viernes, 23 de agosto de 2019

UN DÍA DE FURIA — LA LUCHA DE UN HOMBRE CORRIENTE CON EL MUNDO DE HOY EN DÍA


Afiche. El ciudadano común ante la
disyuntiva de si se somete a esta vorágine
del día-a-día actual o se defiende con las
armas a mano
Posee cuestiones muy al filo de poder defenderse o excusar este drama urbano de JOEL SCHUMACHER (un filme antípodo a sus BATMAN —eludamos el debate ahora—). El fuerte subyace centrado en el mundo actual: esta aceleración constante, permeable, maleable, donde todo aquello que ayer era noble, por no decir sacro, ahora es pernicioso. Los valores que anclaban han perdido agarre. 

Flotamos a la deriva en una marea de inconsistencias, caprichos, frivolidades, banalidades entronizadas e incongruentes políticas cuya finalidad única es el lucro y la egoísta promoción personal, disfrazada de grotescas “políticas sociales”.

También desprende esta cinta la sensación de cerrar el ciclo de buddy movies que años antes inauguraba ARMA LETAL. Lo que ha venido después es una repetición de sus estereotipos, impostados durante ese arco de tiempo.

BILL FOSTER, un proyectista de defensa, emprende un caluroso día un caótico regreso a casa a través del hervidero de Los Ángeles, odisea que le llevará a conocer fauna tal de personajes y situaciones contradictorias, arbitrarias, extrañas, que van a poner a prueba sus creencias, a las que se aferra por sentirlas brújula cuya aguja señala el correcto camino, evitando las tentaciones o desvíos que pudieran perderle. 

Y llega un momento en que se elige lo segundo, porque
los radicales del otro bando te fuerzan a rasdicalizarte, o
perecer barrido como si nada
Bill, cuya apariencia externa (y bastante la mental) parece de la Administración KENNEDY, ha crecido respetando los valores que los estadounidenses pregonan en su cine: amor a la bandera, la patria, ODIO al comunismo, algo tangencial con la segregación racial o religiosa.

Su opuesto, PRENDERGAST, un veterano sargento de policía a punto de jubilarse, refleja problemas muy similares a los que “desequilibran” a Bill “D-FENS” Foster. Una esposa neurótica. Una hija fallecida prematuramente. Un empleo estresante. Unos compañeros gilipollas. Un capitán macho-man que rinde culto al Cuerpo, la violencia, las conductas groseras que confunde con el carácter o la fortaleza.

Un buen poli el último día de curro. Un hombre con don de
gentes, sarcástico, que sobrelleva la crisis como
mejor puede. Con campechana filosofía particular
Establecido este paralelo, Schumacher nos da a elegir. Los dos las han pasado putas. Bill está en paro. No encuentra empleo. Su educación sin embargo le hace pensar que alguien con su sentido de la responsabilidad, la patria (no el patrioterismo) y la lealtad, merece algo más. Lo del cirujano plástico, acaso. O un reconocimiento por los importantes servicios prestados a la nación. 

Lo que aflige a D-Fens es que sus dogmas están cuestionados en este tórrido mundo presente, inconsistente, descreído, deshonesto, desleal, donde es BUENO lo perverso ayer, mientras que lo correcto, justo, necesario, es MALO hoy. Esa quiebra: le puede. Para más inri, su situación familiar le hace parecer un acosador violento, resentido con el tribunal por la orden de alejamiento (que ve injusta, pues él siempre ha cumplido, como hacen los hombres responsables —así le educaron—). Acaba por romperlo. Y emprende este día de furia.

Y luego, el ejemplo Prendergast, que más/menos está en las mismas. Pero aguanta. Acaso es una cuestión última de filosofías, de formación. Prendergast lo dice al final: Esos tipos mienten hasta a los peces. Acepta el sucio cinismo de la vida y a quienes la empuercan. Lo sobrelleva. D-Fens, no. La firmeza de sus creencias choca feroz contra toda la porquería. Se astilla y destroza sin remedio. 

El clímax. D-FENS vestido ya para combatir al mundo que
siente le engaña y oprime; el policía que intenta hacerle ver
que esto es lo que hay, hay que joderse. En medio: la ex
esposa de D-Fens. La fuente del problema, en parte
Su respuesta, violenta, no obstante no justifica aquellas exaltadas críticas del momento de su estreno, que acusaban a la película de “fascista” (hoy todo lo es, empero). Un adjetivo que empieza a estar ajado por su abusivo uso a manos de “liberales” que sí tienen conductas arbitrarias con quienes no opinan como ellos. Foster a nadie veja por su color de piel, sexo o religión. U orientación sexual. Incluso: castiga a quien sí lo hace. ¿Entonces? Lo de “fascista” ¿a qué viene?

Este dinosaurio, en este tumulto que llamamos “hoy día”, no podía acabar de otro modo.