Una de sus cubiertas. Al menos, la obra ni de lejos aburre. El nivel de amenidad es alto; de agradecer |
JACK HIGGINS ofrece, en este libro, tres
tramas que implican a sus principales protagonistas. Personalmente, me parece obra
menor en contraste con otras
previas. Porque aquí se aparta de la cuestión del terrorismo para zambullirse
en una especie de BOND, JAMES BOND sui
géneris que vuelve a transitar las cloacas del Estado.
Aun así, infiere que los países se
construyen sobre asesinatos y terrenos pantanosos y que quienes rigen de verdad
nuestros destinos no son los papagayos elegidos en las urnas (o agitan sables para
imponer su autoridad por la fuerza pretextando lo que les venga más a mano),
sino hombres MUY ANÓNIMOS carentes de entrañas y que pactan con el Diablo sin
ningún escrúpulo o remordimiento ulterior. A veces deben rendir cuentas a algún
superior, pero sospecho que si ese superior (un Presidente de Gobierno, venga)
se pasa de la raya que esta autoridad anónima le ha marcado, lo descabeza sin
dudar.
Tras tortuosa y elaborada conjura que puede
llegar muy lejos en el tiempo si es preciso. Por un lado, no hay forma de demostrar
el complot, aunque, por otro, deja evanescentes y ambiguas evidencias que envían
al sucesor un nítido mensaje de qué suerte puede correr si se le ocurre “hacerse
el valiente”.
Comienza
Un pacto con el Diablo siendo otro tenebroso viaje al mundo del terrorismo
y sus activistas; IRA contra Unionistas protestantes. Bandos en liza, tratan de
eliminarse por todo medio a su alcance, por encarnizado que sea. Un terrorista
protestante tiene un plan: cometer un lucrativo robo, que financiará a su
facción armas y apoyo logístico, el que el IRA obtiene de Norteamérica. El IRA
llega a conocer este robo, e infiltra a un eficaz agente en el pequeño aunque
preparado grupo que realizará la acción.
JACK HIGGINS (pseudónimo) haciéndose el interesante con chaqueta de piloto. Buen e interesante narrador |
Hasta aquí, bien. La sordidez de las
“causas” terroristas y cómo tapan su inmoralidad de continuo mediante series de
atroces mentiras envueltas en soflamas, bulos repetidos mil veces y un falso
halo de romanticismo pseudofilosófico que capta insensatos enardecidos y
convierte a los veteranos en insensibles máquinas de matar. Ese retrato lo
pinta Higgins de puta madre magistral, pues arranca la máscara a todos los
terroristas y la arroja ante los “simpatizantes”, en verdad cómplices de
asesinatos y mutilaciones, no lo dudéis, que encuentran también sus embustes y
patrañas “patrióticas” para no tener que responder ante nadie, Justicia,
Conciencia, Dios.
Empero esto termina tras el atraco. Que es
la segunda novela de las tres de este libro. Penetramos en senderos del
policíaco o el noir, que dura menos
que la primera parte, para desembocar al fin en un cuento de espionaje y
suspense que ya no está tan bien logrado. Para darle miga a la historia
interviene la mafia italiana y el Servicio Secreto estadounidense, lo cual, considero,
desluce la novela. Prefería la primera parte, pues volvíamos a ver los desperados personajes terminales que
hábil Higgins construye.
En esta película, MICHAEL CAINE es un oficial alemán con órdenes de matar a CHURCHILL. Creo que eso pasó de verdad. Fracasó, claro |
Individuos abrazados al Infierno pensando
sin embargo que al final entrarían en la Gloria y el Heroísmo para terminar
siendo despreciables asesinos con la conciencia tan inflamada de culpabilidad
que buscan la redención como sea. Aunque sea mediante una determinante acción
suicida que finalice su dolor de esta vida.
Mas por encima de esos sujetos “extremos”
están las autoridades, las que pactan con el Diablo sin mínimo-nimio escrúpulo,
que incluye incluso a los viejos activistas que siguen la lucha desde cátedras
universitarias, sin querer ya mancharse las manos de sangre… aunque alentando
se vierta de modo moderado, comprendiendo que otros sí ejecuten. Ésos son aún
peores que los terroristas “arrepentidos” (cosa imposible en un terrorista;
carece de alma para arrepentirse). Porque al menos una pátina de remordimientos
consume sus días. Sus jefes, de cualquier bando, carecen de toda empatía. Es la
Causa.