Afiche. Pese a lo que te digan, no lo olvides: es nueva versión de RAÍCES PROFUNDAS |
No sé si esta película es obra de arte o
pretenciosidad. Pienso que amalgama ambos conceptos. La excelsa crítica, que la
tiene ¡vitoreada!, empero ha pasado, en apariencia, por alto algo importante. Drive es nueva versión de RAÍCES PROFUNDAS. ¡Incluso termina igual!
Sustituyen las graves planicies del Far West por las largas cintas alquitranadas
de las autopistas y cierran dejándote con la incógnita de si este nuevo,
pasivo, casi inalterable SHANE, muere o no. En su caso, en el asiento de su
bólido.
Una vez adviertes este paralelismo entre las
cintas, Drive ya no puede evitar ser
comparada con el western de GEORGE
STEVENS. Hay diferencias. Como su tratamiento noir, para despistar. Pero, una vez lo aprecias, eso: adiós,
originalidad.
Drive, a enigmatic stranger, es un piloto excepcional metido a
conductor de criminales por espacio de cinco minutos. (Shane era un pistolero
rápido como el de la leyenda que pretende abandonar su vida pasada.) Drive se
esfuerza por dejar atrás esa faceta, sumergiéndose en las competiciones
automovilísticas. Conoce a una joven madre con cuyo chaval establece una firme amistad.
(Shane se transforma en granjero, entablando apego con el hijo de los asediados
nesters.) Driver acepta un trabajo
peligroso que terminará costándole, se nos sugiere, la vida. (Shane retoma su
piel de gunslinger para acabar con
los matones que acosan a los granjeros, costándole, se insinúa, la vida.) Ambos
se alejan en la distancia. Dejan abierta la posibilidad de futura secuela… o
fin romántico que purgue lo peor de sus existencias.
DRIVE es otro tipo de western: su protagonista viene de Dios sabe dónde y se implica con la bella residente para solucionarle un profundo problema personal |
Aunque termina haciéndose cautivadora, de
culto ya está declarada, Drive aún
acumula otros defectos. O los veo así. Uno es que los flashbacks que explican ciertos pasos que nuestro inalterable
protagonista da no quedan bien diferenciados del decurso de la historia en sí.
Un ejemplo sería: lo ves pilotando su raudo coche trucado y, de pronto, está de
comida de familia momento Kodak. Te obliga a prestar cierta atención para
comprender está rememorando.
Otra, y no incumbe sólo a esta cinta
basada en la novela de JAMES SALLIS, es la parquedad de los diálogos.
Últimamente, el cine se ha puesto de un lacónico un tanto preocupante. Estamos
casi al regreso al cine mudo amenizado con frenéticas partituras de piano. Los
actores apenas deben memorizar una o dos líneas casi monosilábicas. En Drive sucede esto: los protagonistas
tienen tal parquedad de texto que contribuyen a hacer más irreal, de plástico, algunas
escenas.
La violencia, al contrario que en JOHN WICK, se refleja con crudo realismo. Hollywood aún tiene esperanzas |
Recuerdo esas películas de Década 40-50,
los duelos verbales de SPENCER TRACY u KATHERIN HERPBURN en sus comedias de
guerras de sexos, cuando disparaban extensos diálogos más o menos brillantes,
pero que veías estaban urdidos. Drive suele concentrar su hierática actuación
en una gestualidad que, en su caso, bordea la estulticia. El cine de acción no suele
destacar por declamaciones isabelinas, está claro, pero tiene todavía una trama
de contenido verbal indispensable para evolucionar.
Es irreal, esta secuencia. Las stripers lo contemplan todo con absoluta, e ilógica, frialdad, indiferencia |
El trhiller,
y Drive lo combina con fuertes momentos de violencia radical, sin embargo siempre se ha apoyado mucho en el
diálogo. QUENTIN TARANTINO lo manifestó en su ópera prima. Los personajes deben
hablar, pues así justifican sus actos más allá del que aceptemos que hay gente
malvada por que sí.
Sin embargo, estamos llegando a eso: a un
cine donde un leve arqueo de cejas suple todo un elaborado parlamento. Bueno,
si consigue el efecto deseado, ¡de puta madre magistral! Pero si obtiene un
final ambiguo, sin aclarar qué pasó, ¡chungo! Y Drive peca de este defecto, esta ausencia de locuacidad, y le perjudica.
Repito: no es la única película en esta ‘tesitura’. Pienso no hace bien al cine,
el parásito real, tanto silencio gestual, copiado al moderno cómic post ALAN
MOORE, también carente de texto.