viernes, 16 de agosto de 2019

UN PACTO CON EL DIABLO — TRES EN UNA


Una de sus cubiertas. Al menos, la
obra ni de lejos aburre. El nivel de
amenidad es alto; de agradecer
JACK HIGGINS ofrece, en este libro, tres tramas que implican a sus principales protagonistas. Personalmente, me parece obra menor en contraste con otras previas. Porque aquí se aparta de la cuestión del terrorismo para zambullirse en una especie de BOND, JAMES BOND sui géneris que vuelve a transitar las cloacas del Estado.

Aun así, infiere que los países se construyen sobre asesinatos y terrenos pantanosos y que quienes rigen de verdad nuestros destinos no son los papagayos elegidos en las urnas (o agitan sables para imponer su autoridad por la fuerza pretextando lo que les venga más a mano), sino hombres MUY ANÓNIMOS carentes de entrañas y que pactan con el Diablo sin ningún escrúpulo o remordimiento ulterior. A veces deben rendir cuentas a algún superior, pero sospecho que si ese superior (un Presidente de Gobierno, venga) se pasa de la raya que esta autoridad anónima le ha marcado, lo descabeza sin dudar.

Tras tortuosa y elaborada conjura que puede llegar muy lejos en el tiempo si es preciso. Por un lado, no hay forma de demostrar el complot, aunque, por otro, deja evanescentes y ambiguas evidencias que envían al sucesor un nítido mensaje de qué suerte puede correr si se le ocurre “hacerse el valiente”.

Comienza Un pacto con el Diablo siendo otro tenebroso viaje al mundo del terrorismo y sus activistas; IRA contra Unionistas protestantes. Bandos en liza, tratan de eliminarse por todo medio a su alcance, por encarnizado que sea. Un terrorista protestante tiene un plan: cometer un lucrativo robo, que financiará a su facción armas y apoyo logístico, el que el IRA obtiene de Norteamérica. El IRA llega a conocer este robo, e infiltra a un eficaz agente en el pequeño aunque preparado grupo que realizará la acción.

JACK HIGGINS (pseudónimo)
haciéndose el interesante con
chaqueta de piloto. Buen e
interesante narrador
Hasta aquí, bien. La sordidez de las “causas” terroristas y cómo tapan su inmoralidad de continuo mediante series de atroces mentiras envueltas en soflamas, bulos repetidos mil veces y un falso halo de romanticismo pseudofilosófico que capta insensatos enardecidos y convierte a los veteranos en insensibles máquinas de matar. Ese retrato lo pinta Higgins de puta madre magistral, pues arranca la máscara a todos los terroristas y la arroja ante los “simpatizantes”, en verdad cómplices de asesinatos y mutilaciones, no lo dudéis, que encuentran también sus embustes y patrañas “patrióticas” para no tener que responder ante nadie, Justicia, Conciencia, Dios.

Empero esto termina tras el atraco. Que es la segunda novela de las tres de este libro. Penetramos en senderos del policíaco o el noir, que dura menos que la primera parte, para desembocar al fin en un cuento de espionaje y suspense que ya no está tan bien logrado. Para darle miga a la historia interviene la mafia italiana y el Servicio Secreto estadounidense, lo cual, considero, desluce la novela. Prefería la primera parte, pues volvíamos a ver los desperados personajes terminales que hábil Higgins construye.

En esta película, MICHAEL CAINE
es un oficial alemán con órdenes de
matar a CHURCHILL. Creo que eso
pasó de verdad. Fracasó, claro
Individuos abrazados al Infierno pensando sin embargo que al final entrarían en la Gloria y el Heroísmo para terminar siendo despreciables asesinos con la conciencia tan inflamada de culpabilidad que buscan la redención como sea. Aunque sea mediante una determinante acción suicida que finalice su dolor de esta vida.

Mas por encima de esos sujetos “extremos” están las autoridades, las que pactan con el Diablo sin mínimo-nimio escrúpulo, que incluye incluso a los viejos activistas que siguen la lucha desde cátedras universitarias, sin querer ya mancharse las manos de sangre… aunque alentando se vierta de modo moderado, comprendiendo que otros sí ejecuten. Ésos son aún peores que los terroristas “arrepentidos” (cosa imposible en un terrorista; carece de alma para arrepentirse). Porque al menos una pátina de remordimientos consume sus días. Sus jefes, de cualquier bando, carecen de toda empatía. Es la Causa.