Pero luego, no hay reparos en publicar, no sé, HISTORIA DE O, o similares |
Me mostró que los
tabúes que encorsetaban a los clásicos podían romperse ¡sin pasar nada! Era
momento, sí, ajá, de romper ataduras y botar el fabuloso barco fluvial de mi
producción. Con agradecimiento a los clásicos. Pero dispuesto a introducirme en
el laberinto mágico de un futuro que podía ser muy prometedor, pese a los
momentos que contuviera de oscuro designio.
Y todo eso maduro que ¡aclamo! en Farmer,
y aporto a mi material, ¡resulta perjudicial para mí, pues vulnera (por no
decir ofende) el (moña) criterio editorial! Farmer no era moña. Era adulto.
Desafiaba. Generaba frescura. Qué suerte tuviste al ser norteamericano, viejo.
Controversias aparte, al menos, te respetaron. Ya ves, a mí…