miércoles, 8 de enero de 2020

LA GUERRA DE LOS SEÑORES DEL CIELO — SEGUNDA CRÓNICA DE JAN DORVIN


Espacial portada que trata de reflejar algo
que no sale en el libro. Bueno. Supongo
que la cosa es prender el interés del lector
JOHN BROSNAN continúa relatándonos sobre esta distopía, pero más desde el alto cielo gobernado por todos los vientos. Mientras en la primera novela veíamos qué penurias sufría un planeta que estaba devorando un vasto yermo (una profusión de hongos artificialmente generados que amenazaban con extinguir toda vida) desde un plano feminista (que el australiano cuestiona sea esa maravilla que afirman por aquí), ahora la superviviente de aquellas azarosas andanzas, la mediocre metida a superheroína Jan Dorvin, tripula una poderosa máquina volante cuyos recursos HITECH destina a mejorar la vida de los pobre lacayos que vegetan sobre el suelo.

En estos dos años, Jan ha ido descubriendo cosas. Puede rebosar nobles/buenos sentimientos e intenciones, mas el roce con la rudeza, la desconfianza, la envidia, de unos y otros, cuanto la han granjeado es un ODIO general que la acompleja. Intenta manifestar acero, ¡MÁS ACERO! al tomar drásticas decisiones, empero una vez y otra la chica timorata de la colonia ultrafeminista de Minerva, la nuncanada que la consideraban, resurge embotando su defensa ante las amenazas físicas que la rodean.

Que aumentan cuando la IA de su poderosa nave se amotina, destinándola a una terrible suerte en tierra. No es todo su problema (por sí notable): Jan tiene un vástago, hijo del estupro que sufrió a manos del insidioso MILO, quien resulta estar emboscado en el ADN de la criaturita. Detona de pronto en toda su sardónica maldad, suponiendo otra fuente de peligro para su “madre”. Y para colmo, Jan carga con el castrado RYNN.

JOHN BROSNAN en plan marchoso (espero)
La guerra de los Señores del Cielo desenfoca sin embargo un tanto la atención sobre Jan, Imperatrix renuente-sin corona de los celestes confines, para nuevos personajes presentar que, sin llegar a carismáticos, tienen interés. Como los que aloja la decrépita nave del DUQUE DU LUCEN, rancio aristócrata con problemas palaciegos. Es como Jan: asumió el poder a desgana (estaba muy cómodo de diletante en la corte del verdadero duque, su hermano), y sufre gestionándolo.

A su intrigante corte llegan malas noticias sin cesar. Bajo la forma de EL RASHAD, otro Señor del Cielo, un peligroso fanático musulmán, Brosnan cuestiona la auténtica ansia de pax, tolerancia, respeto, del Islam. Cuesta aceptar sus argumentos a favor de esto cuando vemos en los noticiarios brutales/despiadados atentados donde la vida humana es menos que nada para gente que piensa que ganará el Paraíso así.

Y es culpa suya; ahórrenme sandeces. Mientras que en Roma un Papa reprueba constante actitudes poco cristianas/católicas, y ya depende del creyente obedecerle o pitorrearse, no conozco un solo responsable islámico que levante enérgico su voz y afirme: No, mujaidines: así no iréis al Edén. Así no se gana el Paraíso. No habrá huríes. Presos de esa fanática convicción religiosa, intolerante, una firme voz de su credo que les reprenda implacable podría ser determinante para cesar esas masacres.

Esta cubierta sí se acerca más al texto.
Aunque también parece una escena de

EL OSCURO DESIGNIO...
No suena, repito, esa voz autorizada. Es más cómodo culpar a Occidente y al Gran Satán TRUMP (o cualquier otro) de sus miserias cuando son sus rígidos predicamentos prejuiciosos los culpables de estas muertes.

Brosnan, en medio del jaraneo aventurero y los agónicos prodigios científicos residuales de nuestro presente siglo, aprovecha para, como todo buen autor de ciencia ficción, hacer crítica social. Con suavidad, punza. Desmitifica al feminismo (el que quieren imponer, mostrando a Jan diversas falacias y embustes supersticiosos que empiezan por castrar al hombre) y ahora, el Reverso Tenebroso de la evolución científica, la corrupción áulica y la intolerancia de una religión que debemos tomar con paños calientes pues criticar sus más sanguinarias costumbres resulta racista, “alienta” sus atentados.

El yermo puede ser tanto físico como moral; y es el que está diseminando la progresía.