ADAM HUGUES la dibujó así |
La noticia nos sorprende ayer tarde-noche
(hora nacional). La que fuese PRINCESA LEIA, sutil icono fetish imitado en las convenciones, sucumbió víctima de un infarto.
(Pese al acoso de los láseres imperiales, fíjate.) Está, parafraseando a YODA, ahora
en el abismo de la Fuerza. (No sé cuántas notas como ésta he escrito este año,
por cierto.)
Lo trascendental de Carrie Fisher es que,
como actriz, la hemos visto en numerosos filmes. Pero ninguno la ha inmortalizado
como este cliché sui géneris de DEJAH
THORIS. Porque, seamos sinceros: grande o mediana en talento tespiano, Carrie jamás
será recordada por su interpretación en, no sé, HANNAH Y SUS HERMANAS. Por brillante que fuese su participación.
Es la Maldición STAR WARS: te hace eterno merced a su aparición en sus fotogramas.
Los actores prefieren ser recordados por otro tipo de papeles. Pero es lo que
hay. Tiene sus ventajas. Te hace una avalancha de admiradores. Inmortaliza. Empero…
…imagino que la alabastrina piel de Leia
ORGANA acabaría siéndola pesada con los años. Ese registro actoral la había
marcado. Llegaba a un set, y fijo que
había coña con lo de su regio estatus galáctico. Pero, en lo profundo de ella,
debería admitirlo: que de no llevar aquella túnica blanca siempre impoluta por
los metálicos pasillos de la Estrella de la Muerte, dudo hoy conociera esta
notable popularidad. Le ocurre como a SIGURNEY WEAVER: siempre será ALEXANDRA
RIPLEY.
Agradezcamos habernos encandilados, de
muy jóvenes, su estampa de íntegra rebelde mayestática que osaba contestar,
airada, al aterrador tótem de DARTH VADER. Vaya con Dios (o la Fuerza), Carrie.