lunes, 10 de abril de 2017

EL CAPITAL — PERDIÓ SU ALMA; GANÓ EL MUNDO

Producción gala donde se afirma que el
dinero es el amo. La inquietud que causara
a personajes que aquí se vieran retratados
la diluye un vistazo a sus ingresos
COSTA-GAVRAS realiza notable drama sobre el mundo tenebroso de las finanzas y sus desalmados agentes, biografía del ascenso de un pelotillero trepa de mediana edad cuya apariencia, originalmente anodina, camufla a un meticuloso ser ambicioso.

No es caso único, rara avis, en la banca o cualquier negocio. Sucede que nos centran en él para describir cómo un grupo de atildados señores con costosos trajes de corte elegante deciden sobre nuestras vidas, ilusiones y esperanzas sin el menor remordimiento del daño que puedan causar frustrándolas. El inquietante protagonista, cuyo triunfo se debe ora un tanto al azar, otro al cálculo, a veces experimenta mínimos-nimios complejos, pequeños deseos de hacer lo correcto.

Empero se impone su codiciosa esencia. En cierto momento, su esposa plantea: ¿Todo tu modus vivendi es el dinero? (amasarlo). Contesta: ¿Hay algo más? Con ese credo, se lanza directo a su consecución. No para en barras. Husmea oportunidades, las rebaña hasta el tuétano, oteando después dónde conseguir más con igual rapaz instinto.

A su alrededor, no menos ambiciosos pero más comedidos “asociados” recriminan su descarada actitud. Disfrazan su codicia respetando conservadores rituales pausados muy diferentes a la veloz voracidad desnuda que el hombre escogido para presidir el Banco Phenix (a quien estimaban manipulable títere de baja estofa, al cual contentar con varias prebendas anejas a su importante cargo) manifiesta sin recato. Revolviéndose contra ellos, aún.

Tentando al que consideran un manejable hombre de mimbre.
Acertada elección de GABRIEL BYRNE, porque, una vez,
fue el GRAN TENTADOR, el Diablo
Inversores norteamericanos, a cambio de un puñado de dólares en apariencia sustancioso, creen comprarle para rendir el banco, emplearlo como ariete contra la economía europea, debilitarla, fortalecer el predio estadounidense y luego, tras culparle de todo ante la opinión pública y devastado el banco, repetir el proceso, ganando más activos en el empeño. Este hombre intuye pronto juego sucio. Mediante accidentales colaboradores, frustra el plan, con un frío, envidiable y enervante estoicismo.

Incluye El capital destellos de información sobre lo que está ocurriendo. Empresarios y banqueros norteamericanos prepararon esta crisis económica para reforzar sus intereses, menoscabar a los rivales europeos, colocar a los Gobiernos en aprietos y laminar nuestros derechos sociales. ¿Lo peor? Es inevitable. Han tejido tal compleja e inexpugnable urdimbre, que todo intento de lucha es anecdótico.

La modelo internacional, de dorado, un capricho de doble
filo, un caro esparcimiento sexual que podría costar a este
ambicioso banquero más de lo que piensa
Podemos protestar. Pero a las megafortunas: se la suda. En cierto momento, a este hombre le reprochan su sueldo como presidente del banco (irrisorio, comparado con lo que sus discretos “asesores” obtienen). Se defiende con distinción y argumentos; el ideario comunista con cuyos preceptos le disparan ni podía ofrecer mejoras a esta globalización del capitalismo salvaje que, con sueldos y horarios de esclavo, oprime a parte del planeta.

El comunismo, HOMER SIMPSON dixit, funcionaba sobre el papel. La práctica demostró su estruendoso fracaso por lo mismo que cojea el capitalismo: el factor humano. La codicia. La ambición. El capital también retrata el egoísmo particular. Describe a hombres que saben que no hay más dios que el dinero. No lo poseemos. Nos domina. Aunque finge plegarse a nuestros deseos. Son sinceros al respecto, por desagradables y ruines que aparezcan. Su pragmatismo es el que está desolando el mundo, según acumulan riqueza personal, que es lo único que (les) cuenta.

Para muchos, los que moramos en la pobreza, amenazados
con mayor ruina: un canalla. Pero, para las altas finanzas y
sus sicarios: todo un héroe. Una gruesa capa de billetes le
protege de cualquier peligroso remordimiento.
Vemos en los telediarios tipos como él de continuo. No
importa lo que haya hecho: el Dinero le protegue
¿Qué hay fuera del dinero? ¿Ideologías abstractas que persiguen bondades universales predicadas, sin embargo, por gente que disimula su avidez del estatus que proporciona el dinero, o éste, hablando en nombre del populux? Una de sus aliadas intuye los tics de decencia de este hombre, lo anima a denunciar las prácticas insanas para poder sanear la estructura. Hay aún esperanza para nosotros.

Ni lo duda. Expresa razonamiento acertado y se aferra al dinero. No hay más, insiste. Si no, miremos en torno. Día-a-día cunden ejemplos que dibujan a este hombre, esa política. El pesimista final lo lacra indeleblemente: esto no tiene solución. Perdurará.